Una reunión diferente
—¡Oh, venga, si te va a encantar! ¡Haré que te enamores de él para siempre! ¡Deja de protestar por todo, Kei!
—A diferencia de otros, mis gustos no son de clase alta ni tengo ningún tipo de cultura de estas cosas... No volveré a dejar que escojas tú el plan, Kuroo.
Este se echó a reír sin siquiera mirar atrás para fijarse si lo seguía o no Tsukishima Kei, uno de los amigos que había hecho en un intercambio universitario al norte del país y que, después de años, había decidido contactarse con él para tomar algo por los viejos tiempos.
—Llevas camisa; eso ya dice mucho de ti. Estás escondiendo tu interés por la ópera, ¿a que sí?
—Me dijiste que me vistiese formal y tomé la ropa del uniforme de preparatoria... —confesó, más para demostrar su desapego que para mantener algo de dignidad frente a él.
Ambos sabían que era extraño el día en que Tsukishima decidía vestirse con algo diferente a ropa deportiva —quizá había un jersey en su armario, para las ocasiones especiales—, así que ya no necesitaba fingir que era una persona funcional delante de él. Por su parte, Kuroo era un niño rico cualquiera, y en cuanto tenía la ocasión sacaba sus mejores galas para impresionar al mundo con su sonrisa. Eso sí, jamás se perdía una partida de paintball de la pandilla.
—Ni siquiera sé cómo es posible que podamos convivir más de unas horas sin matarnos...
—Porque le añado a tu vida la dosis de innovación y aventura que necesitas.
Y, con un guiño, Kuroo lo guio por los pasillos del teatro. Tsukishima recordaba haber estado allí alguna vez, viendo los ensayos de las obras en las que participaba su mejor amigo Yamaguchi, pero nunca había prestado atención a las dimensiones de la sala, las diferentes gradas que se arremolinaban en torno al escenario y las columnas de terciopelo blanco que se alzaban hacia el cielo con florituras doradas girando a su alrededor. Ya había muchas personas sentadas en sus respectivos asientos, pero Kuroo jamás se detenía.
—He comprado entradas para el palco de platea; espero que disfrutes del espectáculo.
—Recuerdas que yo no soy tan rico como tú, ¿verdad? A saber cuánto te habrás gastado en esto... ¡Y no; no voy a permitir que me pagues nada! Aprendí hace mucho que es mejor no deberte ningún favor.
Kuroo solamente le lanzó una sonrisa ladina y posó un dedo índice sobre su boca para indicar que debían guardar silencio: ellos habían llegado justos de tiempo y la orquesta ya se encontraba afinando. Tsukishima chasqueó la lengua, se quitó las gafas del rostro y se frotó los ojos para compensar la jaqueca que le estaba produciendo —de nuevo— tener una conversación de besugos.
Apreciaba a su amigo y le alegraba el reencuentro después de que la vida adulta volviese a separarlos, pero en ocasiones no conseguía seguirle el ritmo. Mientras Kuroo trataba de explicarle cada uno de los detalles sobre la trama de la pieza que iban a ver, los ojos miel de Tsukishima deambularon por el escenario en busca de una distracción.
Y la encontró. allí, como director de orquesta. Estaba de perfil respecto a él, con los ojos oscuros clavados en uno de los músicos que se encontraba afinando, a la espera de una afirmación. Su cabello negro y rizo —sus bucles estaban más definidos que los de cualquiera que hubiese conocido en su vida— estaba fijado hacia atrás, mas algunos tirabuzones caían por su frente —no necesitó acercarse para saber que se habían enredado en sus pestañas; su aura y movimiento ya indicaban que no se sentía incómodo ante aquel desliz—. Entre su piel pálida y su color de cabello y su traje, parecía casi enfermizo, pero con una presencia magnífica. Sus hombros erguidos, sus manos entrelazadas a la espalda, su barbilla alzada mientras se preparaba para el inicio...
Y entonces alzó los brazos y todo comenzó. De alguna forma, Tsukishima había llegado a su asiento y notaba la presencia constante de Kuroo sobre uno de sus brazos, pero su mirada seguía fija en aquel hombre, al igual que en la música que dirigía. Quizá fuese la dignidad que transmitía o la seriedad con la que se tomaba su oficio, pero había algo hechizante en él si conseguía atraer la atención del despreocupado Tsukishima Kei.
Quizá no tenía unos conocimientos musicales impresionantes, pero era capaz de identificar cuándo alguien estaba haciendo un buen trabajo. Debió admitir que la ópera era interesante, los actores sabían interpretar a la perfección los pequeños retazos que llegó a escuchar de la explicación de Kuroo y, a pesar de no comprender del todo los diálogos, la acción era fácil de seguir. Y, aun así, sus ojos volvían al director de orquesta, a su ceño fruncido y a sus labios murmurantes que no dejaban de moverse en ningún momento.
Ciertamente ese palco de platea había valido la pena. Pocas posiciones había mejores para contemplar los entresijos de la obra.
—Parece que al final lo conseguí, ¿eh, Kei? —susurró Kuroo en su oído, espantándolo del susto.
Tsukishima quiso protestar, lanzarlo por el balcón y jamás dirigirle la palabra, pero debía mantenerse en silencio. Su amigo seguía con su sonrisa ladina y aquellas malas intenciones tras sus ojos oscuros.
—Te has enamorado del espectáculo, ¿no es cierto?
Y, con los dientes apretados y las mejillas encendidas, Tsukishima se marchó del palco en dirección al baño para lavarse la cara y espabilarse y, por el camino, Kuroo buscó y encontró el nombre de aquel director de orquesta y su estado civil.
Yes, el kurotsuki fue a propósito. Me cuesta escribir sobre ellos como pareja, pero me encantan como bros fgidkslñdlfkg. Iba a meterle metáforas elaboradas sobre el flechazo de Tsukki pero... el niño es tonto y trataría de analizar mecánicamente lo que pasa y no darle demasiada importancia constantemente, así que así quedó, lmao.
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Set; drabbles de Haikyuu!!
FanficCada experiencia dentro de la cancha de vóleibol te hacía crecer como jugador. Y si algo no salía bien, siempre había un siguiente set para cambiar las tornas. Ojalá sus vidas fuesen tan básicas y simples, con una segunda oportunidad para enmendar t...