25 de Diciembre, 00:00 AM.
Faltaban exactamente veinticuatro horas para el cumpleaños número dieciocho de Aván.
Efrén estaba comiéndose un par de galletas navideñas, con los brazos de Thomas enrollados en él y sus labios moviéndose emocionados para desearle feliz navidad. Él le sonreía de vuelta, pero no era capaz de prestarle atención. Lo único que estaba en su mente era que las galletas estaban un poco añejas y que su sabor no se sentía tan agradable como él hubiera deseado. Tal vez era porque extrañaba a su mamá, pero ninguna de las cosas que comió en esa noche se sintieron bien en su boca. Aunque claro, no es como el si comer pizza en vez de rica carne al horno que hacía su madre fueran una de sus preferencias, mucho menos si era una fecha tan especial como esta.
Estaba feliz, sí. Estaba pasando navidad junto con sus amigos. ¡Amigos! Hace un año, jamás hubiera creído que viviría un momento como este. Sin embargo, esa felicidad no lograba ser más grande que la melancolía que sentía por no poder estar junto a su familia. Y es que incluso después de los gritos y humillaciones que sufrió por parte de ellos, seguían siendo una parte muy fundamental en su vida. Y no podía evitar el extrañarlos un poco y desear verlos aunque sea un par de minutos de aquella noche de vísperas.
A fin de cuentas, aún era un torpe adolescente que seguía deseando ser acogido por los brazos de su familia, incluso si a ellos no les gustaba mantener contacto físico con él y lo ignoraban todo el día.
¿Era un tonto? Claro que sí, pero eso ya lo sabía desde antes.
---- ¿Chiquitín? ---- Thomas preguntó, cuando vio a su mejor amigo con la vista fija en el plato de galletas navideñas frente a él ---- ¿Ocurre algo?, ¿Quieres más galletas?
El chico pareció sobresaltarse, ya que sacudió la cabeza torpemente y negó con las manos.
---- ¡N-no, no es eso!
---- ¿Y entonces qué?
Thomas actuaba como si ellos dos fueran los únicos en aquella sala de estar, pero la verdad, es que habían tres chicos más sentados en los otros sillones. Todos miraban al dúo de amigos con curiosidad, pero mantenían la boca cerrada para no interrumpir su momento.
Aván estaba entre ellos y por más que lo intentaba, no podía apartar la mirada de Efrén. Había estado toda la noche sintiéndose extraño, con su pecho punzando y su cabeza a punto de estallar de lo mucho que le dolía. No sabía porqué, pero tenía un muy mal presentimiento. Estaba aquella voz con la que siempre discutía (y que aunque estuviera en su cabeza, dudaba que proviniera de él) diciéndole una y otra vez que se apurara a actuar y dejara de ser un inútil que no enfrentaba sus sentimientos. ¡Y siendo sincero, no entendía a qué refería!, ¿Sus sentimientos?, ¿A qué sentimientos se refería exactamente?, Y aparte de eso, ¿¡Quién se suponía que le estaba hablando!?
Probablemente todos los acontecimientos que habían estado pasando en su vida lo estaban volviendo loco.
O bueno...
Entre tantos y tantos cuentos y leyendas que surgían a partir de los pares, había una muy antigua, pero que sonaba lo suficientemente extraña como para que dejara pensando a más de uno.
Ésta decía que cuando dos amantes sufrían mucho y tenían finales tristes, jamás lograban que sus almas descansaran en paz. Se quedaban vagando en la tierra por muchos años, pero nunca eran capaces de volver a encontrar su otra mitad, debido a que no eran capaces de verla. La única forma de que éstas almas lograran encontrarse, era que buscaran a sus reencarnaciones y los ayudaran a cumplir los deseos más profundos de su corazón. El deseo de casi todos ellos era encontrar a la persona que más amaban en su vida anterior y que lograran ser felices en su nueva vida, aunque ninguno de los dos contara con los recuerdos necesarios como para poder saber con exactitud quien era su AG. Debido a esto, cada una de las almas se dividía en dos, una parte se quedaba en el corazón de su reencarnación (para ayudarla a recordar su vida pasada, mediante sueños o flashbacks) y la otra se quedaba aún vagando, para buscar a su otra mitad. Una vez que ambas almas amantes lograban su objetivo, los cuatro pedazos se convertían en dos nuevamente y iban al reencuentro con su par. Esta vez, si serían capaces de verse, y como ya no tenían nada que hacer en su nueva vida, (porque sus reencarnaciones eran los encargados de vivirla), se iban juntos a descansar en paz.
ESTÁS LEYENDO
90 días antes de perderte.
Novela Juvenil''---- ¡Pero yo creo que realmente me gustas!'' En un mundo donde un sistema escoge quien es tu alma gemela, Efrén se enamora de Aván. Pero hay un pequeño problema, no sólo su crush es irremediablemente heterosexual, sino que también está a punto...