Capítulo 8

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Dedicado a javirruu

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Dedicado a javirruu

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Hana había visitado muy pocos casinos en su vida. Las apuestas y los juegos de mesa no eran lo suyo. Sin embargo, esa visita era muy diferente a las anteriores: estaba justo en el casino que había pertenecido a su padre y a su familia.

«Loto Dorado» era su nombre. Barnes le había contado que solía llamarse «Sakura» como su apellido, y que había sido totalmente remodelado con el tiempo. Por lo tanto, ya no quedaba nada que lo que había sido uno de los lugares favoritos de su padre. Pero había insistido en visitarlo, de cualquier modo. Algún día lo recuperaría.

Se adentró en el local a pesar de que aún no había concluido su jornada laboral. Acababa de reunirse con un proveedor muy cerca de allí y la tentación había sido demasiado grande.

El local era enorme y casi toda la decoración era blanca y dorada, demasiado brillante para su gusto. Caminó entre las mesas de juego y los pocos clientes que frecuentaban el lugar de día hasta llegar a la barra. El bartender era un chico muy joven, pecoso y de rizos rubios. Ella le regaló una sonrisa al sentarse, sabía que esa era una de sus armas más poderosas a la hora de conseguir todo lo que deseaba.

—Buenos días, señorita, ¿qué desea tomar? —la saludó el chico.

—Buenos días... ¿hay algo en especial que me recomiendes probar de este lugar? —respondió ella en un tono ligeramente provocativo. Él sonrió y asintió.

—Te prepararé entonces mi especialidad. Muy pocas chicas hermosas se resisten a probarlo...

«Patético», pensó, pero le devolvió el gesto y fingió interés. Al chico no le tomó más de un par de minutos regresar junto a ella con una atractiva copa que contenía una bebida de color rosa. Hana la aceptó gustosa y la probó.

—Dios... —mintió—. Esto es lo mejor que he probado en mucho tiempo...

El rubio sonrió complacido al escucharla, a pesar de que a ella el trago le había parecido bastante común.

—No entiendo cómo había pasado por alto un sitio tan espectacular como este —volvió a decirle y fingió admirar el local—. Creo que mis amigas y yo deberíamos visitarlo con más frecuencia.

—Pues, sería un placer para nosotros tenerte por aquí nuevamente. —Se le acercó un poco y añadió en un susurro—: Especialmente para mí... Trabajo todos los lunes, miércoles y viernes...

Hana lo miró directamente a los ojos y le sonrió. Él se vio obligado a romper el contacto visual casi de inmediato y retrocedió. No era nada sencillo resistir el peso de sus ojos azules y ella lo sabía perfectamente.

—Ya sé qué días venir entonces...

«Los que tú no estés», agregó mentalmente y tomó otro sorbo de la copa. El rubio se fue a atender a otro cliente un instante, pero luego regresó.

La flor del ocaso © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora