Rey
—Cuando regresé a las tierras de mi familia, la casa ya se encontraba en llamas, Su Majestad. Hallé a los soldados que indiqué, con los colores de los Oikawa en la armadura y la capa, a mi madre arrastrada por el suelo y el cadáver calcinado de mi hermano... Aún era muy joven, once años, pero ya había comenzado a entrenar con la espada. Habría sido un buen guerrero...
—¿Cómo os llamáis, muchacho?
—Soy Tsutomu de la casa Goshiki, Su Majestad.
El rey asintió levemente desde su trono; su rostro era tan imperturbable como siempre, pero Sir Tetsurou pudo intuir que estaba evaluando con ojo crítico. Aquella disputa podía ser más peligrosa de lo que parecía. Aunque los Goshiki fuesen una casa en vías de extinción y Tsutomu no fuese más que un escudero, seguían siendo vasallos de los Ushijima.
—Esas acusaciones son muy graves, Tsutomu Goshiki. De ser ciertas, la deshonra asolaría la casa Matsukawa. Lord Issei, ¿podéis aclarar esta situación? ¿Qué hacían vuestros hombres en Shiratorizawa después de que la casa Oikawa y la casa Ushijima firmasen la tregua?
El señor avanzó un par de pasos hacia el trono cuando fue convocado. Hincó su rodilla en el suelo y agachó la cabeza en señal de respeto, pero una sonrisa calmada seguía torciendo su rostro de facciones duras. Usaba los esmaltes de los Matsukawa y en el peto de su armadura tachonada se distinguía el blasón familiar: tres abetos de plata en un campo de oro.
—Su Majestad, me hago responsable de mis soldados y su marcha hacia Shiratorizawa, mas cabe aclarar que, como menciona el joven Goshiki, no existe en este juicio información sobre lo que ocurrió con anterioridad a su llegada. Uno de ellos sobrevivió al arrebato de ira del escudero y, con la ayuda de la Virgen María, alcancé a escuchar sus últimas palabras antes de perder la voz para siempre. Por lo visto, se habían desviado del camino hacia Seijoh al oler el humo y, demostrando su honor, se habían acercado para comprobar que nadie estuviese en peligro. Al igual que el nuevo Lord Goshiki, llegaron cuando el incendio ya había comenzado. Trató de endulzar sus palabras, mas la realidad deja claro que sí que arrastraron a una mujer lejos del hogar en llamas, mas esto resultó así porque se negaba a abandonar el cadáver de su hijo. Una madre merece todo el derecho a morir con su hijo; ahí mis hombres actuaron mal, mas ya no puedo castigar a mis soldados. Como compensación, ofrezco al joven Goshiki que actúe como escudero de mi hermano político Takahiro y diez cabezas del mejor ganado bovino y vacuno que poseo. Ahora mismo su hogar necesita una reconstrucción, así que espero que la estancia en Seijoh le sea favorable durante la espera.
Sir Tetsurou mantuvo firme su agarre en el hacha, con su vista fija en el último heredero de los Goshiki y los labios apretados para ahogar una sonrisa. Sin duda estaba aterrado, pero aquello solo acababa de comenzar. El rey aún no había hablado; aún no había comenzado a tejer los hilos a su favor. El caballero se atrevió a dirigir una breve mirada hacia el precoz rey, conocido como Kenma el Justo en público y como Kenma el Cruel en privado. Sir Tetsurou había sido uno de los primeros en dar vida al segundo sobrenombre y también de los primeros en arrepentirse y acusar a cualquiera que osase ponerse en contra del ente más astuto que había recibido la corona. Quizá la muerte de su padre fue un gran pesar en el corazón del reino, pero el hijo que tantas dudas había alentado por su mediocre condición física resultó ser una bendición. Por lo menos para el futuro de la casa Kozume y sus vasallos.
—Sois muy considerado, Lord Issei, al perdonar los crímenes de un escudero que no pudo proteger al caballero al que juró lealtad, mas el Perdón es cosa de Dios y no de un simple mortal como vos. En la corte aplicamos la Justicia. A cada testimonio le corresponde un valor según las pruebas declaradas. Recuerdo, Tsutomu Goshiki, que habéis alegado que vuestro padre murió en esta última guerra, mas no habéis añadido una información muy relevante. Resulta que Lord Goshiki murió a manos de Sir Takahiro de la casa Hanamaki y, sabiendo que este caballero tiene de esposa a la hermana de Lord Matsukawa, ¿no pudo ser este trágico evento una venganza encubierta en desgracia?
En la corte se sucedieron los susurros de los nobles expectantes. No acostumbraba a haber demasiado público cuando el Rey hacía Justicia, mas todos conocían la sangre y enemistad que existía desde hacía dos siglos y medio entre las casas Oikawa y Ushijima. Con todo, a Sir Tetsurou le pareció una táctica bastante simple y sensacionalista, pero por lo menos le dejó claro cuál iba a ser su papel aquel día. El juicio siguió adelante, pero la mirada perdida en los ojos oscuros de Tsutomu Goshiki resumía lo más importante: él solo era un peón en el juego de los grandes señores.
Sir Tetsurou, como verdugo del rey, no se hacía preguntas porque no podía hacerlas, pero su entendimiento y oídos se habían adaptado a las intrigas de palacio. Los Oikawa eran una familia poderosa y ambiciosa, sobre todo desde que Tooru se había convertido en el nuevo señor. Era una casa orgullosa, por lo que no trataba de esconder sus pasos: deseaba tomar las tierras de los Kageyama, de reciente aparición tras la caída en desgracia de los Sugawara. El rey Kenma los había invitado a palacio, los había observado y evaluado de cerca con las invitaciones más elocuentes, por lo que a Sir Tetsurou no le cabía duda tras tantos años a su servicio de que eran su próximo objetivo. No era para menos; ellos guardaban estrecha relación con la dinastía Hinata, que reinaba la región vecina desde los tiempos en que la Guerra de los Diez Años se llevó por delante la vida de los abuelos del rey.
—Sir Tetsurou. —Aquellas palabras del rey fue lo único que necesitó el verdugo para salir de sus ensoñaciones y acercarse al escudero que suplicaba y gritaba de rabia mientras dos miembros de la Guardia Real lo reducían.
El caballero le regaló una sonrisa de circunstancias al último Goshiki, tan tranquilizadora como un cuchillo en la garganta. Pero Sir Tetsurou de la casa Kuroo no era un hombre cualquiera, era el hacha del rey. Si él le ordenaba que matase a alguien, solamente preguntaría cuánto querría que durase su agonía. O ni siquiera eso, porque ya estaba tan hundido en la mente sórdida de su monarca que había perdido el rumbo hacia su propio pensamiento.
El verdugo no se podía hacer preguntas, así que también dejó de escuchar las respuestas. No importaban sus intereses o que tuviese que erradicar la mismísima casa Kuroo; su apellido no existía, su voluntad no existía, sus deseos no existían. Sir Tetsurou era el hacha del rey; solamente servía de algo si Kenma Kozume se aferraba a la empuñadura.
Últimamente me sale todo más largo de lo que quiero y al final tengo que ir cortando por algún lado y hjfiedkosl. Este espacio estaba diseñado para evitar distraerme en escribir cosas nuevas complejas a través de relatos MUY breves, pero ahora ya se me está yendo de las manos :(
ESTÁS LEYENDO
Set; drabbles de Haikyuu!!
FanfictionCada experiencia dentro de la cancha de vóleibol te hacía crecer como jugador. Y si algo no salía bien, siempre había un siguiente set para cambiar las tornas. Ojalá sus vidas fuesen tan básicas y simples, con una segunda oportunidad para enmendar t...