Capítulo 3

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Dedicado a fatidelgadog

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Dedicado a fatidelgadog

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—¿D-de qué estás hablando? —tartamudeó su madre—. ¿De dónde has sacado eso?

—¿De dónde? —gritó Hana sin esconder su furia—. ¡Dime qué tu nombre no es Astrid Greene! ¡Dime que todo lo que me has contado de mi padre no es una maldita mentira!

Hana abrió el expediente y le lanzó con violencia todas las desgastadas hojas de noticias. Su madre retrocedió con una mezcla de desconcierto y de terror dibujada en su rostro. Sus ojos fueron directo a los enunciados esparcidos por el suelo de la habitación.

Pero no pronunció palabra.

—¡Dime la verdad de una jodida vez, maldita sea! —volvió a gritar Hana.

—R-rose... —tartamudeó Corine y comenzó a caminar torpemente hacia el comedor. No obstante, Hana comprendió muy bien las intenciones de su madre y la siguió.

—Oh, no, esta vez no te librarás tan fácil.

Ambas corrieron hasta el teléfono, pero Hana fue más rápida y logró alcanzarlo antes. Tomó el aparato en sus manos y lo tiró llena de ira contra el suelo. Aún sin contentarse, lo pisó una y otra vez hasta convertirlo en diminutos pedazos de plástico destrozados.

Su madre temblaba sin control y había comenzado a llorar. Estaba teniendo uno de esos ataques de ansiedad que ella, siendo una hija excepcional, siempre le había evitado. Sin embargo, poco le importaba en esa ocasión lo que le ocurriera a Corine, solo quería saber la verdad que le había ocultado por tanto tiempo.

—¡Habla ya! ¡Esta vez no tendrás ayuda de la tía Rose para evitar el tema y fingir que amaste a mi padre!

—¡Sí lo amé! —respondió su madre entre sollozos—. ¡Sí lo amé!

—¿Cómo puedes haber amado a alguien que te secuestró y te hizo daño? —Hana sentía un inmenso dolor en el pecho al pensarlo. Su madre había sido víctima de un secuestro y probablemente de una serie de atrocidades y, aun así, seguía mintiendo al respecto—. ¿Cómo puedes mentir sobre eso?

—¡No miento, yo amé a tu padre como no he amado a nadie en toda mi vida!

—¿Cómo, madre? —Las lágrimas rodaban por sus mejillas sin cesar—. Y... ¿por qué tú...? —Sentía miedo incluso sobre lo que estaba a punto de preguntar, pero respiró profundo y la enfrentó—: ¿Por qué me tuviste? ¿Por qué te quedaste conmigo a pesar de todo lo que ocurrió?

Los ojos color miel de Corine se abrieron enormemente al escucharla. Pero Hana no podía dejar de preguntárselo. ¿Por qué había tenido al bebé inmundo de alguien que había abusado de ella? Se sentía asqueada solo de pensarlo, y no estaba segura de si su asco iba dirigido hacia su progenitor o hacia ella misma.

La flor del ocaso © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora