Bonitas mentiras parte tres

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Abrí los ojos e inmediatamente reconocí la habitación de Angélica. El olor de su perfume impregnaba toda la habitación. Moví un poco las manos, sintiendo calma al no estar atado, y luego quedé inmóvil mirando arriba, tratando de recordar que había sucedido. No pasó mucho para que empezara a evocar anteriores momentos. Todo se resumía a que había fallado en asesinarlo y que me habia llevado directamente hacia Angélica. Solté un suspiro y quedé un poco maltratado al recordar su voz. Sostuve entre mis manos el frasco de medicina sobre la mesa de noche, tomando unas cuantas pastillas de el; sintiendo así recuperar la calma con el pasar de un poco de tiempo, y más ya estuve parado. Un poco de tiempo y meditabundo, me pare y caminé lentamente hacia la puerta, al abrirla me encontré con Angélica sentada justo fuera de la puerta en una silla, acomodada justo al lado.

—Ya no puedo seguir viendo como tratas de suicidarte —soltó Angélica. Y yo aún parado en la puerta me limité a no decir nada —por favor trata de...

—Voy dormir junto a Antonella.

—!¿Por qué no puedes tomar mis palabras como algo importante?! —gritó al tiempo que se ponía en pie, posando su mirada en la mía por un breve momento  —¡debes de estar internado en el hospital! ¿Sabes cómo me siento? ¿Sabes lo que sentí cuando te trajeron desmayado?

—¿Asustada de mí? Estonces no mires —tomé una pausa, y en un instante me acomodé para besar su mejilla izquierda, pero no sin antes advertir—te quiero fuera de mi vida.

—Pero, ¿por qué no lo tomas enserio?

—No entiendo porque piensas que no hablo enserio. No pongas tu mirada en esta dirección, si quieres continuar omitiendo la realidad.

Angélica puso sus manos en mis mejillas, volteando un poco su cabeza para decir en un tono cortante.

—¿Estas bromeando?

—Te amo —dije tratando de alcanzar sus labios a la fuerza. A pesar de ser un hombre, mi altura apenas era de 1,68, y tuve que ponerme de puntitas para alcanzarla debidamente. Siendo así, ni le costó negarse; aún ante toda la insistencia que puse, lo cual ella negó esquivando mis labios al tiempo que mantenía ambos brazos suyos sobre mis hombros; poniendo así una barrera entre los dos, una barrera que quedó desechada cuando con delicadeza acerqué mis labios cerca de los suyos, y sostuve con elegancia su rostro, declarando —Eres tú quien no toma mis palabras enserio. Quiero sentir el ardor de lo que significa concupiscencia. Se parte de mi lascivia. Sé que no estoy bromeando, así que no lo preguntes de nuevo.

—Antonella quiere verte —finalizó nuestra conversación, caminando fuera de mi alcancé sin decir nada más.

Sentí que nos habíamos acercado, nuevamente estaba interesado en lo que podría obtener de ella. Sus recursos  son parte fundamental del resultado que espero. ¿Cómo sería si la tuviera entre mis manos?

¿Sentiría pasión al acabar con ambos con un acto del que solo puedo hablar y no realizar? Algo así sería emocionante.

Salí directo a encontrarme con Antonella. Al quedar frente a la puerta no dude en abrirla. Al tener vista de la habitación desde la puerta, observé a Antonella recostada en al cama con intravenoso.

—¿Te amo? —me dijo apenas me vio.

—No ha pasado mucho desde nuestro último encuentro, y sin embargo deseo quedarme contigo esta noche —le hablé quedando encima de ella, usando mis brazos de soporte para no aplastarla con mi cuerpo, y llegando a sus labios expresé  —. Sé que quieres oírme decir que te amo, pero yo solo te tolero.

—Te amo...

Así terminamos tocando los labios del contrario en un intenso beso, y de ahí, poco a poco surgió las lágrimas de sus ojos, que felizmente ignoré continuando el beso con furor.

Extraño Mi CorduraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora