Capítulo 13

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Dedicado a zizoyzizoyzizoy

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Dedicado a zizoyzizoyzizoy

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—Necesito mucho más tiempo —susurró Hana mientras miraba a su alrededor para asegurarse de que nadie la estuviera escuchando—. Entré a la oficina del mayor y no encontré nada útil. Son demasiado cuidadosos, no dejan nada al azar.

—Mantente bien alerta a cualquier detalle, Hana —respondió Barnes al otro lado de la línea—. Tenemos que averiguar qué están traficando y con quiénes se están relacionando para conseguir pruebas y entregarlos a la policía. Tu familia tenía muchos enemigos en la ciudad y, con la reputación que les precede a esos bastardos Miyasawa de haber destruido a los Sakura, muchos deben estar colaborando con ellos. Es evidente que están lavando enormes sumas de dinero.

—De acuerdo, seguiré trabajando en eso...

Colgó el teléfono y se quedó pensando por un instante. En todos los días que llevaba en la oficina jamás había escuchado una conversación fuera de lugar o algún comentario revelador. ¿Cómo iba a arreglárselas entonces para descubrir qué estaban ocultando? El tiempo seguía corriendo y estaba exactamente en el mismo punto en el que había comenzado.

No obstante, suspiró profundo y decidió que la desesperación no podía nublar sus sentidos.

Reunió los contratos que debía revisar y se dispuso a levantarse de su asiento. Apenas lo hizo y se volteó, sus ojos enfocaron una imponente figura masculina.

El maldito Tadashi era demasiado sigiloso. Estaba de pie a menos de un metro de ella, sin mover un músculo siquiera. ¿Cuánto tiempo habría permanecido allí? ¿Habría escuchado algo de su conversación con Barnes? A Hana le resultaba imposible saberlo, pues su expresión no revelaba absolutamente nada.

Pero ella no perdió la compostura y se limitó a saludarlo.

—Sígueme —dijo él. Su tono indicaba que no era un pedido amistoso, sino una orden.

Ella asintió y caminó tras él hasta la puerta de su oficina. Estaba intrigada, pues ese idiota era indescifrable. Solo esperaba que no tuviera pensado despedirla.

Sin embargo, su sorpresa era mucho mayor que su temor. Nadie jamás entraba a la oficina de Tadashi. Todos los trabajadores se dirigían a Haru para discutir cualquier asunto, y no solamente por el carácter desagradable de su primo: él no aceptaba visitas dentro de su espacio personal en la empresa.

Y acababa de ordenarle que lo siguiera y no solo la dejó entrar, sino que también cerró la puerta tras ella.

—Siéntate —le dijo con tono autoritario. Al parecer sus habilidades sociales eran cada día más pobres.

Pero Hana obedeció y tomó asiento frente al enorme escritorio. Era un lugar bastante oscuro y poco acogedor —justo como su dueño—. No tenía nada en común con la oficina de Haru, decorada con tonos cálidos y un ambiente familiar que inspiraba confianza e invitaba a permanecer allí por horas.

La flor del ocaso © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora