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Me desperté en el momento justo que Dimitri estaba preparándose. Me sonrió y yo no pude evitar sonreír. Me puse de pie y le di un cálido beso en los labios, él envolvió mi cintura con sus brazos y me permití dejar mi cabeza sobre su pecho un instante.
Aquello me recordaba al primer amor de una persona, aunque mi primer amor había sido Zack. Pero con Dimitri era diferente, era una sensación rara la que sentía cada vez que estaba con él, porque todo en él emanaba una energía tan poderosa que te hacía desearlo con constancia. Había sido así desde el principio, debía admitirlo.
—Hay un hermoso día afuera. Hablé con Dani y dijo que Dylan ya despertó. Se sentirá mejor para cuando lleguemos.
Aquella noticia fue un buen inicio. Deseaba abrazar a aquel muchacho así como él me había abrazado la tarde que nos encontramos en el granero. Creía firmemente que había establecido un lazo con las personas que rodeaban en aquel momento, Dimitri me había parecido un idiota al principio pero me había mantenido oculta esos días en la granja y había sacrificado todo lo que había logrado en aquella base, por mí. Dani, si bien había seguido a Dimitri, estaba ahí con nosotros, ella había sido amable conmigo desde el principio y los días en la granja, cuando ella aparecía y hablábamos por horas como si fuésemos dos mujeres en el viejo mundo, me ayudaba a mantenerme cuerda. Y en cuanto los muchachos, quizás era porque me recordaban a mi hermana y a mí en el viejo mundo o porque me sentía en deuda con ellos, pero ya eran parte de mi vida.
Me sentía afortunada, aunque sabía que había cometido un error en entablar vínculos con ellos.
De repente, sentimos pasos y aquello nos puso a ambos en alerta.
Sentimos risas y me di cuenta que eran hombres.
Me acerqué a la puerta mientras colgaba el rifle en mi hombro y me llevaba la mochila a la espalda.
—Y entonces le dije, cariño si quieres hacerlo difícil no tengo ningún problema—ambos sujetos se rieron.
—Oye—dijo el otro—¿Qué pasó con los zorros? ¿Dónde están? ¿Acaso Enrique no dijo que los había dejado en el salón para que atacaran a quienes quisieran entrar?—aquello era común entre los rebeldes. Solían manejar a los zorros como si fuesen muñecos y si no fuese porque los había visto un par de veces mientras los agarraban, diría que lo hacían con magia negra.
Los sujetaban lanzando uno de esos palos que se usaban antes para manipular a los animales no domesticados o difíciles de manejar.
Ambos guardaron silencio por un largo rato y yo me los imaginaba recorriendo la tienda en busca de los intrusos. Los rebeldes hacían eso, había estudiado sus movimientos por meses largos, tomaban posesión de un lugar y luego, para que nadie lo usurpara o tomara sus cosas, metían zorros para que atacasen a cualquier persona que intentase meterse.
De repente alguien movió el picaporte de la puerta y sentí terror. Intentaron abrirla pero no hubo caso, fue entonces que comenzaron a golpearla e intentaron tirarla abajo pero no pudieron gracias a que la noche anterior habíamos colocado los muebles como seguros.
—¡Hay alguien aquí!—dijo un tipo.
—Vamos—dijo Dimitri tomando mi mano y obligándome a alejarme. Abrimos la ventana y con sus manos entrelazadas me ayudó a subir, me tendió nuestras cosas y las dejé a un costado, luego me incliné para tomar su mano y fue cuando la biblioteca pequeña que habíamos puesto sobre el escritorio se cayó al suelo, rompiéndose. Solo les tomó un poco de fuerza bruta para abrir la puerta y encontrarse con Dimitri en la oficina.
—Ve por la chica—dijo el tipo.
—Corre—me dijo Dimitri mientras el otro tipo se colaba en la habitación.
—No voy a dejarte—respondí ofendida por su petición.
—¡Corre, Abigail!
Pero no tuve tiempo a hacerlo, porque de repente alguien me tomó por detrás y me tiró de cara al suelo. Sentí mi piel raspándose en el asfalto y pensé en que se convertiría en una cicatriz más para la colección. El sujeto me obligó a voltear y cuando lo vi a la cara, sentí más miedo que antes. Tenía los ojos perdidos, una enorme cicatriz cruzaba su rostro y bajaba por su cuello y los dientes parecían estar negros. No olía para nada bien y su ropa estaba demasiado sucia. El desenfundó un cuchillo y lo paseó por mi rostro suavemente, aquello me generó nauseas.
—Hace tiempo que no encontramos una chica—dijo con una sonrisa maliciosa. Se inclinó sobre mí y aspiró el aroma de mi cuello. Yo cerré los ojos y giré la cabeza. Con un movimiento rápido, pateé su estómago y cayó de culo hacia atrás. Me puse de pie y pateé con todas mis fuerzas su cabeza, quedó inconsciente. Me cargué al hombro los bolsos que Dimitri me había pasado y me incliné para observar por la ventana, sentí pánico al ver que ni él ni el otro tipo estaban allí. Corrí para rodear el edificio y a unos metros, atados a un árbol había dos caballos esperando.
Me di de narices con alguien cuando estaba a punto de abrir la puerta por la que habíamos entrado la noche anterior. Era Di, tenía un pequeño golpe en la mejilla izquierda, y un corte en el labio, fuera de eso se lo veía bien y eso me alegró. Lo abracé y noté que ambos respirábamos con dificultad, nuestros corazones palpitaban con fuerza.
—Estaba preocupado—dijo.
—Yo igual—ambos nos dirigimos hacia los caballos y echamos a andar, y cuando íbamos entrando a la carretera, a lo lejos notamos un grupo de al menos diez personas, todas sobre caballos. Parecían hablar o discutir de algo y dado a que no estábamos muy lejos de la tienda, supusimos que pertenecían al grupo de aquellos dos sujetos.
—¡Oigan!—dijo uno mientras nos miraba—esos caballos son nuestros.
Le ordené al animal que corriera y lo hizo. Nos sumergimos en el bosque siendo perseguidos por tipos enfurecidos y mientras andábamos, Dimitri se comunicó con Dani, con la voz agitada le dijo—Dani, escucha. Toma a los chicos, súbanse a la camioneta y nos encontramos en el punto cinco.
¿De qué hablas? ¿A qué te refieres?
¡Solo has lo que te digo!
Era difícil estar encima de un caballo que corría a toda velocidad mientras hablabas por radio, pero él lo manejó muy bien.
El primer disparo lo sentí zumbar en mi oído, como si hubiese pasado tan pero tan cerca que por poco me vuela la oreja, el segundo golpeó el tronco de un árbol más adelante y el tercero traspasó el bolso que cruzaba mi pecho. Aquella sí que fue una persecución difícil y pensé que no íbamos a lograrlo, cuando llegamos al puente que estaba partido a la mitad y vi que Dimitri no se detenía, sino que apuraba a su caballo para que corriera más y más fuerte.
Lo imité y grité de alegría cuando aterrizamos del otro lado. Los otros tipos frenaron a último momento y pude captar el miedo que tenían de caer al vacío.
Dimitri les mostró el dedo del medio y yo me reí.
—¿Cuál es el punto cinco?—pregunté.
—Una granja en las afueras de la ciudad. No te asustes, pero tenemos conocidos allí—la idea de tener conocidos no me agradaba, es decir ¿Qué tan probable era que no fusen aliados del Ejército? ¿Cómo sabíamos que no nos traicionarían?
Pero Dimitri parecía decidido y no me opuse a seguirlo.
El camino fue largo y no paraba de pensar en cómo estarían los muchachos, me preocupaba Dylan y Dante, pero confiaba en que estaban en buenas manos y Dani los cuidaría con su vida. Esperaba verlos a los tres, sanos y salvo.
El camino a la granja parecía desierto y extrañamente no vimos ni siquiera un zorro en el camino, Dimitri me explicó que la gente en la granja se ocupaba de salir casi todos los días y matar a los zorros de la zona, preferían hacerlo así, a su tiempo y no esperando que un zorro se apareciera en su lugar.
Me parecía extraño que Di haya tenido alguien en quien confiar afuera y no haber desertado hace tiempo, pero agradecí que no lo hubiese hecho, porque de esa forma nos conocimos y ahora lo tenía como compañero.
Todos tus compañeros mueren. Todo lo que tocas destruyes.
Me detuve por un instante a pensar en aquellas palabras que daban vueltas en mi mente hacía años. Era verdad, tenía el don para destruirlo todo y eso me atormentaba día y noche.
Nos metimos en un camino de tierra el cual nos dirigió a una zona que estaba completamente cercada. En el suelo noté las marcas de un vehículo y deseé con todas mis fuerzas que fuese el Jeep, habían pasado horas desde que Dimitri dio aviso a Dani de que viniesen y en coche, demorarían menos, mucho menos de lo que habíamos demorado a caballo. Pero el alma se me vino a los pies cuando en la distancia, no vi el todoterreno por ninguna parte, supongo que Dimitri también lo pensó porque me miró y vi la preocupación en sus ojos.
A lo lejos, un grupo de personas salieron a recibirnos. Un hombre sonrió y Dimitri lo saludó con ese típico saludo militar que tenían, a su lado había una mujer embarazada y por un instante pensé en lo egoísta que era traer a un bebé a este mundo corrompido, a este mundo en ruinas.
Nos bajamos de los caballos y dos muchachos los llevaron para que bebieran agua, el sujeto se encontró con Dimitri en un abrazo muy masculino, lo alejó un poco para verlo mejor y parecía analizar su rostro minuciosamente, luego largó—Mierda, Di, la base te ha arruinado.
Dimitri rió y yo quise imaginarme como era antes de que todo esto pasara, intentaba hacerme una idea pero era en vano, no lo conocía lo suficiente como para saber que era de aquel muchacho que se había enlistado al Ejército gracias a su padre.
Di se acercó a la mujer embarazada, se miraron con cierta complicidad unos cuantos segundos y luego se encontraron en un abrazo demasiado incómodo para ambos—Que gusto me da verte—dijo ella contemplándolo con cierto cariño.
—A mí igual—respondió él, pero no le daba gusto verla, lo noté en la sonrisa forzada que le regaló.
—Oigan, aléjense un poco que tu chica y yo nos pondremos celosos—el sujeto me golpeó con el codo y sonrió de manera juguetona, pero fue la mirada de Di la que me dejó algo incómoda, vi algo en él que me hizo intentar remediar la situación y lo único que se me ocurrió decir fue—Yo no...Nosotros no...
Tanto el tipo como la chica, nos miraron algo confundidos.
—Ellos son Gabriel y Camila. Eran parte de la base hasta que desertaron hace ¿Tres años?
—Cuatro—lo corrigieron ambos.
—Cuatro—Dimitri sonrió pero la sonrisa se le borró del rostro—¿Saben algo de Dani? ¿Ella llegó?
—No sabía que Dani había escapado contigo—dijo Camila acariciando su enorme panza que parecía a punto de explotar—no ha llegado y nuestra gente no mencionó nada raro en los alrededores—guardamos silencio un buen rato, mientras yo contenía todo ápice de nerviosismo que podría tener—ya van a llegar, Di—dijo ella acariciando su hombro—no te preocupes—noté como Gabriel los miraba de manera extraña—pasen, de seguro deben tener hambre.
Yo solo esperaba que aquello no fuese una trampa, esperaba que los muchachos y Dani estuviesen a salvo, deseaba con todas mis fuerzas poder verlos una vez más. Habían pasado muchas cosas en las últimas veinticuatro horas, pero así era el Nuevo Mundo, una constante de cosas que ponían en riesgo tu vida.
Comimos el asado que Gabriel preparó en honor a Dimitri, nunca había sido muy amante de la carne en el viejo mundo, pero me había tocado acostumbrarme, ya que era eso o morir de hambre. Las horas pasaban y Dimitri intentaba comunicarse con Dani sin éxito. Comencé a preocuparme cuando vi que comenzó a caer la noche y el sol se ocultaba de nosotros.
Aquello no era buena señal.
—¿Qué hubo entre tú y esa chica?
Dimitri giró a mirarme y se le dibujo una sonrisa de lo más coqueta. Estábamos sentados en el césped, a unos cuantos metros de la entrada, me había dado cuenta que tanto a él como a mí, nos gustaba contemplar el cielo, el sol, la luna y las estrellas.
—Camila y yo tuvimos algo en sus inicios en la base.
—Sexo—dije y él se rió.
—Si, algo así—se encogió de hombros y comenzó a arrancar el pasto y juguetear con ello—pero luego ella se escapó con Gabriel y con toda la historia que descubrí antes de salir de la base, creo entender porque lo hicieron tan repentinamente. Esa noche perdimos a tres de mis hombres y siete mujeres civiles.
—¿Y cómo descubriste que estaban aquí?
—Camila sabía las rutas que yo tomaba cuando quería alejarme de la base, un día se apareció en mi campamento improvisado y me contó con quien estaba. Dijo que deseaba seguir viéndome pero no me pareció correcto, hasta hace poco, cuando comencé a traerles provisiones en el Jeep. Se la ve feliz con Gabriel y me alegro por ella, ya que yo no...
—¿No eres de los que se enamoran?—pregunté medio en broma medio en serio. Mi interior necesitaba saberlo, mismo si su respuesta doliese un poco.
—No me enamoré de ella—aclaró mirándome fijamente a los ojos. Luego sujetó suavemente mi mentón y me plantó un beso en los labios.
Yo no quería pensar en el mensaje que me estaba dando con aquello, pero me dejé llevar por la emoción del momento.
De repente escuchamos un motor, ambos nos incorporamos y tomamos nuestros rifles, estábamos en un lugar seguro pero mismo así la presión del ser perseguidos era tan grande que no podíamos dejarnos llevar por un momento de tranquilidad. Vimos el Jeep y yo corrí a su encuentro, Dani frenó cuando casi me choca y se bajó del vehículo con el ceño fruncido.
—Oye, si quieres matarte no lo hagas tirándote delante de un vehículo que yo manejo, por fa—con una enorme sonrisa y casi lágrimas de felicidad, me arrojé a sus brazos y ella me recibió con sorpresa—¿Estás bien?—preguntó muy bajo en mi oído—¿Dimitri te hizo algo? Porque si fue así podemos dejarlo tirado aquí e irnos con los muchachos y...
Me aparté y la miré a los ojos, tenía un pequeño moretón sobre su ojo derecho y al observar su ropa parecía manchada con sangre.
—Estoy bien y Dimitri no me hizo nada.
—¿Se puede saber porque mierda no has respondido a la radio, Dani?—Dimitri quería sonar molesto, pero vi en su rostro la alegría de ver a su amiga.
—Lo siento, jefe—respondió ella y luego le arrojó la radio y él la atrapó en el aire—pero me diste la misma radio que llevamos años usando, era obvio que en algún momento se iba a quedar sin pilas.
Dante ayudaba a Dylan a bajar de la parte trasera del todoterreno y de la misma forma que abracé a Dani me lancé sobre ellos hasta que el mayor se quejó y me aparté disculpándome—No se hacen una idea de lo mucho que me alegra verlos—volví a abrazarlos y esta vez nadie se quejó.
—¿Por qué demoraron tanto?
—Quería asegurarme de tener bastante combustible para llegar hasta aquí y para el viaje hacia la base principal, así que pasamos por uno de los puntos de respaldo de Di.
—Dani, eso fue demasiado peligroso para ti sola.
—Pues que suerte que no fui sola ¿Verdad muchachos? Tuve dos buenos compañeros ¡Dante mató un zorro!—gritó de felicidad y miré al pequeño que tenía las zapatillas manchadas de sangre y las manos rojas.
No quería que él llegase a eso, pero me alegraba que comenzara a defenderse solo, ya que en cualquier momento, en el Nuevo Mundo, algo podría dejarte indefenso y no siempre tendrías la ayuda necesaria para librarte de ello.
Caminamos hacia la casa, donde los muchachos y Dani se bañaron y cuando nos encontramos en la sala le entregamos las mudas de ropa que habíamos traído para cada uno, desembolsándolas como si fuesen regalos de navidad.
Si bien Dimitri había dicho que lo mejor eran botas para los muchachos, ya que aguantarían el frío, yo me opuse y les di zapatillas deportivas, de esas que puedes usar cómodamente en cualquier etapa del año. Ellos se mostraron conformes con eso y con el resto de la ropa.
Los ojos de Dylan brillaron cuando vio la camiseta de su equipo.
—Wuaw—dijo con asombro—gracias, Abbs.
—No fui yo—respondí y él me miró. Hice un ademán hacia Dimitri, quien intentaba ignorar por completo nuestra conversación pero bien sabía que estaba escuchando todo con atención.
—Gracias—dijo Dylan mirándolo y Di asintió con la cabeza.
Ambos se mostraban duros y distantes, pero yo sabía que con ese pequeño gesto algo había cambiado. Quizás nunca le perdonaría lo que había hecho con sus padres, pero al menos Dylan lo toleraría un poco más.
Camila y Gabriel realmente se lucieron, hicieron que todo su equipo nos sirviera un gran banquete aquella noche. Nos ofrecieron dos habitaciones de su linda casa y acompañé a los muchachos hacia su cuarto asignado, donde Dante me contó cómo fue que mató un zorro con una barra de metal y Dylan confirmaba los hechos con asentamientos de cabeza algo frenéticos.
—Me alegro por ti, pequeño—dije revolviendo su cabello. Instintivamente le di un beso en la frente antes de que se cubriera con la ropa de cama, yo sabía que aquello era quizás vergonzoso para alguien de su edad, pero a mí me recordó a Maia y lo inocente que era cuando todo empezó.
Dante no protestó, al contrario, me regaló una enorme sonrisa y me dio un beso en la mejilla.
Dani entró en la habitación vistiendo su pijama y su cabello iba mojado, manchando el suelo con gotas de agua.
—¿Dormirás aquí?—pregunté ya que el trato era que los muchachos se quedaran con la habitación pequeña y nosotros tres con la más grande.
—Si, quiero asegurarme de que ninguno escape—dijo señalando a los chicos y los tres rieron, pero yo sospechaba que lo hacía para darnos intimidad a mí y a Dimitri, y aunque la idea no me desagradaba para nada, me sentía un tanto incomoda.
Me despedí de ellos y lentamente caminé hacia el final del corredor, donde vi que la puerta de nuestra habitación asignada estaba entreabierta y un hilo de luz aparecía en el suelo, me detuve junto a la puerta y observé, se escuchaban voces dentro y no quise interrumpir, o mejor dicho, quise escuchar que tenían para decirse.
—Podría ser tuyo—dijo Camila con seguridad, la vi tocarse la barriga, de esa forma que todas las embarazadas lo hacían, de esa forma que transmitían dulzura.
Un silencio se hizo notar en el ambiente y la expresión incrédula de Dimitri lo decía todo—No, es imposible—dijo alejándose un poco de ella con las manos en la cabeza—nuestra última vez fue hace mucho tiempo.
—No dije que fuese tuyo—aclaró ella—dije que podría ser. Déjame ir con ustedes. Déjame unirme a tu grupo ¿Acaso no extrañas nuestra conexión? Éramos felices juntos, Di. Lo sé porque lo siempre lo he sentido aquí—tomó su mano y se la llevó al pecho, pero Dimitri se apartó y la miró como si estuviese loca.
—Estás con Gabriel, son felices juntos.
—No, no lo somos. Sabes cómo es él. Aún te amo—dijo ella y las palabras se perdieron en el aire. Aquello me pareció sumamente incómodo para ambos, incluso vi que Dimitri no parecía a gusto con aquello.
Alguien me tomó por detrás y me hizo dar un salto y pegar un gritito. Gabriel se rió y aunque creí que tenía que imitarlo no podía hacerlo. Él estaba cuidando de esa chica y de su bebé en camino, no había parado de hablar en toda la tarde de cuales nombres elegirían para el niño, porque él intuía que era niño. Estaba demasiado preocupado porque Camila no sufriera demasiado y había buscado durante todos estos meses alguna persona que estuviese medianamente capacitada para recibir al niño y su esfuerzo valió la pena porque encontraron un enfermero en la carretera y aunque no era lo que realmente necesitaban, servía.
—Parece que has visto un fantasma, Abby.
—Es solo que...
La puerta se abrió y Gabriel se sorprendió al ver a su novia, mujer, o esposa, lo que sea que ella fuese en el Nuevo Mundo, saliendo de la habitación de Dimitri, él los miraba desde el mismo lugar, con los brazos cruzados sobre el pecho y la mirada pesada.
Ella pasó de nosotros y se alejó sumergiéndose en la oscuridad del corredor, Gabriel le echó una última mirada a Dimitri y siguió los pasos de la chica.
Entré y cerré la puerta detrás de mí, mientras Di se rascaba la cabeza con algo de incomodidad.
Para romper un poco la tensión, caminé hacia la cómoda y sin siquiera mirarlo dije—Nadie se resiste a los encantos del Gran Di.
Él se rió, pero fue una risa carente de gracia—Fue complicado, pero te aseguro que ese niño no es mío.
—No me debes explicaciones, Di—dije casi sin ganas, mientras dejaba mi pistola sobre la cómoda y comenzaba a sacar todos los cuchillos escondidos que llevaba en el cuerpo, aquello se había hecho una costumbre desde que Zack murió, debía protegerme sola, ya nadie lo hacía por mí, por eso escondía las armas en mi cuerpo y aunque muchas veces terminaba con pequeños cortes, prefería eso a que me tomaran desprevenida.
La ventana estaba abierta y una suave ráfaga de viento entraba moviendo las cortinas, era una noche espectacular y si asomabas un poco la cabeza por la ventana, podías ver en lo alto las hermosas estrellas que brillaban con fuerza ¿Cuántas habían muerto desde que todo empezó?
—Es que tú has cambiado las cosas para mí—dijo sin más. Volteé a mirarlo y estaba sentado sobre el borde de la cama, con los hombros hundidos y jugueteando con sus dedos—me has ayudado a ser mejor y quiero que conozcas mi mejor versión, pero al parecer, solo soy esto, Dimitri el que caga todo lo que toca.
Aquello no lo describía en lo absoluto, a pesar de que había estado del bando equivocado tanto tiempo, Dimitri había salvado vidas, había hecho que familias enteras estuviesen a salvo y pudiesen seguir juntas y aquello era un privilegio en el Nuevo Mundo, del otro lado de los muros, la historia era otra y Dylan era el claro ejemplo de aquello.
Yo no era de las que tomaban la iniciativa, al menos no en el viejo mundo, en el nuevo me importaba muy poco lo que pensaran de mí, y aquella noche deseaba a Dimitri más que a cualquier cosa.
Caminé hacia él, me senté en su regazo y sujeté sus mejillas entre mis manos, sus labios quedaron apretados de forma que parecía un duck face, sus ojos azules eran la gloria y juraría que cambiaban de tonalidad según el día y la hora. Le planté un beso en los labios, mientras él suavemente se permitía casi con miedo, acariciar mi espalda subiendo lentamente hasta las tiras del sostén.
Sus labios se deslizaron hacia mi cuello y llegaron a la zona de mi clavícula donde sentí como humedecía mi piel. Intentó quitarme la camiseta pero no se lo permití, aunque yo si tuve el descaro de quitarle la suya. Ambos caímos en la cama y nos encendimos cómo dos adolescentes, pero no fuimos más allá de eso, porque Dimitri se detuvo aunque tenía la respiración acelerada producto de la excitación.
—No será así—dijo de repente—que estemos en el nuevo mundo no significa que no pueda ser un caballero—ambos reímos con eso—quiero que sea especial.
Y lo fue, claro que lo fue, pero no aquella noche.
Aquella noche, Dimitiri me envolvió en sus brazos y mientras yo me embriagaba con su olor, nuestras respiraciones se sincronizaban y aquello me hizo entender cuan perdida estaba.

El Nuevo Mundo (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora