Competición
Eran los mejores ladrones del gremio y las ganzúas eran sus sextos dedos. Por separado amasaban algunas de las mejores fortunas y revitalizaban la maltrecha guarida que en algún tiempo pasado fue legendaria por su poder. Ellos eran la reencarnación de los viejos tiempos en lenguas afiladas y garras de acero. Aunque al principio todos confrontasen aquella seguridad y arrogancia propia de la juventud, tuvieron que callarse ante la grata cantidad de éxitos que vinieron con ellos.
Un gato astuto y una víbora paciente. Así los veían. Aunque sonrientes y calmados la mayor parte del tiempo, una vez sus ojos se cruzaban comenzaba una nueva discusión o un nuevo combate. Los mayores competidores y los mejores estrategas; los dos estaban destinados a alcanzar el puesto de líder una vez ganasen más experiencia liderando a un séquito de hombres desaliñados, peligrosos y tan orgullosos como ellos. Los ladrones temían que un día uno acabase muerto y las grandes promesas que tan ricos los hacían acabasen desapareciendo...
—Anoche han robado en mi barrio, ¿sabías, Daishou? Y no me suena haberme levantado en un acto incomprensible de sonambulismo... —dejó caer el moreno, con el cabello negro tan desgarbado como siempre después de explorar las zanjas más diminutas de todos los atajos. Sentado de lado sobre su silla de madera, un brazo en el respaldo y otro sobre la mesa, jugueteaba con una navaja entre sus dedos.
—Oh, ¿debería sentir pena por ti, Kuroo? Ni que no hubiesen ocupado mi territorio hace menos de una semana. Sería algún gatito curioso que no conoce el dicho —dictaminó el otro, con los ojos rasgados encogidos y divertidos mientras tomaba, enfrente del otro, el último trago de una jarra de cerveza fría.
Los dos compartieron una fría sonrisa sobre la barra grasienta del bar de la guarida y, ante las atentas y tensas miradas de los demás ladrones, se marcharon de allí en dirección hacia el almacén. Aún no habían tenido tiempo de dejar sus botines allí y las agudas miradas no paraban de desviarse hacia el saco contrario.
—¿Y... adónde irás la próxima vez?
—No lo sé..., ¿y tú?
El silencio se hizo, con los ojos clavados entre ellos y una media sonrisa de desafío. Daishou se relamió los labios, se mesó el cabello verde hacia atrás y fingió pensar.
—Probablemente a Westminster.
—Oh, es buena zona, aunque un tanto arriesgada.
—Más bien es un tanto arriesgada y por eso es una buena zona.
El gato de la ciudad de Londres se permitió sonreír, esta vez con una calidez que no sería jamás contemplada por los otros miembros del gremio—. Esta vez seré yo quien gane, Suguru.
—Ni sueñes con eso, Tetsurou —respondió la víbora de Whitechapel, palmeando su hombro—. El mejor ladrón de Londres seguiré siendo yo.
—Oh, ¿ahora resulta que eres el mejor? ¿Quién te ha otorgado el título? —replicó el otro a pequeños empujones.
Los dos se reían, confraternizaban y, sobre todas las cosas, se respetaban. Porque fuera de la rivalidad inherente a ellos, también existía un vínculo que había crecido más y más con cada desafío que se lanzaron con la mirada.
—Me lo otorgarás tú mismo cuando pierdas la apuesta y te veas obligado a tener una cita conmigo, Tetsu. Estaré esperando ver tu cara con ansias.
Y, dicho esto, se guiñaron un ojo y cada uno desapareció por una puerta distinta con una meta distinta y el mismo objetivo.
No me preguntéis por qué, pero la relación entre estos dos me recuerda mucho al Peraltiago (shipp de Brooklyn Nine-Nine. Ved esa serie porque os va a encantar os guste la comedia o no y lo digo yo, que vivo amargada, ifjogihjgdhgo). Es entre caos, diversión y cariño a partes iguales, idk. Los amo mucho juntos, tbh. De hecho, en estos momentos prefiero mucho más el kuroshou al kuroken, lmao, aunque tampoco es difícil.
Aún sigo enfadada por cómo maltrataron a Suguru en los OVA.
Ah, y al final decidí llamar al shipp KuroSugu en vez de Kuroshou porque la fusión de nombres no es típica del fandom de HQ! y no me molaba demasiado, tbh.
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Set; drabbles de Haikyuu!!
FanficCada experiencia dentro de la cancha de vóleibol te hacía crecer como jugador. Y si algo no salía bien, siempre había un siguiente set para cambiar las tornas. Ojalá sus vidas fuesen tan básicas y simples, con una segunda oportunidad para enmendar t...