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La lluvia caía del otro lado de la ventana. En mi habitación, Dimitri estaba acostado a mi lado, con el cuerpo desnudo. Pude ver el vendaje en su muslo, cubriendo la herida que una barra de metal le había hecho. Le dije que podíamos dejar el sexo para otro momento, pero en el fondo ninguno de los esperaba que eso fuera cierto. Llevaba tanto tiempo deseando ese encuentro, que las expectativas tan altas que tenía en ello fueron superadas.Él me abrazaba, mientras mi cabeza estaba en su pecho y podía oír el rítmico latido de su corazón. No dejaba de acariciarme, de aspirar el aroma de mi cabello. Su mano recorría mis brazos, mi espalda, mis pechos y llegaba a la zona baja de mi cintura.Era el encuentro que llevaba tiempo esperando, pero la culpa comenzó a carcomerme, había tenido algo con Ezra, me había plantado dudas los días que estuvimos juntos afuera y tuve la necesidad de confesarle todo a Dimitri.Era una estúpida, lo sé. Porque él había estado con Abigail y llevaba pocas horas que habían terminado, mismo así cuando se lo dije, él suspiró y dijo—Lo importante es que estamos juntos ahora.Abrí la boca para contarle lo de la CCPE, pero pensé que era un error. Si Dimitri se enteraba de esa posibilidad, haría todo lo posible por no dejarme ir.Yo había tomado mi decisión ese mismo día que ellos me contaron acerca de las posibilidades y con la casi muerte de Di, pensé en que si la cura estuviese hecha nada de eso hubiese pasado. Tenía que aportar algo al mundo que se había destruido por mi culpa. Debía ayudar, mismo si eso significaba la muerte. Había una baja posibilidad de que muriera en el intento, pero al menos podría decir que lo había intentado. Qué había puesto de mi parte para que el mundo cambiara.Dejé esos pensamientos de lado y me permití sentir la felicidad que sentía en esos momentos.Por la mañana, le preparé el desayuno a Di y se lo llevé a la cama. Lo ayudé a ducharse y cambiarse, porque claro, no podía hacer nada sin quejarse de dolor. Y no salimos de la casa, hasta que vimos a Dante aproximarse por el jardín.Tenía los zapatos embarrados, los pantalones algo mojados y el rostro sucio, fuera de eso parecía estar bien. Salí a recibirlo y lo encontré con una enorme sonrisa.
—¿Y bien?
—¿Crees que Timoteo piense mal de mí sí me salgo del grupo? ¿Crees que puedo estar mejor en la granja?—me lancé sobre él y lo abracé mientras me reía. La sonrisa de su rostro se ensanchó en cuánto vio a Dimitri, sus ojos me miraban y lo miraban a Di, parecía no creerlo.—¿Ustedes dos?
—Ya no serás el único hombre en la casa—dijo Di, con esa gruesa voz que lo caracterizaba. Yo lo miré y enarqué una ceja, no habíamos hablado de volver a vivir juntos, me parecía reciente, pero también no quería volver a estar lejos de él nunca más—bueno, si Sam lo permite.
—¡Claro que si! Para empezar jamás debiste irte, pero ahora que estás de vuelta... ¡Me alegro un montón!—el pequeño se lanzó sobre los brazos de Di—podremos volver a tener nuestras tardes de rompecabezas.
—Por supuesto que si, campeón—respondió Di mientras me guiñaba un ojo.Dante envolvió mi cuerpo también y nos unimos los tres en un abrazo.Volvía a tener a mi familia, me sentía feliz por ello y creía que nada ni nadie podrían interrumpir esa felicidad.
Pero a veces, uno se equivoca.
Los días siguientes fueron difíciles, no me gustaba mucho salir de la casa ya que la reconciliación con Dimitri estaba en boca de todos. Algunas me catalogaban como la que se había metido en una relación, mientras que otros decían que le había roto el corazón al doctor de la base.
Intenté disculparme con Ezra, pero cuando me permitió hablar con él, dejó su mano en mi hombro, me miró a los ojos y dijo
—Tranquila, sigues siendo una de las mejores personas que conozco. Si tu felicidad está con Dimitri, que así sea, Sam.
Casi me echo a llorar.
El fin de semana siguiente a la aparición de Di, festejamos con carne asada en casa. Mi madre, mi hermana, Dante, Dani, Dylan, Di, Diego, todos reunidos una vez más. Las risas no faltaron y las charlas se basaron en lo emocionados que estábamos todos por festejar el casamiento de mi hermana y Dylan, y lo feliz que estaba mi madre por esa unión. Ya no pensaba en Zack, mi alma estaba tranquila con ese asunto, pero si echaba de menos a mi padre y pensaba en lo que diría él de todo eso.
Dimitri envolvió mis hombros con su brazo, me dio un beso en el cabello y estuvimos así un largo rato. La laguna hacía que el frío se sintiera mucho más, el agua se movía con las correntadas de viento y llegó un momento en el que todos tuvimos que meternos a la casa porque el frío era insostenible. Lo bueno del otoño, era que si hacía demasiado frío, los zorros no aparecían tanto.
—Me iré a jugar básquet con unos amigos—dijo Dante y aunque estábamos todos ahí, incluso su hermano mayor, me miró directamente a los ojos a mí. Lo acompañé a la puerta, envolvió su brazo en mi cintura y yo crucé el mío por sus hombros.
Había formado una extraña relación con ese niño y no podía imaginarme la vida sin él. Me había acompañado en los tiempos más oscuros, como por ejemplo, cuando Dimitri se había marchado sin motivo, fue él quien me preparaba el desayuno o me obligaba a comer. Era un buen muchacho que por suerte, aún conservaba su esencia del viejo mundo.
—Me alegro que Di haya vuelto—dijo mientras en la sala sonaban las carcajadas de nuestros amigos—al menos sé que no estarás sola nunca más.
—Te tengo a ti, nunca estaré sola—dije mientras abría la puerta y el viento me golpeaba con fuerza.
—Si, pero sabes a qué me refiero. Ustedes dos son... Buenos para estar juntos. El destino lo quiso así ¿No crees? Y después de todo lo que han pasado, creo que merecen ser felices—se encogió de hombros y a mí casi me saltan las lágrimas. Dante era un niño aún, pero solía ser muy sabio. A veces era la voz de la razón que necesitaba en mi vida.
—Te quiero—le dije y pareció sorprendido—te quiero muchísimo.
Rápidamente se lanzó a mis brazos y me apretó con fuerza
—Ya, ya, no te pongas sentimental—respondió y pude sentir como sonreía. Lo vi marcharse, con el pecho inflado de orgullo levanté mi mano y lo saludé a lo lejos, sin saber que esa sería la última vez.

El Nuevo Mundo (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora