La presencia
Pensaba que había superado el pasado, que los años habían terminado de enterrar todos aquellos malos recuerdos que convirtieron secundaria en mi pesadilla.
Yo solamente hago vida normal y continúo con mi vida universitaria tanto como puedo y, de repente, despierto tras tener un sueño en el que apareces tú. No importa que hayan pasado meses y meses sin pronunciar tu nombre en voz alta con el miedo a invocarte; no importa que ni siquiera me haya permitido tener tiempo libre para recordar que una vez exististe. Aun así, tú sigues apareciendo, como un espectro catártico, y te deslizas por la escalera de mis pensamientos hasta regresar al mundo real, a mi memoria y a todas mis preocupaciones.
Esos ojos, de un azul de Prusia que embaucan a cualquiera, fijos en mí. Ese cabello negro cayendo sobre tu frente con la mayor de las elegancias. Esa sonrisa —leve, diminuta e impactante— dirigida en mi dirección, pero no hacia mí. Ahí estás, observándome y juzgando a pesar de los años y el silencio de tu voz de plata.
Yo, como cualquier otro idiota que no ve lo que tiene delante por culpa de unos amigos con demasiada necesidad de una nueva anécdota, confié en que el hecho de hablar largo y tendido significaba que te importaba. Como si un chico de último año tuviese algo que ver conmigo, un recién llegado. Eras amable y dulce como una cucharada de miel y por alguna razón pensé que yo era especial, que yo manejaba la cuchara.
La culpa nunca fue tuya, aunque a veces lo pague con tu recuerdo para descargar mi frustración. Quien decidió construir el castillo de mi gran mentira fui yo. Yo, el Kenma frío, controlador y analítico al que todos los profesores acusan de ser demasiado tímido, como si ellos estuviesen aún más congelados en el tiempo, en mis últimos años de primaria. Cuando ya nadie escucha, no sirve de nada sacarles de su error.
Hoy te vi. Magnífico e imponente, como siempre, como si no hubiesen pasado cinco años desde la última vez que hablamos. Recuerdo haber cruzado miradas, haber deseado huir y tomar algo en otro establecimiento e ignorar el hecho de que me habías descubierto. A pesar de todo, hacerlo sería mostrar una debilidad y miedo que no pienso sentir, no en alto y fuera de las paredes de mi palacio mental.
No fui a saludarte, pero tú a mí tampoco. ¿Por qué tendríamos que hacerlo si nunca fuimos amigos ni algo más? Yo tengo mis amigos, tú los tuyos. Yo tengo mi vida, tú la tuya.
Y es mejor que sea así. Y es mejor enterrar de una vez una historia que solamente me provoca vergüenza. Al fin y al cabo, a nadie le importa ya.
Traté de usar la primera persona y probar con un Kenma más meditabundo y menos villano, pero creo que me quedó un tanto raro (? Algún día aprenderé a ser constante en estilo, lo prometo.
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Set; drabbles de Haikyuu!!
FanfictionCada experiencia dentro de la cancha de vóleibol te hacía crecer como jugador. Y si algo no salía bien, siempre había un siguiente set para cambiar las tornas. Ojalá sus vidas fuesen tan básicas y simples, con una segunda oportunidad para enmendar t...