Dedicado a HelenVelasquez
***
Los hombres no se habían movido ni un instante de la puerta del cuarto de hospital. Tadashi se removió con impaciencia en la cama. Sabía que Haru lo había hecho como una medida de protección por si el bastardo que le había disparado decidía volver a terminar el trabajo, pero se sentía vigilado todo el tiempo. Nadie más que el personal médico podía entrar en la habitación.
Cada segundo que pasaba se hacía más insoportable que el anterior y, por la magnitud de la herida en su abdomen, presentía que aún le quedaban varios días de encierro. El dolor y la incomodidad eran casi permanentes, pero no tenía tiempo para pensar en esas trivialidades. No lograría salir del hospital antes de que Haru y McGwire movieran el cargamento.
Necesitaba levantarse y llamar o todo saldría según lo planeado. Y la idea del sabotaje había sido quizás la peor que había tenido en toda su vida, sobre todo después de que alguien más se involucrara y supiera sobre su plan de traición. ¿En qué había estado pensando al contratar a esos imbéciles? ¿Y si cometían algún error y el cargamento realmente se perdía? Perderían una gran parte del patrimonio familiar.
La persona que le había disparado seguía libre, después de todo, y había escuchado su conversación telefónica. Eso bastaba para robarle el sueño.
—Mierda —musitó y volvió a acomodarse con dificultad sobre el colchón—. Soy un imbécil.
Escuchó voces afuera y luego la puerta se abrió. Era Haru.
—Hola —lo saludó su primo y se sentó en el sillón a su lado—. ¿Cómo pasaste la noche?
—Casi no pudo dormir —respondió con sinceridad, aunque la causa no tenía nada que ver con el disparo y la cirugía—. ¿Cuánto más tendré que permanecer aquí?
—Espero que no mucho más tiempo, quizás una semana.
—¿Y eso te parece poco? Me siento como un maldito vegetal inútil en esta jodida cama.
—Tienes que sanar por completo o a herida podría infectarse —dijo Haru con serenidad—. Esa es tu prioridad por el momento. No te preocupes, me estoy ocupando de todo.
—¿Qué hay con lo de McGwire?
—Los preparativos marchan bien, sin novedades. —Esa era quizás la última respuesta que deseaba obtener—. Pero hay algo que sí necesitas saber.
—¿De qué se trata?
—Encontramos a la persona que te disparó.
—¿En serio? —preguntó con escepticismo y se incorporó ligeramente en la cama—. Pensé que los incompetentes de la policía jamás darían con él.
—No lo hicieron. Lo hice por mi cuenta con un par de pistas que encontraron en el lugar y pagándoles mucho dinero a algunos testigos del área.
—¿Y bien? —Estaba ansioso por saber.
—Al menos tenían razón respecto a algo: fue un asaltante.
—¿Qué?
Eso no tenía sentido alguno. La persona que le había disparado lo había seguido hasta ese lugar y había estado vigilándolo. Aunque no podía contarle eso a Haru.
—No me robaron nada, no pudo ser un asaltante.
—Eso también pensaba yo, pero al parecer se vio acorralado y por eso te disparó. Luego entró en pánico y se largó sin llevarse nada consigo. Una chica sintió el disparo y lo vio salir corriendo. Después te encontró y llamó a emergencias.
—¿Dónde está ese maldito? —preguntó con rabia. Sentía algo de alivio al saber que no tenía relación alguna con sus negocios, pero quería estrangularlo con sus propias manos.
—Donde debe estar —respondió su primo con una mirada sombría—. Ya no molestará nunca más.
Él asintió y volvió a recostarse.
—Hablé con el tío —añadió Haru. Su estómago dio un vuelco al escucharlo hablar sobre su padre.
—¿Está todo bien por allá?
—Igual, sigue con el tratamiento intensivo y casi sin poder moverse para no agitarse. Decidí ocultarle lo que te ocurrió. No le hará ningún bien saberlo.
—Es mejor mantenerlo al margen de todo —dijo. Eso incluía la magnitud real del futuro fracaso que estaban por tener. Solo necesitaba que Haru se sintiera decepcionado consigo mismo y que el resto de su familia en Japón supiera que había fallado como líder.
—Lo sé —afirmó Haru y se levantó—. Él no está en condiciones de dirigir a nuestra familia, precisamente por eso nos dejó a cargo de todo. Haré las cosas a mi manera y elevaré nuestro apellido hasta la cima.
Tadashi bufó al escucharlo.
—Las cosas «siempre» se han hecho a tu manera, Haru.
—Sí, y quizás por eso «jamás» han salido mal —respondió su primo con cierto filo en su voz—. Y, créeme, esta vez no será la excepción.
«Eso ya lo veremos», se dijo mientras lo veía salir del cuarto y cerrar la puerta.
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La flor del ocaso © [✓]
Mystery / Thriller"Hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuanto más cercanos son, más sangrientos". -William Shakespeare. ** Hana Langford no conoció a su padre. Él murió en un accidente de tránsito antes de que ella naciera, o al menos eso le han contado. Sin...