Mi vida es una mentira

170 135 39
                                    

Ya hundido en el enorme montón de agua que acababa de conocer, oí por última vez los gritos de la persona que decía frecuentemente amarme; y que clamaba mi nombre en su desesperación. ¿Qué diferencia hay entre su desesperación y la mía? ¿por qué ya no puedo continuar y ella aún se aferra a su vida?

Antonella, ¿Por qué te aferras a un cobarde que ni siquiera puede aferrarse a su vida?

Antonella, ¿porqué no aceptas el final?

Todo tiene un final; recuérdalo.

UN SECRETO CONOCIDO POR MILLONES.

Mientras más me hundía, en mi último momento consiente oí el grito de Antonella que gritaba mi nombre a toda voz; sin miedo a ser oída.

¿Donde estoy? me pregunté a mi mismo.
¿Estoy vivo? me cuestioné a mi mismo.

—¿Qué hago aquí? —dije viendo unas manos tocar mi cuerpo; y esta vez lo dije en voz alta al ver como la mujer tenía la mirada fija en mi cuerpo desnudo.

Me reincorporé y al posar mi vista en mis manos, me di cuenta que yacían cubiertas de sangre. Miré hacia el frente, y detrás de la señora a no otro que mi segundo amor lleno de sangre con los ojos cerrados; aún se negaba a mirarme.

—Tranquilo, ¿estás bien? —dijo una mujer anciana tocando mi cuerpo, en especial las cicatrices de mordidas en mis brazos.

No; no lo estoy.

Comencé a sentir una gran ansiedad, seguido de una incesante confusión en mi mente, y ella percatándose de la situación, con sus ancianas manos tomó mi mentón y levantó con su otra mano el frasco de pastillas que me pertenecía, diciendo: Todo parece indicar que necesitas de esto más que la propia agua.

A juzgar por todas las señales, me di cuenta que había sido rescatado por ella.

La mujer que me había rescatado, tenía la piel con arrugas visibles, y una piel con mucha textura; también así la de sus brazos cuello y cara.

Exacerbado le arrebate con rapidez el frasco de pastillas que me pertenecía y necesitaba con urgencia, y con desesperación lo abrí, y entonces la realidad me tomó con crueldad; el frasco estaba vacío. Estaba seguro que aún tenía medicina para algunas semanas, y sin embargo la única respuesta era tan obvio que ni siquiera me tomé la molestia de enfurecer. Entonces mas conciente de la realidad, di un vistazo al rededor, encontrando mi mochila encima de un mueble café a lado de la cama en la que me encontraba recostado, y observé que estaba abierta.

—Lo necesito para vivir. Dámelo —pronuncié tranquilo, y enseguida tuve mis pastillas e inyecciones.

Con suma prisa saque una inyección y me la inyecte, para después ingerir dos pastillas, todo a la mirada atenta de la vieja mujer.

—¿Por qué me estás tocando? — ya recuperando mis sentido, pregunte, viendo sus manos en mi torso.

—Tienes demasiadas heridas en todo tu cuerpo, sobre todo en tus brazos , y ¿porqué tu piel es tan pálida? —dijo la mujer aún tocando y revisando mi cuerpo de extremo a extremo —tú y la chica son personas muy extrañas —añadió al final, poniendo una cara de preocupación.

—¿La chica? se refiere a Antonella —dije tratando de pararme sobre la cama en la que me encontraba recostado, pero caí de rodillas en la misma cama al rato.

—Así que ese es su nombre, y tú ¿cómo te llamas? —dijo alcanzándome una camisa, ropa interior y unos pantalones largos.

—¿Esta viva la chica? —le pregunté ientras me vestía, quedando así totalmente sorprendido por su rostro lleno de preocupación.

Extraño Mi CorduraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora