Bonitas mentiras parte cinco

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Ya dentro la habitación, ambos estando solos, pasamos a estar sobre la cama. Al principio la cercanía nuestra
sobre la cama al principio era de poco o más de metro y medio, pero tan pronto todo estuvo por dar inicio, ante su acercamiento mientras trataba de desabrochar su vestido, la esquivé.

—Pensé que estar herido era suficiente para cometer esta locura, pero no lo es. Hay muchas razones para querer detenerte aquí. ¿Podrías decir que yo fui quien se rompió primero a plena vista?  —le dije mirando su rostro confundido.

—Cariño que dices —insistió tratando de besarme nuevamente, lo cual rechacé sosteniendo su mentón con mi mano derecha, mientras ocupaba la izquierda para sostener su cintura.

—Pedí unas botellas de vino, ve por ellas y destapa sus corchos —le ordené, desviando su mentón a la derecha al rato que soltaba mi agarre de su cuerpo.

Tan pronto le di la orden, se levantó y camino por la alfombra roja, para luego tomar entre sus manos las dos botellas. Se sentó a mi lado tratando de coquetear mientras destacaba los corchos.

Ya destapados los corchos de la misma botella velozmente comencé a beber, intentando no desmayarme en el proceso. Tuve un comienzo lento, pero fui agarrando ritmo en la rápida ingesta del vino. Hubo un momento en el que casi me ahogó en el proceso. Contuve la calma y me detuve un momento tirando la botella contra el suelo. La muchacha al presenciar mi acción saltó de la cama de la impresión, gritando a toda voz: ¡Esta prohibida la violencia! Debes de irte, y ni pienses que tendrás devolución.

—Cláusula seis del contrato, no usar violencia física con ninguna de las muchachas sin antes solicitar el servicio correspondiente  —le expliqué, tomando una pausa para consumir la otra botella restante, pero esta vez más lentamente —No he roto esa cláusula. Y tampoco te he dañado en ninguna manera. Deberías usar mejor la cabeza antes de hablar.

—No soy yo quien complica todo —me dijo señalando el reloj colgado en la pared a mi lado derecho —si el tiempo se acaba y no has hecho nada, no puedes culpárme.

—¿Cuanto tiempo ha transcurrido?

—Veinte minutos —respondió.

—Aún me queda una hora y cuarenta minutos, los cueles he decidido consumir tomando una corta siesta —le dije, sacando lápiz y papel de mi bolsillo de la camisa, escribiendo "escribe lo que les gusta a las mujeres, y como conquistar", para después entregárselo —despiértame diez minutos antes de que el tiempo se termine. Tienes el tiempo restante para escribir lo que te pedí en este papel.

—¡¿Qué?! —exclamó soltando una carcajada —¡Ese no es el servicio que se ofrece aquí!

—No es más fácil esto que lo otro —repuse, dejando el papel y lapiz sobre la cama —realmente estoy muy cansado, llevo casi cuatro días sin dormir y aparte estoy muy ebrio; es mejor dejarlo así. Tú recibes pago por otros servicios más sencillos, y yo descanso siquiera un poco.

—¿Crees que voy a aceptar eso? —me preguntó tratando de dejar la habitación.

—Te puedo dar el pago de dos horas más sin utilizarlas —le propuse, dejando otros catorce mil Turex sobre la cama —si aceptas debo dejar una cámara encendida grabando todo lo que sucede mientras duermo. Además no debes tocarla.

—¿Tan poco confías en mi? —tomó el dinero de la cama teniendo especial cuidado en contarlo.

—No es obvio. Además tienes prohibido acercarte un metro o tratar de revisárme.

—No voy a hacer nada de eso —aceptó alejándose hacia la puerta.

Tan pronto dijo eso, encendí la cámara y la enfoqué para que me grabara completo. Finalmente me recosté en la cama e inmediatamente caí dormido.

Extraño Mi CorduraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora