Dedicado a RzhDiaz
***
—Pues... Así es, felicidades.
Haru la miró un instante y Hana no supo descifrar la expresión de su rostro. No obstante, sintió que el alma le volvía al cuerpo. No sabía por cuánto tiempo lograría sostener la mentira del embarazo, pero al menos le garantizaba unos días más de vida. Si todo salía bien al día siguiente con el plan de Barnes la policía apresaría a los primos y podían rescatarla. Solo un día la separaba de la libertad definitiva.
—Muchísimas gracias, doctor —respondió él finalmente y sonrió—. No tiene idea de la gran alegría que me ha dado con esa noticia.
El chico se acercó al médico y le estrechó la mano. Había un pequeño rastro de sudor en la frente del hombre y evitaba mirarlo a los ojos. Hana esperaba que Haru no lo notara y simplemente pudieran marcharse pronto de ahí.
—¿Cuál es el próximo paso, doctor? —preguntó Haru.
—Por el momento la señorita solo debe descansar. En un par de semanas debo volver a chequearla, pueden sacar una cita con mi secretaria.
—Muchísimas gracias por su atención, nos veremos muy pronto.
A Hana le dio la impresión de que Lebrone se estremeció al escuchar las palabras de Haru, pero logró mantener la calma.
—Bien, amor —volvió a hablar Haru—. Es hora de irnos a casa.
Luego trató de ayudarla a bajarse. Sin embargo, ella rechazó su ayuda y lo hizo por su cuenta.
—Gracias... —le susurró a Lebrone, mirándolo a los ojos. Su mayor deseo en ese instante era abrazarlo y agradecerle por salvarle la vida, aunque sabía que eso estaba fuera de lugar y se resistió—. Que tenga un buen día.
Salió de la consulta sin esperar a Haru. No podía ir a ningún lugar sin él, de cualquier modo; o al menos no podía hacerlo mientras la vida de su madre corriera peligro.
—Tuviste suerte, Hana, al menos por ahora —le susurró Haru cuando la alcanzó.
—Vete a la mierda —musitó ella y siguió ignorándolo hasta que llegaron al auto y se subieron—. Y bien, ¿cuál es tu brillante plan ahora? ¿Me tendrás encerrada nueve meses?
—Lo haré si eso es lo necesario para cuidar la vida de mi hijo —respondió con simpleza y puso el auto en marcha—. Lo primero que haremos será enviar a alguien al hotel por todas tus cosas. A partir de hoy vivirás conmigo.
—Justo lo que me faltaba...
—¿De qué te quejas? Dejarás de vivir en una habitación diminuta de hotel para irte a una casa donde tendrás todo lo que necesites.
—O sea, a partir de ahora seré tu prisionera —dijo con amargura.
—No. Serás la madre de mi futuro hijo y eso implica cuidados extras por mi parte, como una vigilancia permanente. Me gustaría estar siempre ahí, pero comprenderás que tengo otras cosas de las que ocuparme.
Hana bufó. Ni siquiera tenía ánimos para decirle a ese imbécil todo lo que se merecía.
Muy poco tiempo después llegaron a la residencia de los Miyasawa. Agradecía al menos que el otro siguiera internado en el hospital. Era una casa enorme de dos pisos, sin ninguna otra a su alrededor. Al cruzar la reja y los dos guardias de seguridad, había un verde jardín con palmeras y a la derecha el aparcamiento para los autos de esos bastardos. La construcción era moderna y alternaba paredes amarillo pálido con otras de ladrillos grises.
Haru se bajó primero y le abrió la puerta del auto. Ella ni siquiera lo miró, se limitó a seguirlo hasta el interior de la residencia. Todo en aquel lugar olía a productos recién comprados, no parecía que le dieran mucho uso a los muebles en general. La decoración era bastante sobria, no demasiado hogareña, tanto que parecía encajar con Tadashi a la perfección. Aunque ya había comprobado que bajo su antifaz social Haru no era más que otro cabrón como su primo.
—Puedes moverte por la casa —dijo Haru mientras subían las escaleras—, pero jamás intentar salir fuera de sus límites. Nuestros empleados se encargarán de que nada te falte.
Él abrió una de las primeras habitaciones del segundo piso.
—Este será tu cuarto. —Ella asintió y dio un paso dentro—. Espero que estés cómod—
El portazo no le permitió terminar. Hana no sentía deseos de escuchar ni otra jodida palabra que saliera de su boca. Sin embargo, se recostó a la puerta esperando a que él se largara. Lo escuchó bufar audiblemente, pero luego sintió sus pasos alejarse por el pasillo.
Los únicos muebles eran una cama matrimonial con sábanas blancas, una mesita de noche y un armario de madera. La habitación lucía vacía y monótona. Deseaba poder salir de allí cuanto antes. Jamás había pasado por su cabeza que extrañaría su pequeño cuartito de hotel, pero incluso aquella estancia sucia y vieja tenía más vida que toda esa casa. Al menos sintió algo de alivio al correr las cortinas blancas y comprobar que la ventana de vidrio le permitía ver la ciudad a lo lejos. Se sentía tan inalcanzable desde allí.
«Mañana... —se dijo—. Solo tienes que resistir hasta mañana...».
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La flor del ocaso © [✓]
Mystery / Thriller"Hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuanto más cercanos son, más sangrientos". -William Shakespeare. ** Hana Langford no conoció a su padre. Él murió en un accidente de tránsito antes de que ella naciera, o al menos eso le han contado. Sin...