Bonitas mentiras parte ocho

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Un encuentro casual. Los encuentros casuales suceden muy a menudo; o eso es lo que ella me dijo una vez mientras me enseñaba sobre lo que yo desconocía.

Todos en el mundo se encuentran de forma casual, nada esta planificado pero sucede, tal y como dice su nombre un encuentro casual; simplemente no estaba planeando y fue casual, fue tan solo un simple encuentro que parecía no ser nada especial, pero terminó siendo importante. Puedes no creerlo, y aún así es innegable. ¿Me dolió? Si lo hizo.

En el RCUM nos decían que al cumplir  cuarenta años nos darían un descanso sin dolor, tan simple como cerrar los ojos y jamás volverlos a abrir. Tan simple como cerrar los ojos y desaparecer sin honor, sin amor y sin ningun logro. Siempre decían que solo el número uno tendría un fin que mereciera llorar, angustiarse y sobre todo ser recordado.

Morir es tan simple como cerrar los ojos, cerrar los ojos y no volverlos a abrir.

Ahora que la señora Angélica Brown está apunto de cerrar los ojos no me parece tan simple y si lo pienso, talvez  ellos se referían a que era tan simple para ver; pero no para sentir, cada quien lo siente de diferente manera.

Cuando vi morir a mi madre biologica de alguna manera me alegré, me alegró que mi agresora muriera.

Mi madre solía reírse al verme entrar cubierto de vendas mordiendo mi labio para no llorar fuera de casa. Al entrar, me paraba a centímetros de su rostro y ella solo se mofaba de mí, y a diferencia de mi padre, quien solía no importarle, a ella le bastaba con verme sangrar para tener algo de que reír. La primera sonrisa que le vi fue el día que mis sabanas se tiñeron de sangre cuando tenía seis. Recuerdo que mientras perdía el conocimiento la vi aproximándose a la puerta, dibujando una sonrisa lenta pero segura. Seguramente preferiría verme sangrar que tener que decirme algo. Eso a la vuelta y lo otro a risas sueltas entre mi llanto de pobre perdedor, evitando quejarse en un época oscura.

Emma no es diferente a mí madre, ella también hacia lo que quería conmigo cuando lo quería. ¿Porqué no entendía que estaba listo para morir? Al menos hubiera muerto sin tantas faltas. Solo era un niño, no un asesino.

Pero la señora Angélica es diferente. Ella me enseñó sobre el mundo, y  gracias a ella pude experimentar sensaciones que jamás hubiera siquiera conocido. Ella me acogió y trató de ayudarme a vivir; me mostró lo que quería ver y me hizo sentir lo que ni siquiera imaginaba, y aún así, decidí seguir caminando por un camino oscuro.

Todo se va frente a mis ojos.

—¿Porqué estas despierto?, has estado despierto ya mucho tiempo. Sabes que eso no le hace bien a tu salud. Sé que te dije que estaba bien que te duermas a cualquier hora; pero sabes que no es bueno dormir poco —dijo la señora Angélica con una suave voz.

—He estado aguantando el sueño ya dos días enteros, y es tu culpa. Podrías morir en cualquier momento y aún se te ocurre decir eso. Morir es tan simple como cerrar los ojos, y cada que duermo pienso que eso podría ser lo más fácil —le respondí sentado a su lado mientras sostenía en mano un cigarro prendido  —Señora Angélica hace rato me molestó mucho su opinión acerca de su final, usted sabe que siempre me gusta escuchar su punto de vista sobre algo, pero no me gusta para nada su opinión sobre su final; los finales son demasiado trágicos para pensar de es manera.

—De nuevo estas cambiando de personalidad repentinamente, es eso o estás demasiado molesto. Aunque aún me es grato tener una conversación contigo; nunca se que vas a decir. ¿Sabes porqué? —dijo sonriendo de manera casual.

—No lo sé, ¿dímelo? —hablé, soltando el cigarro prendido sobre la alfombra, para después pisarlo; así extinguiendo su ardor.

Esta vez ella es la que se encuentra echada en una cama, estaba vez somos ambos los que sufrimos de dolor. Pareceria que nuestros roles se han intercambiado, pero no es asi; esta vez ambos estamos sufriendo.

Extraño Mi CorduraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora