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Qué extraño era despertarse sola en aquella cama, cuando todo lo que querías era tener la compañía del hombre al que tanto amabas. Pero luego recordabas que ese mismo hombre, el hombre por el que te hubieses sacrificado, el hombre que tanto amabas y deseabas, estaba despertando en aquel mismo instante con otra mujer a su lado.
Suspiré intentando obviar el notable agujero que se formaba en mi pecho. Me puse de pie y bajé a la cocina para preparar el desayuno, Dante bajó poco después y me dio un beso en la mejilla acompañado de un abrazo.
Era lindo tener a ese pequeño en mi vida, porque al menos me daba un motivo para despertarme por las mañanas y eso era suficiente.
Ese era mi día libre y sabía que también era el día libre de Dimitri, por lo que siempre salía temprano de la casa deseando encontrarme con él en alguna zona común. Pero esa mañana había sido diferente, tomé las armas de mi habitación, me cargue de cuchillos, y todos los elementos de supervivencia a los que había estado acostumbrada y con una mochila en mis hombros caminé hacia el gran portón de la base, el cual solo se abría cuando los grupos salían en busca de provisiones, los civiles, los comunes, los normales como yo, no podíamos cruzar los muros, al menos que estuviésemos cien por ciento seguros de hacerlo y eso tenía que pasar por el consejo deliberante primero.
Sobre la torre de vigilancia había un tipo parado con su arma a un costado, mirando hacia el paisaje que tenía delante, el cual si prestabas mucha atención y agudizabas los oídos, podías sentir el ruido de los gruñidos animales de los zorros atrapados en trampas.
—Buen día—dije llevándome la mano al rostro para cubrirme del sol. El tipo era reconocible, venía de la base, lo habíamos rescatado hacía dos años de las manos de Felipe, o al menos así le gustaba presentarlo a mi madre. Había sido soldado del maldito ejército y yo aún dudaba de su lealtad, así como evidentemente él dudaba de mí—¿Podrías abrir el portón, por favor?
Lo noté suspirar de forma exagerada, rió por lo bajo y eso me molestó.
—Al parecer, donde sea que vayas tienes privilegios.
—¿A qué te refieres?—pregunté molesta.
  Y mientras bajaba de la torre con su rifle cruzado sobre su espalda, me miraba con desagrado—Ya sabes. Dimitri te castigaba en la base, pero era solo para mantenerte dentro de los muros y que no tuvieses que salir a enfrentar la muerte.
Yo tragué con fuerza y me reí ante ese recuerdo. Di me había protegido incluso antes de que yo me enamorara de él.
Tomé mi rifle, me lo colgué al hombro y me acomodé las tiras de la mochila en la espalda.
El tipo demoraba en abrir el portón, yo apenas podía ver a causa del sol naciente,  por eso fue una genuina sorpresa cuando alguien me empujó y casi me hizo caer de culo al suelo.
Era Abigail, delgada como un palo de escoba, había cobrado fuerza de no sé dónde y me había dado un buen empujón. La miré confundida hasta que vi que detrás de ella se aparecía Dimitri, parecía agitado, ambos lo parecían, como si hubiesen corrido hasta allí.
La mirada de él reflejaba pánico y yo no sabía a qué se debía.
—Si te acercas a Di una vez más. Si le hablas o intentas coquetear con él solo para quitármelo, morirás—Abigail siempre había exagerado, en todos los aspectos de su vida, jamás podría olvidar cuando en la escuela decía que su padre era un gran actor de la televisión y que su familia era millonaria, cuando en realidad, vivían en un barrio humilde como yo y su padre trabajaba como encargado de seguridad en un centro comercial. Ella, amenazaba de muerte a todas las chicas que se quedaban con los chicos que a ella le gustaban pero luego se acobardaba cuando esas mismas chicas pretendían defenderse.
—Está conmigo ahora—dijo enfurecida—somos felices juntos y...
—Abigail, detente—dijo Dimitri al ver mi confusión. Yo no sabía a qué se debía todo aquello pero tampoco me interesaba en lo más mínimo. Me reí en su cara, con una carcajada que llamó aún más la atención de las chusmas que se paseaban por la zona y se detenían a ver el espectáculo que ella estaba montando.
Genial, ahora si hablarían de que era una roba novios.
Me aparté de ella y comencé a caminar hacia la puerta abierta, el tipo de la torre parecía entretenido ahora, pero de repente la mano de ella sujetó mi muñeca y cuando la alzó para golpearme, la detuve en el aire y presioné con fuerza. Bajé su brazo y lo doblé hacia su espalda, lo que hizo que mi boca quedara a escasos centímetros de su oído. Podía sentir como se retorcía de dolor pero aquello no me importó, porque yo llevaba tiempo queriendo hacer eso. Yo había llegado a la comunidad teniendo una relación con Dimitri, ella sabía que había amor entre nosotros pero no le importó buscarlo cuando apenas llevamos meses separados.
—Si vuelves a molestarme, si vuelves a tocarme, o si vuelves a dirigir tu mirada hacia mí, te puedo jurar que no pasarás un momento agradable—dije entre dientes. Ahora era yo la que estaba molesta, enfurecida por toda la gente que nos miraba. La solté y le di un empujón que hizo que se chocara directamente con el pecho fornido de Dimitri. Él me miró y formó un lo siento con los labios, pero sus lamentaciones no me importaban en lo más mínimo, giré los ojos y volví a mi camino, entonces ella lo dijo, furiosa y a los gritos—¡Estoy cansada de las malditas fotos y los putos retratos!—me detuve unos segundos porque no sabía a qué se refería, pero solo fueron segundos porque volví a andar algo avergonzada por cómo me miraban todos.

El Nuevo Mundo (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora