El nuevo amigo
—¿Falta mucho?
—Ya es la sexta vez que protestas. Cállate de una vez, idiota.
Oikawa suspiró con los ojos cristalizados. A pesar de la brisa que transportaban los árboles, se sentía desfallecer tras pasar tanto tiempo caminando. Iwaizumi lo sabía, pero no pensaba aminorar la marcha cuando estaban a punto de atravesar el bosque y llegar adonde deseaba.
—Créeme; valdrá la pena. Solo un poco más.
—Está bien...
Estaban de vacaciones, así que no era difícil encontrarlos a ambos cazando escarabajos, pero su mejor amigo se había ido un mes con su familia a la gran ciudad y ya había perdido toda la forma física que apenas conservaba. Así fue como Iwaizumi comenzó a entretenerse por su cuenta en el primer verano sin Oikawa de su tierna y corta vida. Al principio fue tan tranquilo que incluso resultaba aterrador, pero pronto se sobrepuso e hizo un nuevo amigo que pensaba presentarle ese mismo día.
Se llamaba Suna, era un año más joven que él y tenía el cabello despeinado y más negro que el carbón. Su piel era casi translúcida y estaba tan delgado que casi se podían reconocer los huesos bajo la piel. Sus ojos, de un color oliva como el suyo, casi parecían felinos y salvajes, con un brillo especial que permanecía en medio de la penumbra. Al principio no hablaba mucho, pero pronto comprendió que prefería ahorrar palabras y que todo lo que dijese resultase interesante.
Fue con él con quien estuvo cazando escarabajos, aunque más bien Iwaizumi hacía el trabajo de atraparlos y Suna los observaba fascinado mientras le explicaba algún detalle de su anatomía que solo un experto en insectos podría saber. Después lo obligaba a liberarlos entre reprimendas si hacía daño a alguna de sus partes y encarnaba la piedad como la Virgen María. En algún momento de aquel mes acabó completamente fascinado por su presencia.
Normalmente se encontraban a la orilla del río, los pies desnudos de Suna enterrados en el agua y los peces fluyendo a su alrededor como si fuese uno con la naturaleza. Pero, por alguna razón, ese día no estaba allí, ni el siguiente ni el otro.
Oikawa comenzó a tomar por loco a Iwaizumi y trataba de hacer como si aquello jamás hubiese pasado, como si aquel lapsus de un mes no hubiese existido y sus regordetas manos siempre estuvieran amasando la tierra a su lado. Con el paso del tiempo, el propio Iwaizumi dejó de hablarle sobre Suna, mas no por ello terminaron los pensamientos.
—Suna, ¿estás aquí?
La obsesión del niño no podía terminar con una simple incógnita. El joven que había conocido no era solo el típico chico que se conocía en la playa y con el que se jugaba unas horas para jamás verlo de nuevo. Iwaizumi lo consideraba su amigo y el hecho de que desapareciese de su vida sin avisar lo inquietaba.
Era muy temprano. Iwazumi nunca se había levantado a aquellas horas antes, ni siquiera cuando era temporada de cosecha y ayudaba a sus abuelos. Los sueños plagados del rostro solemne de Suna le quitaron rápidamente las ganas de seguir entre las sábanas y huyó al bosque, huyó hacia él.
Quiso llamarlo de nuevo, quiso gritarle y suplicarle que volviese. Pero no hizo falta. Se lo encontró cerca del río, aunque en un punto diferente al de siempre. Estaba tan resplandeciente como siempre y dibujaba sus dedos de plata por las aguas. Los peces se acercaron a su toque y acariciaron sus dedos con un mimo extraño y humano. Unos arbustos se estremecieron y, como un príncipe, surgió un ciervo coronado que se inclinó al lado de Suna para beber. Los pájaros cantaban y revoloteaban a su alrededor, como en los cuentos que narraba su abuela sobre los niños del bosque y los espíritus protectores.
Suna sonrió cuando lo vio a él, a Iwaizumi; sus iris eran completamente dorados. De alguna forma, supo que había leído sus pensamientos.
—Lo siento, Hajime, pero los humanos no pueden verme.
Pero él lo estaba viendo. Él lo tenía a su lado, inclinado sobre el río y sin esconder cada uno de los brillos dorados de su piel.
—Aún eres un niño, así que puedes sentirme y recordarme, pero pronto crecerás y me desvaneceré de tu memoria, por mucho que trates de evitarlo. Solo quise aprovechar este último momento para despedirme. Yo también sentí que fui demasiado brusco.
—¿Pero por qué...?
—Tu amigo ya ha madurado lo suficiente como para no verse influido por mi presencia. Debí mantenerme alejado para que estuvieseis a salvo.
¿A salvo de qué? A aquella pregunta en su mente ya no hubo una respuesta delante de Suna. Solamente lo observó en silencio, a la espera de que Iwaizumi consiguiese aclarar sus ideas.
—¿Entonces esta es una despedida definitiva?
—Lo es. Gracias por este tiempo juntos, Hajime. Verdaderamente lo he disfrutado.
Ni siquiera trató de acercarse a él. Si no fuese porque sus labios se movían y porque lo había estado mirando fijamente, quizá pensaría que estaba congelado en el tiempo.
Iwaizumi le dio la espalda, enfadado y frustrado a partes iguales. Las lágrimas no dejaban de acumularse bajo sus párpados y no deseaba que Suna lo viese así, tan débil e indefenso, tan humano.
Aunque quizá hubiese sido lo más indicado. Cuando se giró de nuevo, Suna ya había desaparecido.
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Set; drabbles de Haikyuu!!
FanfictionCada experiencia dentro de la cancha de vóleibol te hacía crecer como jugador. Y si algo no salía bien, siempre había un siguiente set para cambiar las tornas. Ojalá sus vidas fuesen tan básicas y simples, con una segunda oportunidad para enmendar t...