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Dylan seguía algo sedado a la mañana siguiente. Llovía a cantaros y mientras Dani y Dimitri planeaban sus estrategias usando los mapas que ella había robado, Dante y yo observábamos la lluvia caer, sentados detrás de la puerta de vidrio.
No habíamos vistos zorros, ni siquiera se habían aparecido por la noche mientras Dimitri y yo estábamos en el techo. Luego de aquel beso, algo cambió entre nosotros, las sonrisas cómplices eran demasiado obvias y Dani se había dado cuenta.
Dante miró a su hermano, quien aún dormía, luego dejó caer su cabeza sobre mí hombro y respiró profundo.
—Yo era muy pequeño cuando todo comenzó—dijo—y me gustaría ser un poco más como Dylan. Él es valiente, yo no.
—¿Cuántos años tienes?
—Once. Pero siempre dicen que parezco mayor—era verdad. Parecía mucho mayor, pero solo era un niño y estaba asustado—Denis vino de sorpresa y yo odiaba escucharlo llorar, siempre pensaba que los zorros nos atraparían por su culpa. Una vez, estábamos durmiendo en una carpa, papá hacia guardia afuera pero se había quedado dormido, llevábamos tiempo corriendo y todos estábamos cansados. Yo pensé que sería bueno quitarnos un peso de encima, tomé a Denis, lo cargué en mis brazos y salí de la carpa. Caminé por un largo rato y cuando pensaba dejarlo en el suelo a mitad de la nada, apareció mi padre—podía sentir en su voz que estaba a punto de llorar—me dio una charla de cómo debía cuidar a mi hermano pequeño y que nada era más importante que la familia. Ahora, mi hermanito ya no está—guardó silencio un instante. Cubrió su rostro con ambas manos y comenzó a sollozar, eso hizo que Dani y Dimitri nos mirasen. Creo que ninguno de los tres estaba preparado para consolar a un niño, mismo así me sentía la más capacitada para aquello ya que ellos tenían un comportamiento más frío, más distante. Más del ejército.
Envolví mis brazos alrededor de Dante y él hundió casi con desesperación, su rostro en mi cuello, acaricié su espalda e intenté que se tranquilizara.
—Ahora... Ahora estamos solos...Y yo... Moriré antes que Dylan...
—Shhh—dije revolviendo su cabello—estoy aquí. Estoy contigo, estoy con ustedes y te prometo que mientras sea así, nada malo les va a suceder.
Sabía que aquella promesa era casi irreal en los tiempos que corrían, sabía que era egoísta de mi parte prometerle aquello porque nunca sabías cuando podías morir, pero yo no podía permitir que nada malo les pasara, aquellos dos muchachos eran mi responsabilidad a partir del momento que dejamos a su madre sola, con un niño de cuatro años en un mundo donde ser mujer era una sentencia de muerte.
—Abby, ven—dijo Dani. Le di un último apretón a Dante y él se puso de pie para dirigirse hacia su hermano y recostarse junto a él. Caminé hacia los otros dos adultos en el lugar y vi en el mapa todos los lugares que ellos habían marcado como importantes.
Teníamos un largo camino hacia la base, quizás llegaríamos por la noche siempre y cuando Dylan despertase bien y estuviese consciente como para poder defenderse si algo se salía de control. No era buena idea viajar con un muchacho dormido por los medicamentos.
Dani y Dimitri habían hecho un buen trabajo, habían marcado en el mapa todos los lugares que podrían servir para tomar provisiones sin estar bajo el radar del Ejército.
—Son todos los que recordamos ¿Hay alguno que conozcas?
Miré el mapa con atención y comencé a señalar los puntos que recordaba—Esto de aquí es un campamento de rebeldes. Estos de aquí no son rebeldes pero tampoco están del lado del Ejército y no será buena idea cruzar a su gente vestidos con esto—señalé nuestros uniformes—esto de aquí es una tienda y creo que sería buena idea buscar ropa para diferenciarnos de los soldados. Créanme, en las calles se odia al Ejército. Esto es un hospital, trabajan voluntarios que son parte de una comunidad al sur, pero todo favor se devuelve con otro y no es buena idea caer en sus manos. Aquí—marqué un punto rojo—los hombres de negro esconden municiones para su gente que anda en la calle.
—¿Quiénes son los hombres de negro?
—No lo sé—respondí con franqueza—creo que son parte del Ejército pero nunca lo confirmé. Solo sé que son peligrosos. Toman gente de la calle y las secuestran, no sé cuáles serán sus planes, pero sospecho que nada bueno.
Ambos se miraron entre sí, luego miraron el mapa y luego a mí—¿Cómo sabes todo esto?—indagó Dani y Dimitri me miró esperando una respuesta también.
—Ocho años recorriendo el país, fueron suficientes para recordar algunos puntos importantes—me encogí de hombros. Durante mi tiempo fuera, gracias a que mi padre me había enseñado a hacer trabajo de vigilancia, había visto demasiadas cosas. Siempre tomaba mis recaudos y guardaba distancia, y aunque más de una vez me habían atrapado, había conseguido escapar de una manera u otra.
La vida del otro lado de los muros era difícil, demasiado diría yo, pero sentías la libertad que una base militar no podía proporcionarte.
—¿Te parece bien si vamos a la tienda?—preguntó Dimitri mirándome directamente—Necesitamos camuflarnos, eso nos dará una chance si llegamos a cruzarnos con gente del Ejército.
La tienda no estaba muy lejos de dónde nosotros nos encontrábamos, incluso podríamos ir caminando para no llamar la atención con el ruido del motor. Aunque la lluvia nos atrasaría bastante.
Guardamos algunas provisiones en nuestras mochilas, tomamos nuestros rifles y pistolas. Guardé navajas en ambas medias y me aseguré de que no se cayeran sujetándolas con los cordones de las botas. Probablemente me cortarían en el camino, pero podía aguantar unos cortecitos si aquellas navajas me salvaban la vida.
—Mantén la radio encendida—dijo Dimitri y Dani asintió—por nada en el mundo salgan de lugar. Si anochece y no volvemos, te avisaré. No prendan velas. Mientras más desapercibidos pasen, mejor—él le arrojó las llaves a Dani y ella las tomó en el aire—Si las cosas se complican, carga a los muchachos en el Jeep y se marchan ¿Entendido?
—Pero Di...—ella miró las llaves y luego lo miró a él. Ninguno tenía pensado perderse y la idea de no volver a ver los chicos me angustiaba, Dimitri lo notó porque agregó.
—Nos encontraremos en alguna parte—aseguró—siempre y cuando las radios estén encendidas.
Nos despedimos de Dani. Ellos dos se abrazaron y aquello ya no me parecía tan extraño como el día que nos rescataron del sótano. En las últimas semanas, sentía cierta vibra con Dani y finalmente, luego de horas y horas de charlas, me había contado que era lesbiana. Me contó lo difícil que fue salir del armario con sus padres en el viejo mundo, y lo complicado que se le hizo poder aceptarse a sí misma. Además, el primer tiempo en la base también había sido una desgracia, ya que siempre se encontraba con algún idiota que decía que podría hacerla cambiar de opinión, hasta que conoció a Di y su amistad se afianzó.
—Cuídalo por mí—me dijo cuándo me acerqué a saludarla y me envolvió en un abrazo. Ambas miramos a Dimitri, quien estaba junto a la puerta ajustando las tiras de su mochila. A veces, cuando lo miraba, aún recordaba esa mirada que me había dedicado la primera vez que nos habíamos visto, otras veces, solo podía pensar en su belleza indiscutible y en como el camino nos había unido en cierta parte.
Él abrió la puerta y la sostuvo para que yo pudiese pasar, juntos nos sumergimos en la lluvia y comenzamos a andar.
Dimitri podía intentar aparentar que era rudo y sin sentimientos, pero desde que yo había salido de la base se había esforzado por mantenerme a salvo mismo sin que eso fuese su obligación. Traicionó sus propios ideales, y aquello a lo que juraba lealtad ahora no era más que otro enemigo en su lista.
Además, no podía obviar el hecho de que había traído a aquellos dos muchachos con nosotros y que por más que tuviesen una diferencia con Dylan, fue parte de sus cuidados.
Era un buen tipo y eso me gustaba.

El Nuevo Mundo (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora