12 (Tercera parte)

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Fui a visitar a Abby una mañana. La encontré cortando flores en la parte trasera de la granja. Había juntado agua de la lluvia y lavado su ropa, por lo que cuando la vi tenía puesto unos shorts de jeans y una remera amplia, mientras el uniforme con el que había escapado estaba colgado al sol.
Me contó con entusiasmo que se había encargado de los zorros que merodeaban por la zona y aquello me pareció admirable. Me contó que estaba durmiendo bien y que estaba tranquila en aquel lugar. Me contó que Dani le había llevado cosas y me agradeció por ello, aunque le costó abrirle la puerta cuando la vio, ya que dudaba de ella.
Me contó que había salido a caminar por el bosque y que se había encontrado con un grupo de personas, hombres, mujeres y niños que estaban escapando de las manos de los soldados, y aquel miedo infundido del otro lado de los muros hacia los que se suponía que eran de mi bando, comenzaba a tener sentido.
¿Qué otras cosas me habían estado ocultando?
—Se quedaran en una granja que está cruzando el río—dijo ella—les dije que si necesitaban algo podían contar conmigo. El río es bajo en esta zona por lo que se puede cruzar caminando.
Abby tenía otro semblante, parecía más alegre, más abierta, parecía otra persona y me encantaba que compartiera todo eso conmigo. Incluso sonreía ¡Sonreía! Y cada vez que lo hacía, yo me contagiaba, porque era algo dulce, genuino, adorable. Cuando sonreía, se le formaban dos pequeños hoyuelos a ambos lados de sus mejillas regordetas.
Sentí que yo también podía compartir algo con ella—He descubierto cosas en la base—dije y ella giró para verme a los ojos. Estábamos recostados en el pasto, bajo un árbol. Los pájaros cantaban sobre nuestras cabezas y por primera vez en mucho tiempo sentí paz—hay cosas que me han estado ocultando y he estado tratando de descubrirlo.
—¿Cómo cuáles?
—Entró un cargamento sorpresa a la base. Y yo no tenía ni puta idea de él. He preguntado por todos lados y nadie lo ha visto, y es imposible que no lo hayan visto. Lo he buscado todos estos días, pero no lo encuentro.
—Evidentemente no has buscado bien—dijo con una sonrisa burlona.
Le di unos golpecitos en la cabeza con mi dedo índice y ella rió—Quizás necesito tu cerebro—con eso, se generó un ambiente diferente entre ambos, me miró los labios y yo los suyos, pero no estaba listo para que me rechazara nuevamente, además quería que se quedara conmigo y sabía que si pasaba algo entre nosotros, probablemente se marcharía al día siguiente, por eso corrí la mirada y volví a fijarla en el cielo—hablé con mi hermano, el de la base principal—dije—dijo que están cerca de encontrar la cura.
Pude sentir como se tensaba a mi lado y su expresión era indescifrable—¿Cómo? ¿La cura?
—Han atrapado a un sujeto, al parecer viajaba con su hija...—le conté la misma historia que Otis me había contado, sin obviar ningún detalle. Ella me prestó atención a cada palabra y parecía estar muy asombrada con el asunto.
—¿Y la niña? ¿Cómo está? ¿Sigue viva?
Su repentino interés fue algo sorpresivo, parecía preocupada, de repente en su ceño se había dibujado una línea que deseaba borrar, en su lugar respondí—No lo sé. Otis no me dijo nada.
Estuvimos un rato más tirados al sol, pero el silencio comenzó a hacerse insoportable, así que cuando la noche comenzó a caer, tomé mis cosas y caminamos hacia mi Jeep.
Nos detuvimos junto a la puerta y ella evitó mirarme hasta que se lanzó sobre mí y me rodeó con sus brazos.
—Gracias—dijo mientras se apartaba tímidamente—por haberme perdonado la vida en aquel bosque. Gracias por ayudarme a salir de aquel sótano. Gracias por haberme salvado en aquel centro comercial. Gracias por volver conmigo aquella noche en el campamento Jonás. Gracias por todo lo que me has dado estos días, por mandar a Dani con provisiones, por escaparte de la base para asegurarte de si estoy bien. Eres un buen tipo, Dimitri y espero que lo sigas siendo—aquello me sonó a despedida y lo confirmé con sus palabras—creo que voy a seguir mi camino. Quiero llegar a los refugios del sur—sus palabras fueron un balde de agua fría, yo no quería que se marchara.
—Pensé que... Yo pensé que...
—No puedo quedarme aquí. No falta mucho para que alguien te siga y nos descubran, y no quiero causarte problemas.
—Bien, pues, entonces... Suerte—intenté que mi voz no me traicionara. No iba a rogarle a esa chica que se quedara conmigo, no tenía porque, no teníamos ninguno vínculo. Pero algo me conectaba a ella, cuando estábamos juntos el Nuevo Mundo desaparecía de mi mente y me imaginaba conociéndola en otras circunstancias, y en mis pensamientos no había nada romántico, éramos solo ella y yo, caminando por la pradera o tomando un helado, porque cuando ella estaba cerca me sentía mejor.
—Gracias—repitió esa palabra—y sé que es demasiado pedir, pero ¿Recuerdas a los chicos que el equipo rescató en la zona de los bancos?—asentí—¿Hay alguna forma de que tú los saques de la base y los traigas aquí conmigo?
Ella pensaba escapar y no me había propuesto hacerlo juntos, sino que quería que le trajese a aquellos dos muchachos para que escaparan juntos. Me sentí ofendido pero no lo mencioné—No creo que pueda—intenté sonar convincente. Ella pareció decepcionada y aquello me apenó. Supongo que sentía culpa, la misma culpa que yo sentía cada vez que dejaba un civil a su suerte o lo mataba y obligaba a su familia a subir al camión, hacía tiempo que eso no sucedía y la última vez había sido con esos dos chicos que tuvieron que alejarse de su familia—Veré que puedo hacer—dije al fin. Sonrió, volvió a abrazarme y mientras la tenía colgada de mi cuello, sentí el instinto de besarla, los últimos rayos de sol iluminaba su rostro, sus mejillas estaban algo rojas producto de haber pasado horas bajo el sol, sus pestañas tenían una linda curva que agrandaba sus ojos algo pequeños y un tantito rasgados. Tenía pequeñas pecas esparcidas por el rostro, no eran muchas pero le daban un aire angelical.
Todo en ella me hacía querer besarla, tomarla y hacerla mía en cualquier lugar, pero me contuve, una vez más y dejé pasar la oportunidad. Me incliné y le planté un beso largo en la mejilla—Espero que si no nos volvemos a ver, llegues a tu destino sana y salva.
Me subí al Jeep, puse contacto, arranqué y mientras me marchaba la veía por el espejo retrovisor.

El Nuevo Mundo (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora