El intruso
Kuroo es el dueño del casino Nekoma. O por lo menos lo será cuando el viejo de Nekomata decida morirse de una vez y no vivir y molestar eternamente. No lo odia, claro que no, pero lleva tanto tiempo haciendo su trabajo que hay demasiadas cosas que desea modificar a su gusto. En su opinión, el viejo Nekomata está pasado de moda y es incapaz de adaptarse a los ritmos y aficiones de la vida contemporánea. Los casinos estaban bien pero, ¿y las salas de juego arcade? ¿Y el desarrollo de videojuegos con microtransacciones y cajas de botín infinitas? Él jamás lo entendería, pero Kuroo tiene claro que, cuando consiga su puesto, hablará con el hijo del líder de la mafia, Kozume, y lo convencerá para aquella nueva empresa. Él tiene el hambre en los ojos y la astucia en los dedos como para percibir dónde se aloja el futuro del negocio... Todo es cuestión de tiempo.
El único problema es la eterna espera, el eterno paseo errante por el casino y los eternos invitados o adictos que ya no le pueden proporcionar nuevas ventajas o información. Kuroo está acostumbrado a vigilar las partidas de póker de la sección VIP del casino y realizar algunas transacciones y negocios fuera de miradas ajenas, así que la pequeña intrusión de un veinteañero con aspecto mediocre pero mirada arrogante fue innovadora.
No lo ha visto antes en el casino, quizá en la zona común y accesible al público, pero no hay nada en él que llame la atención: ojos castaños y brillantes como los de cualquier novato, orejas de soplillo, sonrisa ladeada que ni siquiera se acerca a la magnificencia de la suya y el cabello castaño enredado en sus pestañas en un gran remolino que por lo menos consigue distraerlo. Si tiene que destacar algo de él, es su juventud y su pase VIP colgando del cuello, como premio por su victoria en las partidas de póker convencionales.
Así, cuando comenta que desea unirse a la partida, nadie se niega pero todos le sonríen con lástima. Kuroo solo observa en una mesa cercana, con las piernas cruzadas y los dedos entrelazados sobre sus rodillas. Tras leer su acreditación al menos sabe que se llama Yahaba Shigeru y recuerda que es, de hecho, el ganador legítimo de aquel torneo que indica la tarjeta, y no la falsificación de algún aspirante a estafador sin idea de dónde se mete.
Por alguna razón, aunque no ha visto ninguna de las competiciones tradicionales del Nekoma, sabe que está a punto de presenciar una tormenta. Su sonrisa maliciosa se va ampliando y ampliando a medida que aquellos que lo subestimaron ahora sudan cada vez que quieren evitar sus amagos. El joven es ágil, astuto y es capaz de fingir emociones tan contradictorias como para derrocar a un maestro del juego como Yaku. Quizá cualquier otro pensaría en detener su avance ante el miedo de un posible topo en la organización, pero como Yaku no deja de ser su rival y siempre disfruta verlo humillado, lo deja continuar sin mayor problema.
En ocasiones Yahaba también percibe su presencia, a pesar de que no intervenga. Por muchas fichas que tenga a su disposición, su foco no está en el premio en metálico sino en algo más que no alcanza a identificar. Sea lo que sea, los ojos de Yahaba se empañan cuando se dirigen a Kuroo. Él, como dueño o heredero, le sonríe con la satisfacción de una broma bien gastada y gira entre sus dedos una ficha de póker cualquiera con la que sofocar su reciente emoción.
No sabe quién es aquel joven ni si conoce en medio de qué situación se encuentra, por lo que Kuroo no puede evitar sentir intriga aunque aquella arrogancia suya pueda ser su tumba si vence a alguien de mecha corta y dedos largos. Desea saber más, desea comprender por qué no puede dejar de mirar a alguien tan mediocre y por qué, de entre todas las personas, Yahaba solo le presta atención a él.
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Set; drabbles de Haikyuu!!
FanfictionCada experiencia dentro de la cancha de vóleibol te hacía crecer como jugador. Y si algo no salía bien, siempre había un siguiente set para cambiar las tornas. Ojalá sus vidas fuesen tan básicas y simples, con una segunda oportunidad para enmendar t...