Primera conexión
Daichi, por alguna razón desconocida, había comenzado a pensar que ya estaba acostumbrado a aquello, que cambiar de preparatoria no afectaría en nada a la dinámica de su día a día. Y, como siempre, se equivocaba.
La poca tranquilidad que había encontrado en su antiguo colegio no se debió a ningún tipo de fortaleza mental, sino a que sus compañeros de clase ya se habían acostumbrado a él. Al final habían comenzado a ignorarlo o hablar mal de él solamente donde ningún profesor pudiese escucharlo —aunque los profesores tampoco hacían demasiado para comprender la situación y cuidarlo de los demás—. Aquel "juego de críos", aquella "fase" jamás se detuvo, pero las novedades rápidamente se superponían las unas a las otras y "la niña rara" de la clase solo era un objetivo más entre todos los seres vivos que merecían una burla.
Y, ahora, con la llegada a la preparatoria Karasuno, Daichi volvía a ser la novedad y las miradas volvían a recaer en él.
—Chicos, a partir de hoy se unirá a nuestra clase Sawamura...
—Daichi.
—¿Qué?
—Me llamo Daichi.
—Pero no pone nada en la ficha...
—Da igual, soy Daichi.
Aquel fue el primer momento incómodo de muchos. El tener que plantarle cara a su tutor en su primera clase ya fue suficiente espectáculo para atraer las miradas de los alumnos. No tuvo que esforzarse para notar la intensidad de aquel escrutinio o cuál era la expresión en sus rostros. No pudo hacer otra cosa que caminar hacia un pupitre libre y centrarse en la materia, pero aquella clase de distracciones no solían funcionar, ya fuese porque al profesor le diese igual cuál era su nombre o porque sus compañeros murmuraban entre ellos y soltaban risillas.
—¿Y cómo es que te permiten usar ese uniforme si eres una chica?
Fuera de cualquier saludo inicial, las preguntas siempre iban por el mismo camino. Daichi agachaba la cabeza y trataba de ignorarlo; sabía que responder de forma elaborada no servía para nada más que proporcionarles más material de burla.
—Porque soy un chico.
Y luego desparecía, deseando que la campana jamás volviese a sonar y que nadie regresase para incordiarlo.
—¡Eh, tú!
Con el ceño fruncido y la frustración drenando toda su paciencia, Daichi se giró hacia aquella voz con los puños apretados—. ¿Y tú qué quieres?
El joven que tenía enfrente era de su misma clase. Tenía el cabello corto de un color gris extraño, los ojos castaños más claros que había visto nunca, un curioso lunar bajo uno de ellos y una sonrisa pícara salpicaba sus labios mientras se acercaba a él—. ¡Vaya! Si hubieses puesto esa cara delante de los demás, habrías conseguido que se callasen para siempre. Cuando quieres, das verdadero miedo, chico nuevo.
Daichi no sabía qué pensar. No lo estaba tratando mal ni insultando, no parecía que tuviese compañeros cerca en aquel pasillo de la preparatoria e incluso transmitía inocencia. O por lo menos así fue hasta que se siguió acercando a él, invadió su espacio personal y le clavó el dedo índice en el pecho.
—¡Reacciona de una vez, Sawamura!
—¡¿Pero a ti qué te pasa?!
—Oh, a mí nada, pero llevas un buen rato mirándome fijamente y con cara de pocos amigos. Bueno, no tienes ninguno, así que eso podría llegar a entenderlo...
—Si lo que quieres es burlarte de mí, déjame en paz. No estoy de humor para estas cosas.
—¡Oh, no, no! Estaba tratando de ser tu coach emocional, pero se ha visto que no funcionó... —A cada segundo que pasaba, Daichi se encontraba más confuso. Ni siquiera conseguía discernir si ese joven era una amenaza o solo un completo idiota—. Me presentaré. Soy Sugawara Koushi, un compañero de clase y la persona que hará que te enamores del volleyball.
—¿Esto era una campaña publicitaria? Pues que sepas que eres demasiado maleducado para captar a nadie, Sugawara Koushi.
—¿Seguro? Porque en unos minutos te he sacado más palabras que todos los chicos de clase —determinó con un guiño y sus dedos índices levantados en su dirección—. Y tienes mucha más energía y voluntad de lo que pensaba, ¡así que decidí ahora que quería que te apuntases conmigo al club de volley! ¡Tienes que aprovechar esa altura y esas buenas piernas, Sawamura! Si te esforzases, podrías amedrentar a todos los idiotas del Karasuno y destrozarlos a patadas. —Aquella afirmación fue acompañada de una mala demostración de patadas de taekwondo con onomatopeyas incluidas. Daichi no estaba de humor para que se burlasen de él, pero aquello era tan absurdo que ni siquiera sabía qué pensar.
—No pienso unirme a ningún club, y menos a uno de deporte.
—¡Oh, no digas eso; te vi ojeando el cartel del club en la entrada! ¿Por qué crees que me fijé en ti, Sawamura? ¿Acaso tienes miedo a estar en el vestuario con los demás? —inquirió Sugawara, con demasiada claridad para su propio gusto. Por alguna razón, aquel tema parecía importarle tan poco como una cosa cualquiera, una circunstancia más que no afectaba a sus deseos en la vida. De alguna forma, esa actitud lo aturdía todavía más que los insultos y murmullos a su espalda o la propia incomodidad de haber descubierto sus inseguridades y haberlas expuesto con tanta brusquedad—. ¡Tú no te preocupes! ¡Entre los dos conseguiremos poner en vereda a cualquiera que no se atreva a ver tu potencial como jugador!
Sugawara palmeó su espalda con tanta fuerza que casi lo derribó, pero después se aferró a su hombro para no dejarlo escapar. Su sonrisa era igual de pícara que al principio, pero un pequeño matiz dulce lo ablandó.
—No puedo negar que me gusta el volleyball y que lo he practicado antes...
—¿Sí...?
—... Y que me planteé entrar en el club.
—¡Sí! ¡Hazlo! ¡Yo te cubriré las espaldas!
Entonces Daichi no pudo evitar echarse a reír ante la curiosa pero satisfecha mirada castaña de Sugawara. Al fin y al cabo, su compañero era mucho más delgado y escuálido que él, pero agradecía el gesto. Quizá se lo pensase; quizá... aún había salvación para personas como él en un sitio nuevo.
Sugawara en el manga >>>> Sugawara en el anime
Simplemente no soporto que lo hayan endulzado tanto, tbh, y eso que ni soy fan.
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Set; drabbles de Haikyuu!!
FanfictionCada experiencia dentro de la cancha de vóleibol te hacía crecer como jugador. Y si algo no salía bien, siempre había un siguiente set para cambiar las tornas. Ojalá sus vidas fuesen tan básicas y simples, con una segunda oportunidad para enmendar t...