Bonitas mentiras parte 6

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El sábado salí bien vestido al lugar de la cita con Irene. Decidí conducir, y en treinta y ocho minutos llegué al café Istar justo en el centro. Salí de mi auto, entré al lugar y tan pronto entré, la vi sentada el una mesa en el centro esperando. Pasé de largo y me senté en la mesa más cercana a ella.

Ella lucia ansiosa en su espera de amor, sostuvo entre sus manos el café y se dispuso a beberlo mientras el estado de su cara se entristecía con cada sorbo. No estaba prestando atención a ningún otro sonido que no fuera el suyo, y solo suspiros era lo que salía de su boca.

Paso un tiempo y mire mi reloj, unos minutos más y tomé mi celular, imitando una conversación: No vas a responder frente a frente. Dímelo a la cara. Podrías intentar ser más agradable conmigo. ¿No era este nuestro nuevo inicio?

Tan pronto acabe mi llamada simulada caí sobre la silla con fuerza mientras simulaba dolor con acciones corporales, al rato golpeaba la mesa con ambas manos; no paso mucho para que ella me prestara atención y dijera: Disculpa. ¿Estas bien?

—Se puede estar bien cuando la que amas te deja plantado cada que quiere —le respondí ocultando las lágrimas saliendo de mis ojos.

—Lo siento —se limitó a decir, entregándome un pañuelo.

—Duele. ¡Duele tanto que no puedo mirarme a la cara cada que regreso a sus brazos! —mencioné soltando lagrimas sin cubrirme ni un poco —Sé que soy estúpido, pero el amor no es simple. ¡Duele esto duele!

—Lo se, duele ser ignorado por quien amas, por —me respondió ella poniéndose sentimental.

—Señorita, ¿usted también sufre de amor? —le pregunté dejando de lado mis lagrimas para secar las suyas, que se aproximaban con el pasar del tiempo en pequeña cantidad. Las limpié con otro pañuelo que tomé de mi propio bolsillo.

—Duele, duele. Una semana voy sin saber nada de él. Traté de ser paciente y esperar este encuentro planeado con ansia. Realmente esperaba que él llegara, pero va retrasado una hora —mencionó sollozando mientras caía de rodillas en el suelo.

—Apenas la conozco, pero dentro mío me siento mal, y sé que aunque usted sonría eso no cambiara, pero, podría intentar sonreír —le dije dibujando una sonrisa en mi rostro lleno de lágrimas.

—Lo siento —mencionó abrazándome sin contención.

El resto de la tarde transcurrió entre lágrimas y risas, pero sin alejarse demasiado de parecer un primer encuentro perfecto. No escatimé en miradas tristes durante nuestro tiempo juntos y aún menos maneras para hacerla reír; tampoco las lágrimas las guardé. Todo lo planeado sucedió cumpliendo mis expectativas de principio a fin. Nuestra despedida fue cortante y no hubo planes para un reencuentro, por lo tanto lo planeado se mantuvo a la espero de lo siguiente, dejándolo al destino.

Todo lo que le dije al momento del adiós fue: Espero que puedas hallar la felicidad. Y por su parte ella también  repitió lo mismo para mí, como si esperara algo más de mí, algo que le negué.

Después de cinco días volví al café Istar, y de nuevo tan pronto entré la vi sentada, nuevamente esperando por alguien.

Di unos pasos hasta llegar cerca suyo, y ya ahí, le dije: Buenos días señorita. A pasado ya bastante tiempo.

—Buenos días —respondió, dedicándome su total atención —¿puedo sentarme justo a su lado?

—Por supuesto.

—Puede sonar raro, pero he estado viniendo todos los días a la misma hora desde que nos conocimos, y por fin hoy sucedió el encuentro —me dijo mostrándome una sonrisa de oreja a oreja.

Extraño Mi CorduraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora