Extraño mi cordura parte 1
¿Cómo empezó todo?Cuando nací no tenía idea del mundo que estaba afuera, si me hubieran dicho como es el mundo ahora hubiera preferido morir.
Es el año 2270 y el mundo continua recuperándose de su aparente fin. Hace 135 años atrás el mundo sufrió una crisis que acabo con el 88% de la población que existía en esos momentos. Nadie suponía que una enfermedad acabaría con tantas personas en tan solo 17 años. Mi padre me dijo que el gobierno suponía año tras año que la enfermedad estaba siendo controlada por las vacunas y tratamientos que brindaban para la población, no obstante solo se retrasaba lo inevitable.
La espera del porvenir muy pronto se volvió el presente, el diario vivir mío.
El infernal diario vivir a diario me apremiaba a mirar al revés de lo que era, e incluso endosar mis deberes a mi pareja elegida por una prueba de compatibilidad, la cual realmente no me mantenía sosteniendo el aire en tanto el llanto sostenido con fuerza fuera a pasar; más bien, tanto tiempo cuando me encontraba miserable y tendido sobre la cama o cualquier superficie, queriendo cesar mis pensamientos, era ella quien desde la lejanía se encargaba de algo mío, una decisión mía. Queda decir que el tiempo de decir adiós y cortar las alas a la vida propia ascendente en edad y ruina quedaba en sus delgadas manos.
Un dia como si nada se anunció innumerables muertes al rededor del mundo; no se pudo contener el virus y tuvieron que aniquilar ese año a más de cinco millones de personas, pensando que matar a esa cantidad de personas solucionaría el contagio ascendente. Año tras año asesinaban a muchas personas contagiadas, pero no era suficiente para detener la inminente aniquilación de la humanidad. Los recursos se agotaban y la economía iba en picada, siendo que las huelgas y peleas en contra del gobierno no mejoraban la situación, incrementando más así el riesgo de quiebre del orden establecido, que colgaba de un delicado hilo que cayó poco después.
Muerte tras muerte arrasó con la humanidad ya destrozada con tantos problemas de salud y dinero, sumándose entre ellos la escases de alimentos, medicamentos y trabajo; lo peor es que los seres humanos restantes le sumaron a eso aún un poco más, siendo que la mayor cantidad de esas muertes sucedió entre la misma humanidad restante; miles ciudadanos fueron responsables de millones de muertes cada año.
No pasaron más de 20 años para que el mundo colapsara, sin embargo en ese tiempo un grupo de personas tomaron custodia de grupos de niños y los llevaron a donde se suponía que seria el cielo. Solo lleváron a niños sanos de doce años y los requisitos para ingresar eran tener el coeficiente intelectual alto y no tener ninguna discapacidad. Se llevaron consigo a casi mil niños. Quinientas niñas y quinientos niños de diferentes partes del mundo; entre sí concibieron niños sanos.
Mi nombre es Sourire Rain, nací en el RCUM (refugiados construyendo un mundo) Puede que muchos digan que este es el mejor lugar para vivir, arrogantemente y con tremenda ligereza afirmando que nuestras vidas son perfectas. Aquí en RCUM, vivimos encerrados en una enorme instalación. Nunca hemos visto la noche o el día, el mar, tierra o plantas, e incluso las estrellas solo son palabras que he escuchado algunas veces cuando las autoridades prometen uno a uno salir a recuperar el mundo, en un discurso tan corto, que es aún menor el tiempo que pasó vistiéndome un solo pantalón corto. Se refirieron a ello como el cielo y el infierno, y dejaron a la restante sociedad carente de lo necesario en el infierno, llevándose con ellos a los elegidos. Los elegidos autoproclamados. Pienso que ayer me levanté y ví en mi piel un poco de paz entre las venas medio hinchadas y los rastros de sangre seca lista para ser limpiadas. Estoy herido, y, aunque las heridas ya no arden y me he sentido mejor que ayer, o quizá no; no, más bien soy un estúpido autoproclamado. ¿Autoproclamado? Cada día sin falta se debe asistir a la revisión de cuerpo completo y recibir las vacunas y terapias de dolor, para seguir es un estado aceptable y así cumplir todos los estándares por arriba de 85%, y en caso de no cumplir, solo se termina esa misma hora cerrando los ojos para siempre en una cama blanca, mutilado y apunto de ser diseccionado. Las condiciones para llegar a cumplir la mayoría de los estándares no siempre son fáciles de seguir a diario y aún menos el pensar seguir vivos después de algunas terapias y restricciones, pero, como ha pasado tanto desde la primera vez, al menos yo creo que es lo normal. Normalmente se suele salir con heridas graves, pero sin importar nada no se nos permiten hacernos heridas en el rostro, cuello, manos, muñecas y tobillos, aparte de las que tenemos por las operaciones. Es difícil, pero no tan difícil como sacar todo lo reprimido ante una sociedad intolerante a la debilidad, que sinceramente no poder golpear las manos contra la pared después de cada día me tiene en un dilema. En caso de tener alguna herida o malestar no causada por el RCUM se toma medidas drásticas, ya que un habitante con heridas auto infligidas en las zonas restringidas es una basura más, puede ser un simple internado de cinco años en un hospital o ser eliminado del RCUM En mi niñez apoyaba blandamente la cabeza sobre la cama de operaciones, cada semana esperando que el sedante hiciera su efecto. En esos pocos segundos antes de quedar inconsciente, pasábame por la cabeza el recurrente pensamiento de la mesita de noche llena de píldoras e inyecciones usadas diariamente por mí, con el objetivo de reducir el dolor físico y así aligerar siquiera un poco mi malestar después de cada operación. Mientras estaba ahí, evocaba las memorias mías, haciéndose más lejano aquel tiempo. Se me figuraba delante del espejo la silueta de un niño no desconocido para mí, congelado del pánico y con los labios temblorosos, todo intentando detener las lágrimas tratando de escurrirse a través de sus ojos ya cristalizados, no pudiéndose mantener en pie en una habitación de tamaño normal, sobre una superficie de cerámica blanca resbaladiza, rodeada e infestada de vendas repletas de sangre y fluidos corporales; una habitación hecha un desastre con un huésped también hecho un desastre; todo queriendo huir, pero siendo detenido por su propia sensación de dolor y miedo, una costumbre arraigada desde su nacimiento; desde la primera vez que entró en conciencia de su estado. La respiración agitada y el latido de mi corazón acelerado no es algo desconocido mientras cuento las pastillas una por una para ingerirlas con agua; un montón yacía en mi mano a diario; diferentes formas y sabores, distintos grados de dolor y dificultad; todo eso sangrando dolorosamente, para después de estar varios minutos intentando no vomitar, por fin todo es bien logrado, acabando en mi organismo. Mi respiración comienza a normalizarse y entonces volteo y veo mi rostro en el espejo, una expresión verdaderamente indiferente a mi propia sensación de dolor. El niño que solía pararse en el espejo, mirando su propio rostro con los labios temblorosos había por fin desaparecido, y solo quedaba un adolescente indiferente. Después de cada operación la misma secuencia silenciosa daba su inicio. En mi niñez las operaciones eran más habituales y dolorosas para los otros niños que no podían aguantar el llorar y gritar fuera y dentro de casa sin contención alguna. Al montón de niños situados en la sala de espera para ser intervenidos cada dos días quirúrgicamente, les faltaba aprender algo importante; guardar silencio. Sus llanto no cesar, sus lágrimas no parar; no es una trivialidad. No había voluntad. Todo el resto de los niños que podían contener las lágrimas fuera de casa y mantenerlas en baja voz detrás de la almohada eran considerados en un grupo más selecto y privilegiado. Mientras los otros se la pasaban bajando de nivel, ahogando sus penas en los antidepresivos que sin necesidad de receta se podía tomar, otros incluido yo lidiamos eso con esmero, todo esperando no eliminar nuestros privilegios. Con los antidepresivos en frente siempre estaba presente la tentación, que en distintas ocasiones me tenía sujeto a la sabanas con extrema fuerza, contando de uno en uno hasta que por fin la tentación me dejara hasta otra ocasión de debilidad. Alguna vez me sentí más vulnerable, y en esos días sentía que los antidepresivos me hablaban, tornándose todo muy incomodo, hasta quedar yo encerrado en el baño recostado sobre la bañera sin agua. Muchos niños dentro del RCUM no pasan los diez, y tanto ellos como sus padres son quienes pagan las consecuencias y son eliminados esa misma hora. Hasta parece que viendo y sintiendo nunca aprenden la lección. Parece no importarles el dolor. Les falta aprender guardar silencio. Trato de ser fuerte por ella. La vida no es un sueño. Lejos de desear encontrar una respuesta definitiva a la prolongación de mi vida ante tal vivir, la encuentro a ella arrastrándome de vuelta a casa casi cada día, una acción que desde su inicio terriblemente vergonzoso no ha cesado de suceder, aunque debo admitir que ya no es vergonzoso. Ella es tan distante y cercana a la vez. Es duro no poder decidir que hacer junto a ella gran parte de nuestro tiempo juntos, ya que la mayoría es un desastre. La mayor parte de nuestro tiempo juntos siempre se ve consumido por las terapias de dolor y las agotadoras vueltas a casa en un aguante de emociones y fuerza. ¡Maldita sea! ¡¿por qué me importa eso si no soy yo quien está usando la fuerza¡? Simplemente me dejo llevar todo el trayecto viendo su rostro. A las personas mayores de cuarenta se les da un descanso honorable, debido a que las personas mayores tienen más probabilidad de contraer el virus, o sea que me quedan 25 años más. Aparte de todas esas restricciones también esta estrictamente prohibido tener más de un hijo. Los hijos se conciben en laboratorios; inseminación artificial, y después de concebir un hijo se esteriliza a ambos, a no ser que sean demasiado dignos de tener más descendencia, no hace falta mencionar que el amor y la atracción sexual están prohibidas, se toma pastillas para dejar de sentir atracción sexual. La población del RCUM es de 500.000 personas. Cuando tenía once años sentí unas inmensas ganas de tocar mis manos con las de mi prometida, creyendo dejar nuestro único contacto por medio de las vendas y sogas, pero antes de intentarlo se lo comenté a mi padre y él respondió llevándome a la clínica para recibir pastillas ante tal atracción; más pastillas que tragar, vomitar y en un intento de sobrevivir volver a tragar; una secuencia sin fin aparente. Estoy en los huesos de tanto vomitar, tragar e ingerir medicamentos fuertes uno tras otro, y a eso agregando que la comida en píldoras que recibo no basta para saciar mi hambre; porque la mayoría yace en mi vomito que vuelvo a tragar consecutivas veces hasta tener la mayor parte contenido. En ese proceso se pierde buena cantidad. Ni unas palabras recibí, solo acciones. Fue todo un deseo imposible, y lo peor es que tuve suerte, ya que si hubiera sostenido sus manos entre las mías sin consultarlo, hubiera terminado mi lucha, cerrando los ojos para siempre, al igual que muchos que se dejaron llevar por tal atracción al sexo opuesto, o incluso al mismo. La estructura del RCUM está compuesta por cuatro pisos divididos a la mitad. En los tres últimos pisos se encuentran las residencias de más de quinientos mil personas. Los tres pisos superiores albergan a personas con hijos menores de dieciocho. Cada casa es exactamente igual que las demás y esta separada a dos metros de la otra. Las casas cuentan con tres cuartos una sala y tres baños, y en cada casa residen una familia; el padre, la madre y el hijo o hija. Despues de que el hijo o hija cumplan dieciocho años y se casé, tenga un hijo a los veinte y por fin deje la compañía de los padres, los padres son llevados a el último piso antes de la planta baja, ahí pasan sus días hasta cumplir los cuarenta años y luego son eliminados para prevenir posibles fallos en el sistema. Los cuartos cuentan con una cama de una plaza, un estante para medicinas y tratamientos. El baño cuenta con el inodoro, un lavabo y una bañera, además de un estante con productos para en cuidado de la piel y sus respectivas medicinas y productos para el aseo. La sala cuenta con dos sillones y una mesa de un metro. Todos lo muebles y objetos son blancos o negros, siendo el principal el blanco. La mayor parte del tiempo que estamos despiertos nos la pasamos en el hospital, donde estudiamos y comemos a horas exactas, solo el desayuno se come en casa, y nos llega todas las mañanas a las cuatro de la mañana, ingiriendolo a las cinco; siempre me tardo en ingerirlo, la mayoría de la veces no conteníendolo todo. Siempre acosábame el mismo problema a la hora de ingerir los alimentos de la mañana. Debía de ingerir las pastillas justo después de tener el estómago lleno de la ración del desayuno en píldoras, pero, cada vez que ingería, volvía a votar todo, entrando a una secuencia sin fin aparente, aparente porque después de una secuencia repitiendo el proceso, una y otra vez votando todo sobre un recipiente de cristal y volviendo a ingerirlo hasta tenerlo todo contenido dentro, terminaba posando mi mirada a la atenta cara de mi encargado, quien parado detrás de la puerta abierta evaluaba mi desempeño, limitándose a intervenir. Las personas menores de dieciocho años tienen a alguien encargado de todos los horarios y reglas desde su nacimiento, por lo cual los padres no son responsables del cuidado de sus hijos. Siendo así, la relación con mis padres siempre a sido escasa de palabras y contacto físico, y más con mi padre, porque por lo menos de mi madre recibía a menudo malos tratos.
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Extraño Mi Cordura
Teen FictionEn el abrazo enmarañado del destino, dos almas errantes se entrelazan en un vaivén de incertidumbres y anhelos. El hilo inquebrantable del tiempo teje sus vidas en el lienzo de la existencia, fusionando sus caminos en un intricado entramado de emoci...