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Los dos camiones estacionaron en el mismo lugar en el que empezaba el vídeo de Di, a unos cuantos metros de la casa y eso me parecía muy ingenuo de parte de García, ya que todos corríamos un gran riesgo aquel día.
Todos hicimos un círculo alrededor de él y de Dani, quien tenía aquel aparato que mostraba los hologramas en la mano. Lucas se paró a mi lado, llevaba su arma al frente y casi tenía el dedo sobre el gatillo, estaba ansioso por matar, pude notarlo.
—Bien, equipo Beta—dijo Felipe—ustedes cinco—señaló a los muchachos a mi lado—revisen los alrededores y sigan cualquier indicio de que alguien haya salido o entrado de la casa luego de lo que pasó.
—Fue una trampa—dije en la voz elevada levantando una mano como si estuviese en la escuela. Todos giraron a mirarme y visualicé una media sonrisa en Dani, ella era muy hermosa, debía saberlo.
—¿A qué te refieres, Leiva?—preguntó Felipe García y yo me arrepentí de ser el centro de atención. Me había prometido que no diría nada, que me callaría la boca y cumpliría con las órdenes que ellos me dieran, pero no podía poner en riesgo las vidas de todos, no podía permitir que se sacrificaran sin saber la verdad, sin tener la oportunidad de defenderse.
—Bueno.... Emmm....
—Habla ya—dijo Felipe tajante, y era la primera vez que notaba indicios de molestia en él.
—El equipo Alpha dijo que tuvieron avistamientos de civiles y que iban a investigar ¿Y si todo fue montado? ¿No es raro que los zorros hayan estado encerrados en una habitación?—yo sabía que eso era lo que hacían los rebeldes, yo sabía que jugaban con tu mente haciéndote creer que habías encontrado el paraíso, y luego te tiraban los zorros encima para que una vez que ellos hayan arrancado tu piel con las manos, los rebeldes tomen posesión de todas tus cosas—he visto esto antes—dije y me arrepentí—los rebeldes lo organizan así.
Había pronunciado la palabra prohibida en medio de un grupo de soldados, todos me miraron de mala gana, había llamado la atención y esperaba no haber levantado sospechas.
—He estado un buen tiempo afuera y sé de lo que estas personas son capaces. Por algo de comida son capaces de lo que sea, ni hablar de las armas y municiones. El equipo Alpha fue una presa fácil.
—¿Cómo sabemos que tú no eres una rebelde infiltrada?—preguntó un soldado y todos asintieron dudando de mí.
—Cierra la boca, Rodríguez—sentenció Dani.
—¿Qué crees que es recomendable hacer?—preguntó García ignorándolo por completo.
—Me parece genial que cinco revisen el perímetro. Los otros podrían revisar las casas de alrededor y el resto entrar a la casa principal—señalé aquella linda casa bien cuidada, incluso el jardín era una cosa bella, ya que tenía flores de todos los colores y tamaños. Demasiado perfecto para el apocalipsis.
—¿Por qué debería obedecer a la rebelde?—preguntó Wang, mientras me miraba fijamente. Entendí que aquello era una especie de represalia por haberme burlado de él en el camión.
—Porque yo no volveré a explicarles lo que Leiva acaba de decir. Andando.
Wang pasó por mi lado y escupió a mis pies, su saliva casi tocó mis botas y yo quería saltarle a la yugular, pero entonces Felipe volvió a hablar—¡Leiva, vienes con nosotros!
Seguí a Felipe, Dani y Lucas hacia la casa. Me sentía protegida con ellos cuatro, ya que me parecían los más experimentados, al parecer, a Lucas le habían levantado el castigo. Entramos a la casa y el silencio era abrumador, aquello me llamó la atención ya que no había ruidos ni dentro ni fuera, éramos un equipo grande y yo había supuesto que alguien se aparecería, quizás estaba equivocada. Había cuadros familiares colgados en las paredes, y dibujos infantiles pegados en el refrigerador, pero lo que me llamó la atención, era el enorme ramo de flores situado en el medio de la sala, no eran flores secas, habían sido recientemente arrancadas y su fragancia se sentía en el aire. Los pelos se me pusieron de punta y quería salir corriendo.
Dani subió al segundo piso junto a Lucas y los vi desaparecer para ambos lados del corredor. Felipe se metió en la sala y al no encontrar nada subió al segundo piso siguiendo al resto.
Me quedé sola en la planta baja y realmente temía abrir la puerta del sótano por el que había caído Di.
Equipo dos, tenemos frecuencias de calor. Investigaremos.
—Aquí Beta, habla García. Saben qué hacer si encuentran a alguien—sentenció y yo supuse que deberían matarlos o torturarlos hasta conseguir la verdad.
Equipo tres, tenemos movimientos en una de las casas y...—no solo oí el primer disparo a la distancia, sino que sonó en mi oreja por el intercomunicador. Era una emboscada y yo lo había sabido desde el principio.
Despejado—dijo Lucas.
Despejado—copió Dani.
La misma palabra vino de algunos soldados que estaban afuera recorriendo la zona, mientras que los otros se enfrentaba a lo que sea que había en las casas.
¿Leiva, algo en la cocina?—preguntó Felipe.
La cocina estaba vacía, pero se notaban las manchas de la sangre que habían intentado limpiar pero que había dejado restos. Encontré algunos casquillos y al levantarlos supe que eran del arma de Di, era el arma que le daban a los de cargos altos en la base. A mi mente se vino la imagen de un sujeto sin rostro, sentado en el suelo mientras su pierna se desangraba, todos mencionaba a Di y yo aún no lo conocía, nunca había visto su rostro aunque si había estado de infiltrada en su oficina.
—Revisaré abajo, señor—respondí con firmeza.
Tomé el pomo de la puerta, respiré profundo y con mi arma apuntando al otro lado, abrí. La oscuridad era aterradora y busqué el interruptor en la pared, pero al encontrarlo y presionarlo, la luz no prendía entonces encendí mi linterna. Bajé las escaleras maltratadas y me tropecé con un escalón podrido, al llegar abajo lo único que había en el sótano era una enorme biblioteca que parecía fuera de lugar, me pregunté cómo habían hecho para bajarla hasta allí.
En una época tuve miedo de los sótanos, ni siquiera bajaba al que estaba en casa, mamá sabía que por mucho que intentara mandarme a buscar algo en aquella habitación, yo no lo haría, por lo que siempre enviaba a mi hermana. Años después, el sótano se convirtió en el lugar de trabajo de papá y él trabajaba sin interrupciones, sabiendo que yo jamás pondría un pie en aquel lugar, hasta que llegó Zack, pero esa es otra historia.
Jefe, creo que tenemos problemas—dijo una voz desconocida en el auricular, por el ruido que lo acompañaba me di cuenta que estaba afuera.
—Dani, Lucas, revisen lo que falta de la casa. Leiva, avisa si tienes novedades—García sonaba algo agitado, todos lo estábamos supuse.
—¡Jefe, son zorros! ¡Todos juntos en una habitación! ¡Debemos irnos!
—¡Emboscada!—gritó alguien y lo siguiente que se escuchó fueron sus gritos aterrorizantes, un zorro lo había atacado y ni siquiera toda la protección que nos proporcionaban los uniformes fueron suficientes para salvarlo de las mordidas.
Corrí escaleras arriba, pero la puerta se cerró de un golpe en mi propia cara. Comenzó a faltarme el aire y me vi obligada a quitarme la máscara. Bajé y me senté en el suelo, pensando que aquel era mi fin, entonces vi una enorme mancha de sangre y como habían arrastrado algo allí, dirigiéndolo hacia la biblioteca que no debía estar allí.
¿Leiva, el cuerpo de D está allí?—preguntó desesperado Felipe.
—No, señor, no hay nada. Ni rastros de...
Entonces lo sentí, un fuerte golpe en la parte posterior de la cabeza, tan fuerte que me hizo caer de rodillas hacia adelante.
—¿Leiva? ¡Leiva responde!
—¿Abby?—era la voz de Lucas metiéndose en la conversación—Abby, responde, debemos irnos.
Pero yo no podía ni hablar, mucho menos moverme. Sentía la boca algo adormecida y me desesperaba no ver nada en la oscura habitación, nada excepto un par de pies que aparecieron frente a mí, alguien jaló de mi cabello y me obligó a levantar la vista, pero todo era una nube negra frente a mis ojos.
—Cometieron un grave error en volver—dijo el desconocido y sonaba divertido.

El Nuevo Mundo (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora