Cada experiencia dentro de la cancha de vóleibol te hacía crecer como jugador. Y si algo no salía bien, siempre había un siguiente set para cambiar las tornas. Ojalá sus vidas fuesen tan básicas y simples, con una segunda oportunidad para enmendar t...
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Retrospectiva
Las retrospectivas podían ser moralizantes o reflexivas, mas para Shirabu Kenjirou solamente eran una molestia. Cada recuerdo de su yo pasado y los eventos que lo rodearon era un ataque directo a su orgullo y a los principios que tanto había tardado en moldear y establecer en su día a día. Por eso sentía cierta vergüenza ajena al pensar en los tiempos estudiando en el Shiratorizawa, con Ushijima como el ace que debía enaltecer, con Goshiki como el idiota que debía controlar y con Semi como el rival al que jamás necesitó declararle la guerra.
El Shirabu de aquella época era estúpido, engreído y demasiado fácil de leer a pesar de su mueca seria. Así, las discusiones con Semi, quien portaba en su cabello las cenizas de todas las llamaradas que hizo nacer, eran tan habituales y ridículas como para no desear cruzarse de nuevo con él a pesar de los años.
Y de alguna forma lo había conseguido: en su última discusión arrasaron el campo de batalla y salaron la tierra para que jamás volviese a crecer ni un solo brote.
—Cómo se nota que vienes de una cuna de oro... ¡No seas estúpido; no rechaces esa beca! ¿Sabes todo lo que podrías conseguir si consigues licenciarte en esa universidad?
—¿Y a mí qué más me da? —Había protestado Semi, con los brazos cruzados sobre el pecho y un tono tan impertinente como siempre pero menos escandaloso—. Esa no es mi vida. Prefiero probar nuevas oportunidades, empezar de cero como alguien diferente y atreverme con un par de proyectos.
—Eso ya podrás hacerlo después. ¿Sabes lo que daría yo por poder entrar becado a una universidad como esa? Ni matándome a estudiar tendría tiempo suficiente para realizar la prueba de acceso...
—¿Perdón? El señorito arrogante que se quiere marchar a estudiar a Corea del Sur no soy yo, ¿verdad? ¡Por lo menos yo no desaparezco del país sin avisar a nadie, como si ninguno del Shiratorizawa fuese suficiente para ti! ¡Estoy seguro de que te ofrecieron entrar a la Universidad de Tokyo! ¿Es que no es lo bastante prestigiosa para ti?
—Tú no sabes nada de mí, Semi...
—¡Sí; y ese es el problema! ¿Te atreves a juzgarme cuando os comento a todo el grupo que no iré a la universidad pero luego ni siquiera nos comentaste que te marchabas del país? Ni siquiera pretendías comentarme nada si no llegase a escucharte hablando por teléfono, ¿verdad?
Aquella discusión se dio el día de la graduación de la generación de Shirabu y Kawanishi. Los de tercer año habían ido a realizar una visita —por lo menos algunos de ellos, ya que Tendou había jurado no volver a pisar aquella academia y se había ido de intercambio a Francia— y Semi había regresado después de haberse tomado un año sabático para tener claro su futuro, aprender un par de idiomas y sacarse un curso online de informática del que Shirabu había dudado de su validez. Incluso a pesar de los años, recordaba el eco aterrador del gimnasio vacío tras la ceremonia y el veneno y rencor provenientes de la voz raspada de Semi.
