NO PUEDO RESPIRAR.
—Ya recibí tres besos que no quería. El primero fue más intenso e interesante; pero después de sentirlo no me pareció la gran cosa. El segundo fue parte de mi plan y tampoco lo quería, y por ultimo el tercero fue inesperado; pero tampoco lo quería. ¿Sabes qué tienen en común los tres besos? —le pregunté a Antonella quien sólo se mantuvo mirando abajo.
Tenía las manos rojas por el frío, que aunque no lograba sentir, lo podía saber solo viendo el color de mis manos.
—Recibiste tres besos y dices que no es nada especial —me dijo mirándome a los ojos —Este fue mi primer beso y fue especial.
—Vuelvo a repetirlo ¿Sabes qué tienen en común los tres besos?
¿Quizá para que entendiera la realidad de nuestra relación? o más bien para que pusiera mi mirada en la real situación y no en simples sueños suyos.
¿Quizá debería sentirlo?—Que ninguno lo querías, esa es la diferencia que querías oírme decir ¿me equivoco? Sé que no querías un beso; pero yo lo quería.
—Entre lo que tu quieres y lo que yo quiero hay un gran diferencia, no porque tu quieras algo tienes que obligarme a quererlo, además eso fue un simple toque de boca a boca, solo eso y nada más; ¿porqué quisieras algo así? —dije recostándome en el suelo, abrazando con fuerza mí cuerpo.
Sentí como la Cordura se escapaba de mí, y sin poder soportar esa sensación, ingerí dos pastillas y me inyecté una dosis.
—Para ti fue un simple toque de boca a boca, pero para mi fue una muestra de el amor que tengo por ti, me disculpo que te molestará —dijo recostándose a unos metros de mi.
—No sigas —dije, acercándome a ella, hasta quedar junto a su cuerpo, cuando ya estuve en la posición adecuada, tomé un suspiro para luego decir "Buenas noches", ingiriendo luego una pastilla para dormir.
—Buenas noches —dijo ella; tambien tomando la pastilla.
7/2/2099
A la mañana amanecí con una sensación extraña y unas insoportable ganas de vomitar, por lo cual tomé la dosis correspondiente y miré al cielo que apenas ayer acababa de conocer
—Fue pésimo dormir aquí . Ahora que despierto me duele el cuerpo y tengo un frio espantoso
Apenas desperté Antonella se encontraba sentada a unos centímetros de mí y se quejaba de como había dormido.
—Sabes que quejarse no arreglará nada. Además que es natural que nos duela el cuerpo; recuerda que estamos acostumbrados a ser medicados; Parece que eso nos está afectando más de lo que debería. Deduzco que te arrepientes de venir conmigo —dije sacando unas pastillas para el dolor de cabeza de mi mochila, para dárselas.
—Sabias que me iba a enojar y aún así lo dijiste. En primer lugar yo soy quien sugirió salir a buscarla, no hubiera sugerido buscarla si no estuviera segura —habló, tocandose la cabeza con ambas manos y haciendo una mueca de dolor.
—Entonces por qué te estás quejando apenas despiertas. Te recuerdo que este es nuestro segundo día —dije alcanzandole las pastillas para el dolor de cabeza —toma esto; te hará sentir mejor.
—Es natural que me queje, me esta doliendo mucho la cabeza —dijo tomando la pastilla sin agua porque no habíamos traído mucha debido a su peso en comparación a las pastillas de alimentación.
—A mí también me duele la cabeza —mentí, aunque seguramente si pudiera sentir dolor me estaría doliendo algo más que solo la cabeza.
—Yo soy una mujer, no puedes compararme contigo.
—Y si toco mis labios con los tuyos; dejarías de quejarte — y como lo planeé, sucedió. Inmediatamente cuando lo dije puso una sonrisa de oreja a oreja en su rostro.
—¿Lo harías? —respondió acercándose hacia mí, cerrando los ojos.
La miré, y sin dudar puse mis labios contra los suyos. Fue un simple toque de labios que no duró nada.
—Ese fue el primer beso que me das esposo mío —dijo rodeandome con sus delgados brazos.
—¿Aún no nos hemos casado y me llamas esposo? —dije provocando que soltara una risa tímida —¿por qué actúas tímida ahora?
—No lo sé, está es la primera vez que te oigo tratando de bromear conmigo, creo que estoy feliz ya que ahora me toleras.
—Tienes razón, creo que lo hice por eso. Nos aguarda más, y voy a simular que todo vale la renuncia de mi preciado futuro... ¡No quiero volver!
—Sí; vamos.
Unas dos horas aproximadamente con unos quince descansos de cinco minutos acompañados fue suficiente para dejarnos exhaustos.
Nos paramos en medio del campo inmenso de tierra por donde se viera, y totalmente exhaustos caímos rendidos en el suelo sin poder hacer nada más que recuperar el aliento. El sol había afectado notablemente nuestra piel, dejándola con marcas rojas evidentes.
—No te parece que llevamos mucho tiempo sin comer —dije tomando un sorbo de la preciada agua que tenía.
—Comimos esta mañana, si queremos que esta comida nos alcance; debemos contener nuestra hambre —dijo alcanzandome una galleta.
—En vez de racionar comida, creo que deberíamos buscar. Dime, ¿no estoy hoy más delgado que ayer?—dije levantándome y empezando a caminar.
—No lo creo; yo te veo igual. Además, esa sería una buena opción si habría algo aquí afuera, todo lo que hemos encontrado hasta ahora es un desierto infinito lleno de césped.
—No creo que esto sea un desierto; creo que es un campo —dije tumbándome en el suelo de repente, al mismo rato que me detenía sin mover ni un centímetro de mi cuerpo.
—No es momento de que me corrijas, sabes a lo que me estoy refiriendo —dijo extendiéndome su mano.
—No se que sucede... —dije estallando en risa.
La muerte es lo único que nunca deja de causarme gracia y risa incontenible.
—Deja de reírte y piensa un poco antes de hablar —dijo Antonella arrastrándome de la mano por el suelo —dijiste que el chico que se llevó a Emma tenía un físico lleno de músculos ¿no?
—No es momento para darme celos, ¿lo sabes, no? —dije entre risas aún sin pararme.
—Me refiero a que si él no estaba delgado, significa que hay comida en algún lugar de afuera —dijo aún arrastrándome por la mano con toda la fuerza que podía ejercer.
—Creo que deberíamos poner un nombre a aquí afuera, no me parece bien que le llamemos afuera, cada vez que hablamos sobre afuera —dije parandome para que dejara de arrastrarme.
—¿Por fin decidiste andar?
—Piensa en que nombre deberíamos ponerle a afuera —hablé, y apenas di un paso, volví a caer.
Nuevamente en el suelo, volví encaminado a pararme, pero no pude hacerlo de inmediato; tuvimos que descansar algunas horas, y fue así que se hizo de noche.
Todo frente nuestro estaba oscuro, y sin remedio, solamente entrelazados de las manos caminamos paso por paso, hasta que de repente dimos un paso más hacia el frente y caímos en picada hacia abajo.
Entonces escuché unos gritos, aquellos gritos decían ¡Sourire Rain! ¡porfavor sal a flote! ¡no me dejes!
Antonella ¿eres tú? pensé antes de perder el conocimiento.
¡NO PUEDO RESPIRAR!
Gracias por llegar hasta aquí.
Me gustaría saber tus opiniones y dudas, por lo cual te invito a comentar; con gusto voy a leer tus dudas y comentarios.
ESTÁS LEYENDO
Extraño Mi Cordura
Teen FictionEn el abrazo enmarañado del destino, dos almas errantes se entrelazan en un vaivén de incertidumbres y anhelos. El hilo inquebrantable del tiempo teje sus vidas en el lienzo de la existencia, fusionando sus caminos en un intricado entramado de emoci...