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Desde aquella noche en la cabaña del campamento Jonás, mi trato con Dimitri se limitó a las reuniones. No más miradas cómplices, no más encuentros en la azotea, no más bromas que solo él y yo entendíamos.
Me sentí una estúpida por haberlo rechazado, pero en cuanto vi aquella foto de Zacarías, mi interior se rompió y no quería lastimarlo a él ni lastimarme a mí misma, pues sabía que luego de una noche de sexo me sentiría realmente culpable.
Zack me cuidó cuando estaba enferma, me protegió de todos los males que puedes encontrarte en el Nuevo Mundo, me acompañó desde el momento cero y realmente hubiese dado mi vida por volver a tenerlo conmigo. Las cosas nunca salían como yo esperaba y su muerte me tomó por sorpresa. Lo que más me dolió fue no poder despedirme de él, ya que su cuerpo desapareció.
Supe que Dimitri había tenido problemas la mañana siguiente que llegamos a la base, Dani me contó que tuvo una fuerte pelea no solo con Felipe, sino también con su hermano Otis, el líder de todas las bases. Dimitri se excusó con que habían pasado las horas correspondientes y que ninguna persona en el campamento se había convertido, también dijo que deberían revisar los aparatos tanto de rastreo como los sensores, ya que evidentemente mostraban fallas, pero la idea no le agradó a su hermano y cortó la llamada.
Estábamos de nuevo en el camión y yo agradecía que aún no hubieran hecho los análisis de sangre aunque se encontraban cada vez más cerca. Me dije que esa sería la última misión, que apenas pusiera un pie en la base, tomaría mis cosas y saltaría el muro a como diera lugar, pero quería cumplir con aquella misión, porque por algún motivo sentía que Dimitri ésta vez no dudaría en disparar, se había mostrado demasiado temperamental los últimos días, tanto que había tenido que suspender las noches de cartas en registros con Lucas, porque cada vez que él pasaba y me veía allí, me ponía una sanción y no es que me importase demasiado lavar mi ropa yo misma, pero a veces la sanción era correr durante una hora bajo el rayo del sol y aquella idea no me agradaba ni un poco.
Al parecer, las cosas dentro de la base funcionaban así: Cada vez que registros recibía una señal de alerta mediante la radio, ya sea hecha por soldados de guardias que habían hecho avistamiento de civiles o civiles mismos que llamaban en búsqueda de ayuda, se les entregaba a cada líder una misión, y no era que solo existía el equipo Alpha, de Dimitri o el equipo Beta, de Felipe, habían otros dos equipos pero eran de sujetos con los que nunca había tratado.
El chofer tomó un camino demasiado deteriorado, lo sabía con cada movimiento brusco que hacía el camión, sacudiéndonos de un lado al otro sin piedad. El llamado de emergencia al que acudimos era en la otra punta de la ciudad y para no tomar el camino repleto de coches que era la avenida principal, debíamos costear toda la zona más fea que en su momento había sido una linda parte de la ciudad, pero que ahora no era más que una parte de la vegetación. La naturaleza había salido beneficiada con todo eso del virus, los animales caminaban libres por las calles y no había nadie que talase árboles sin piedad, se respiraba mejor, siempre y cuando no hubiese muertos cerca.
Alguien había comunicado que una familia se encontraba encerrada en un edificio en el que habían quedado atrapados después de que una horda los persiguiera, la horda se había disipado pero quedaban los rezagados de siempre que no permitían que saliesen del lugar.
Bajamos del camión con armas en mano e inmediatamente los disparos comenzaron a sonar, con el equipo nos encargamos de despejar la zona e inmediatamente después de que el último zorro cayera al suelo, un hombre y una mujer con tres muchachos salieron corriendo del edificio.
—Muchas gracias—dijo el sujeto con emoción notoria en su voz. Sujetaba firmemente la mano de la mujer y ella aferraba la mano del más pequeño de los muchachos—gracias en verd...
Rodríguez fue el primero en apuntar su arma hacia ellos y me pregunté como siempre estaba listo para disparar. Yo no podía ser así, mismo teniendo el dedo sobre el gatillo no pensaba lastimar a esas personas.
—Al suelo—dijo Dimitri con voz dura—todos—la familia obedeció al instante. Excepto el más pequeño que aún sujetaba la mano de su madre. Yo lo veía y lo sabía, padre, madre e hijo pequeño estaban infectados según las frecuencias de calor. En cambio los otros dos muchachos parecían ilesos.
Algo que tenía el escáner, era que mientras analizaba el cuerpo de cada persona frente a ti, te mostraba la edad aproximada que tenía cada uno. El pequeño tenía alrededor de cuatro años y no parecía enfermo, mientras sus hermanos mayores parecían tener entre trece y dieciséis años.
—Desháganse de ellos—dijo Dimitri y la voz le tembló.
—No, espera—dije otra vez intercediendo por los inocentes. Me quité la máscara aunque mi miedo era recibir un disparo en el medio de la frente. Estábamos en el medio de grandes edificios y el llamado no lo había hecho la familia, sino que otra persona que se escondía en aquellos edificios de enfrente, por lo que supuse que no estaban vacíos ¿Cuántas personas se escondían allí?
—Dijiste que hay otra manera de confirmarlo—le dije mirando directamente a sus ojos. Él había mencionado que se podía hacer un testeo rápido, como los que hacían en el principio de todo. Un chequeo que incluía tomar la temperatura y hacer un hisopado con el cual se obtenían resultados casi de forma inmediata.
—No tenemos tiempo para hacer la prueba inicial—dijo Rodríguez quien parecía ansioso por jalar el gatillo.
—Por favor—dijo el tipo—no estamos infectados.
Se notaba la desesperación en su voz y mientras él hablaba su mujer abrazaba a sus tres hijos los cuales habían comenzado a llorar de forma silenciosa. Era una escena que partía mí corazón.
—¿Ah, no?—preguntó Dani con ironía—¿No llevas mucha ropa puesta? Hace frío, pero no tanto—lo que decía era verdad, el tipo iba demasiado abrigado para aquella temperatura mientras que su familia parecía sufrir un poco el calor. Él se puso de pie y con las manos en lo alto intentó acercarse a Dani, creo que siempre pensaban que al ser mujer podían doblegarla, pero lamentablemente Dani pensaba como todos dentro del Ejército: Había que matar a los infectados, por más que no lo estuviesen. Sé que él quiso ganarse su confianza en aquel momento, pero si se acercaba demasiado lograría todo lo contrario. Para un soldado, no había peor cosa que un infectado caminando hacia él.
Al tenerlo demasiado cerca, Dani le dio un empujón con las manos en el abdomen y el sujeto lanzó un grito de dolor que intentó fallidamente reprimir.
Ella lo volvió a empujar y él se volvió a quejar.
—Revísenlos—dijo Di, quien no dejaba de apuntarlos con su rifle, con ese aire tan prepotente que había adoptado desde la vuelta del campamento. Cada soldado tomó a un integrante de la familia y los obligaron a desnudarse, vi el momento justo en el que un hombre sujetó a la madre con fuerza y la apartó para revisarla, ella se mostraba intimidada e incluso intentaba cubrir su cuerpo con ambas manos. Muy molesta caminé hacia ellos y tomé a la mujer para llevarla detrás del camión, pude ver como se alivió con ese acto. Al revisar su cuerpo, no noté mordidas ni arañazos, no había nada que indicara que aquella mujer estaba infectada.
—Gracias—dijo en voz muy baja cuando se volvió a vestir. Volvimos con los demás, Dimitri me miró y yo negué con la cabeza para que entendiera que no tenía mordidas.
—Danielle, revísala de nuevo—me ofendí con aquello, no podía creer que dudara de mi palabra, pero supongo que sabía que era capaz de eso.
—Quítate la ropa—le ordeno Dimitri al sujeto. Los niños ya habían sido revisados pero su padre continuaba cubriendo su cuerpo, abrazándose a si mismo, como si temiera ser descubierto. Me di cuenta que escondía algo, pero no sabía que—¡Que te quites la ropa!—gritó Dimitri y al darse cuenta de que el sujeto no respondía, se acercó a él y levantó su ropa para encontrarse con una camisa blanca cubierta de sangre. Cuidadosamente, levantó la camisa y vio que había una herida cubierta de gasas, al levantar la gasa, la herida del hombre quedó a la luz, no cabían dudas de que era una mordida e incluso no solo le habían arrancado la piel, sino que casi se notaban los órganos. No entendía como aquel tipo seguía de pie, pero si supe el por qué su rostro estaba tan pálido y demacrado. Bajé mi arma y casi cayó al suelo. Me sentí una estúpida, había defendido a ese sujeto y el maldito había escondido una mordida.
—¿Y así te querías subir al camión?—Dimitri lo golpeó en el rostro con la culata del arma y el tipo cayó al suelo—¿Sabes que puedo dejar a tus hijos aquí? ¡Y todo sería tu culpa!—Dimitri lo pateó en el suelo, parecía que había contenido rabia durante días y se la estaba descargando en aquel moribundo.
—Por favor, detente—dijo la mujer antes de que volviera a golpearlo. Dani la sujetaba mientras ambas forcejeaban—nos dijeron que el Ejército está trabajando en la cura—afirmó y el cuerpo se me paralizó.
¿Una cura? ¿Cómo la consiguieron? ¿No se suponía que...?
Me sentía incomoda con el miedo recorriendo mi cuerpo de un lado al otro.
—¿Quién les dijo eso?—pregunté con un hilo de voz.
—En las calles se corre el rumor. Creímos que era verdad, por eso colgamos el cartel pidiendo ayuda—ella señaló a lo alto del edificio y había un enorme cartel que decía SOS en letras rojas—pensamos que tenían la cura, deben entender.
—¿Entender?—preguntó demasiado molesto Dimitri—casi subimos a un puto infectado al camión. Pudo atacar en el viaje, o peor aún, atacar en la base.
Tenía razón, era un terrible error. Si aquel hombre hubiese llegado a la base, de seguro hubiese atacado a alguien y todo hubiese sido un descontrol.
—Lamento el error—dijo el sujeto desde el suelo, casi agonizando—pero llévenselos. Por favor, llévense a los niños.
Rodríguez se rió, parecía disfrutar de todo aquello y yo me preguntaba cómo podía ser tan sádico.
Podía ver el odio hacia el Ejército en los ojos del mayor de los hijos, yo había estado en su lugar, había visto como el Ejército arruinaba familias enteras, lo sabía. Y aquel chico, de haber tenido un arma se hubiese defendido con uñas y dientes, pero aquella mañana no pudo hacer nada más que contener a sus hermanos.
—Dimitri, los niños no tienen la culpa—dije interponiéndome entre él y el infectado, él clavó sus ojos claros en mí y era increíble cómo podían gustarte tanto y la vez aterrorizarte de esa misma forma. Su postura rígida se relajó y me sentí tentada a acariciar aquel ceño fruncido.
—No será como en el campamento, Leiva—dijo entre dientes, lo suficientemente bajo para que nadie más que yo lo oyera—la madre y el niño también se quedan.
—El niño puede subir con sus hermanos. Ni siquiera sabes si arreglaron la falla del escáner.
—Mi hermano me aseguró que si. Así que...—volteó para mirarlos a todos, en especial a la madre—solo nos llevaremos a los mayores—anunció y pude ver como esa mujer se rompía por dentro—no me arriesgaré a entrar infectados a la base, también tengo civiles por los que preocuparme allí dentro.
Los dos mayores les suplicaron a sus padres que no permitieran que los subieran al camión, pero su madre les ordenó que lo hicieran. Sabía que aquella despedida era difícil para todos, pero esa mujer sabía que la mejor opción para que dos de sus hijos estuviesen a salvo era el Ejército.
Yo no sé qué hubiese hecho en esa misma situación, era una decisión difícil de tomar. A la fuerza, dos soldados ataron y subieron al camión a los dos muchachos, mientras su madre se quedaba abajo y abrazaba al pequeño de su hijo.
—Leiva, ocúpate de él—dijo Di señalando el cuerpo del sujeto que parecía perder fuerzas con el correr de los minutos. Volteé para volver al camión como todos los demás, y me paralicé con mi arma en mano. Intenté salvarlos y sentía que no les habíamos dado la oportunidad de vivir a dos inocentes, dejar a aquella madre sola con su hijo en aquella zona era un castigo horrendo, no creía que sobreviviera hasta la mañana siguiente.
Además, matar a su esposo frente a ella era horrible.
Ya tenía suficientes muertes sobre mí, ya tenía bastante que pagar cuando me muriese, no quería más peso sobre mi alma.
—Está bien—dijo el tipo—está bien. Gracias de todas formas—su esposa lloraba y yo no me sentía apta para recibir su gratitud—fue mi culpa y lo siento. Pero puedes disparar, ella no se animará a hacerlo—con un movimiento de cabeza señaló a su esposa.
—¡Dispara ahora, Leiva!—gritó Dimitri desde el camión.
Eran demasiadas emociones juntas y mi cabeza no podía procesar la idea de matar a alguien frente a su familia, por eso caminé hacia Dimitri y arrojé mi arma a sus pies. Él clavó su mirada desafiante en mí.
—No lo haré—dije fuerte y claro.
Y mientras me miraba con esos ojos claros que me gustaban, dijo—Rodríguez, encárgate de él—y Rodríguez ni lo dudó, se bajó del camión con emoción, apuntó su arma hacia el tipo y con una sonrisa burlona apoyó el cañón del arma en su frente.
—Adiós, maldito mentiroso.
La mujer lloraba sin parar, caminé hacia ella y desenfundé mi arma, bajo la mirada desaprobatoria de todos a mi alrededor, se la entregué—No hagas nada estúpido ahora—dije en voz baja—te matarían a ti y a tus hijos—ella absorbió por la nariz—si alguno de los dos se llega a infectar, no dudes en disparar—ella asintió y me rompió el corazón ver al pequeño sujetando su mano, con lágrimas en los ojos y mocos chorreando por su nariz.
——Manténgase a salvo—dije—y que sus muertes sean rápidas.
Caminé hacia el camión, me subí y senté en el fondo, lejos de todos los demás.
Yo era tan culpable como ellos de todo lo que había sucedido y aunque mi dedo no había jalado el gatillo, esa muerte estaría sobre mis hombros.

El Nuevo Mundo (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora