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Medio que empujé a Dimitri que estaba delante de mí, para abrirme paso hacia mamá, que corría en mi dirección. Nos encontramos en un choque que hizo que ambas cayéramos al suelo. Jamás voy a poder describir el conjunto de emociones que sentí en aquel momento. Mi padre había pensado que la idea de mantenernos separadas haría que aquellos que me buscaban, no arremetieran contra mi madre y mi hermana. Pero yo creía que esa idea solo había hecho que sufriéramos.
Lloré, me derrumbé en los brazos de mamá mientras ella me abrazaba con tanta fuerza que sentía que exprimía mis órganos internos.
Se apartó unos segundos para contemplar mi rostro y entre lágrimas dijo—Mi bebé. Estás viva. Estás aquí.
—Te extrañé demasiado—dije mirándola a los ojos. Me sorprendí cuando vi que los años parecían no haber pasado para ella, continuaba igual de radiante.
Mi padre nunca dejó de hablar de mamá, siempre dormía aferrado a su foto de casamiento. Todas las noches lo escuchaba decir—Buenas noches, Anne.
Cada año que pasó vivo, papá recordaba su aniversario y juntaba flores para dejarlas con chocolates, a modo de ofrenda en algún lugar, los chocolates estaban pasados en su fecha de caducidad, y las flores no eran las mismas que alguna vez le había regalado mientras el mundo aún era algo normal, sin embargo aquel pequeño gran gesto, había hecho que yo lo admirase aún más por ello y deseara conseguir un amor como el que se tenían. Los últimos tiempos de su existencia, creo que haber sido el creador del virus y pasar tanto tiempo entre los muertos, arruinó su cabeza, porque hablaba solo creyendo que mi madre estaba con él.
Mamá miró a mis compañeros y la sonrisa en su rostro desapareció cuando notó que mi padre no estaba entre ellos.
—¿Qué hay de...?
—Papá murió—dije y sonó como si aquello no me importase, pero si me importaba y mucho.
Ella bajó la cabeza y se llevó la mano al cuello, donde colgaba de una fina cadena su sortija de matrimonio. Supongo que hacía mucho tiempo se había acostumbrado a aquella idea, todos lo hacíamos, la esperanza no era un lujo que podías darte en el Nuevo Mundo.
—¿Qué hay de Zack?—no hizo falta que respondiera, porque aquel nombre tenía un efecto terrible en mí. Lo había visto hasta hacia tan solo unas horas y me había arrepentido por haberlo mordido, yo fui la primera que lo trató como una rata de laboratorio y era mi culpa que el Ejército lo hubiese tomado como rehén—Lo siento, cariño.
Mamá envolvió mis hombros con su brazo, yo rodeé su cintura con el mío y así caminamos hacia mi grupo de amigos que nos miraban casi sin entender nada.
—Ellos son Dylan, Dante, Dani y Dimitri—al mencionar sus nombres me di cuenta que todos empezaban con D, por primera vez en mucho tiempo me permití pensar algo tan banal como aquello.
Mamá le extendió la mano a cada uno de ellos y luego le dio un rápido abrazo a Jacob, quien estaba parado junto a mi grupo con una sonrisa de orgullo.
—Siempre estuve orgullosa de tu trabajo, Jacob. La comunidad se mantiene de pie, gracias a que tú sales al mundo y buscas personas que puedan servirnos aquí dentro, pero hoy, hoy no me alcanzan las palabras para decirte cuanto agradezco que hayas traído a mi niña. Jamás voy a poder pagarte esto, pero quiero que sepas cuan valioso eres para mí—Jacob no dijo nada, simplemente sonrió y se inclinó hacia adelante en un acto de reverencia.
Por unos segundos me pregunté sí mi madre me había buscado tanto como yo las había buscado a ellas. Estaba casi segura de que si, pero lamentablemente el mundo no nos había permitido aquello. Era difícil un reencuentro en el Nuevo Mundo, sobre todo porque la mayoría de las personas decidían partir hacia otros lugares, recorrer kilómetros y kilómetros para alejarse de las grandes ciudades y así conseguir al menos un poco de la tranquilidad que los zorros nos quitaban.  Nadie te aseguraba que volverías a ver a tus seres queridos si se separaban como lo habíamos hecho nosotras, pero siempre albergabas esa esperanza.
—¿Pero qué sucede aquí?—aquella voz.
Aquella voz no había cambiado mucho, quizás se debía a que aún era una niña, bueno, en realidad era una adolescente pero para mí siempre sería mi hermanita.
Giré y vi como Maia dejaba una bicicleta en el suelo, al verme detuvo su andar casi como si hubiese chocado contra una pared. Sus ojos se abrieron de par de par. Tenía el cabello largo que traspasaba su cintura, llevaba un jardinero por encima de una camiseta blanca y unas Converse rojas. Las dos trenzas que llevaba en el cabello, iban decoradas con pequeñas florcitas blancas.
—¿Sammy?—y ni siquiera tuve tiempo a responder, ella corrió hacia mí, se lanzó sobre mí y envolvió mi cuerpo con sus piernas y brazos. Permanecimos así un largo rato, podía sentir que con cada segundo que pasaba, volvía a sentirme viva después de mucho tiempo.
Mamá y Maia hablaron con mi grupo en el jardín del Consejo, nos invitaron jugo de naranja y todos lo bebimos como si fuésemos animales. Luego, nos guiaron por el lugar y nos asignaron dos casas para que estuviésemos más cómodos.
—Los vecinos te odiaran—dijo Maia con diversión mientras envolvía su brazo con el mío—han reclamado estas casas durante meses, pero mamá no quería dar el brazo a torcer. Tienen vista al lago y están alejadas de los niños de la comunidad, por lo que es mucho más tranquilo—Dimitri hablaba con mi madre, ambos caminaban al frente de todos y nosotros los seguíamos como siempre habíamos hecho. Mi madre era la líder de Nuevo Baires, mientras que Dimitri había sido el líder de su base durante ocho largos años. En el viejo mundo, mi madre era de las que preferían escuchar órdenes de los demás y hacer lo que sea que les dijesen que hicieran, pero en el Nuevo Mundo se había convertido en una persona totalmente diferente.
—Es bastante guapo—dijo Maia—¿Cómo se llama?
—Dimitri—respondí sin pensar, con una estúpida sonrisa en el rostro.
—El viejo no. Hablo de él—señaló directamente a Dylan, quien al parecer se dio cuenta de que mi hermana hablaba de él porque volteó y le sonrió.
—Oh, Dylan. Tiene tu edad—le dije golpeándola suavemente con mi codo y aquello le sacó una enorme sonrisa.
—Cool, cool, cool—ella me miró y dijo—¿Te lo ha dicho mamá? Diego y Abigail están aquí también.
—¿En serio?
—Diego nos buscó apenas nos separamos de papá y a Abigail la rescató un grupo cerca de casa cuando estaba a punto de ser abusada por un grupo de rebeldes.
¿Cómo era posible que todos mis seres queridos hubiesen terminado en un mismo lugar y a mí me había tomado tanto tiempo encontrarlos? Diego sabía de los planes de mi padre, por lo que no me sorprende, pero el destino había querido que Abigail también terminara en aquel sitio.
Mamá nos dio las llaves de la casa y se marchó con Maia. Mi grupo y yo quedamos solos y todos entramos en la primera casa, como si necesitáramos respaldo por si las cosas salían mal. El lugar era enorme, apenas abrías la puerta te encontrabas con las escaleras que llevaban al segundo piso, a mi izquierda había un baño que en su momento seguro fue el de visitas y otra puerta te dirigía a la cocina. Junto a las escaleras, había un pequeño pasillo que nos dirigía a la sala de estar, donde dos enormes sillones nos esperaban, había un gran televisor colgado en la pared y un piano junto a la ventana. Sospechaba que de seguro el televisor no funcionaba, pero mierda que me había dado cierta esperanza de que sí. En la antigüedad pensaba que la televisión solo eran programas basuras, pero en el Nuevo Mundo, pensar en un televisor era la gloria.
—Me alegro de que hayas encontrado a tu familia—dijo Dylan mientras apretaba suavemente mi hombro.
—Tu madre ha sido muy amable con nosotros            —dijo Dani.
—¡Dijo que habrá una fiesta de bienvenida!—anunció Dante con emoción.
Mi madre había dejado a nuestra disposición, bicicletas, alimentos y todo lo que pudiésemos necesitar, así estaban equipadas las casas de todos apenas llegaban, o al menos eso me había dicho Maia.
—A pesar de que ahora estamos aquí, en este lugar a salvo, debemos seguir protegiendo a Sam—dijo Di sin siquiera mirarme, porque estaba muy ocupado observando todo a nuestro alrededor—nadie en este lugar puede saber que ella es la cura.
Todos asintieron ante aquellas palabras y esa tarde formamos un juramento de llevarnos aquel secreto a la tumba. Me sentía agradecida de tenerlo en mi vida.
Dimitri permaneció en silencio hasta que Dani y los muchachos decidieron que era hora de ir a la casa que les habían asignado, aunque yo pensaba que era mejor que hiciéramos las divisiones de otra manera.
Cuando la puerta de la casa se cerró tras ellos, nos sumergimos en un doloroso silencio. Dimitri salió al jardín, dónde había una gran piscina vacía y algo sucia y por otro lado, flores que dejaban un olor realmente rico en el ambiente.
Di estaba con los brazos cruzados sobre el pecho y la vista al frente, posada fijamente en el lago.
Habíamos pasado muchas cosas juntos en el poco tiempo que nos conocíamos, por lo que lo abracé por detrás y pegué mi mejilla a su espalda. Al principio lo noté tenso, pero poco a poco se relajó, acarició mi mano y respiró profundo.
—Sé que era tu decisión—dijo al fin, pero yo no quería volver a tocar ese asunto—sé que tú sola te metiste en aquel lugar y sé que debí respetar tu decisión, pero he perdido demasiadas personas en mi vida, no quería perderte también—él giró y me miró a los ojos—debo confesarte algo.
Aquellas palabras siempre causaban un gusto amargo en mí, generando un miedo sin sentido.
—Antes de salir de la base principal, volví al laboratorio y... —sospechaba lo que seguía, mismo así dejé que continuase hablando—le disparé al muchacho. Creo que nadie merece vivir así ¿No?
Había matado a la versión nueva de Zack, por lo que nunca más lo encontraría en este plano del universo y aunque debía sentirme mal, sentí alivio. Zack ahora descansaría en paz y ya no sería usado por nadie.
Abracé a Dimitri y hundí mi cabeza en su pecho, sentí su corazón latir y eso hizo que me aferrara con más y más fuerzas a su cuerpo. Los corazones no latían entre los muertos y aunque yo estaba viva, no había sentido mi corazón latir de esa manera hacía mucho tiempo, mi respiración se sincronizó con la suya y permanecimos así un buen rato.
Más tarde, esa noche, ambos desarmamos nuestros bolsos en habitaciones diferentes, y nunca supe porque ya que habíamos dormido juntos un par de veces, pero en esa casa las cosas fueron diferentes. Me di una larga ducha y cuando salí con mi cuerpo envuelto en una toalla limpia con olor a flores silvestres, Dimitri estaba recostado en mi cama. Se había quedado dormido o eso creí hasta el momento en el que me recosté a su lado y lo abracé por detrás. Sentí que lloraba, silenciosamente pero lo hacía. Había perdido a su hermano y una vez más, podía cargarme esa muerte a la lista negra de mi vida, pensé en que cuando me fuese al infierno, Lucifer saldría a felicitarme por la cantidad de gente que se había muerto protegiéndome.
No me importó estar casi desnuda junto a él, tampoco pensé en que quizás alguien podría aparecer o reclamar aquella casa, Maia me había advertido. No importaba nada cuando Dimitri estaba mal, porque pensaba en las palabras de Lucas y aquel idiota me había contado algo que podría ayudarme por el resto de mi vida: Dimitri se sumergía en una terrible oscuridad cada vez que alguien de su entorno moría, eso pasó cuando murió su padre, cuando murieron soldados de su equipo y de seguro pasaría con la muerte reciente de Otis. Pero en aquel silencio de la habitación, besando su cuello y espalda suavemente, le prometí que estaría para él siempre que me necesite y que no lo dejaría caer.
—Saldremos de esta—dije mientras lo sentía absorber por la nariz. Él me dio un apretón y de aquella manera, después de tanto luchar, tanto correr, tanto sufrir, ambos nos quedamos dormidos.

El Nuevo Mundo (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora