Dedicado a SaoriNegros
***
Haru entró corriendo al hospital. Todos se quedaban mirándolo mientras se abría paso directo hacia la habitación de Tadashi. Sabía que debía de parecer una bestia enfurecida, pero sus ideas eran tan caóticas que no lograba pensar.
Había sufrido la peor traición posible: la de su propia sangre.
Finalmente se vio a sí mismo frente al cuarto de ese cabrón de mierda. Apretó los puños y entró casi sin poder respirar. Iba a matarlo.
Pero solo encontró una cama vacía. Esa rata traicionera había escapado.
—¡Maldita sea! —gritó y lanzó las sábanas y la almohada al suelo violentamente—. ¿Dónde diablos está?
Un enfermero lo miraba aterrado desde la puerta.—S-se marchó... —musitó—. Hace como media hora...
—¡Estaba herido! —exclamó Haru, frenético, y agarró al hombre por el cuello del uniforme con ambas manos—. ¿Quién carajos lo dejó irse en ese estado?
—N-nadie pudo detenerlo... L-lo siento...
Al ver el flacucho cuerpo estremecerse entre sus manos, Haru comprendió la magnitud de lo que estaba haciendo. Tomó una enorme bocanada de aire.
—Lo siento —dijo y lo soltó—. Le ofrezco una disculpa por mí comportamiento, pagaré por todos los daños.
El enfermero asintió, aún con temor, y salió de la habitación.
Haru miró al cielo y soltó un grito de frustración. Había sido tan idiota que hasta le había proporcionado ayuda para que lograra escapar.
«¿Por qué me hiciste esto, bastardo? —se preguntó con una terrible opresión en el pecho—. ¿Por qué?».
Y no lograba comprenderlo. Siempre habían sido como hermanos, ¿cómo Tadashi se había atrevido a deshonrar de ese modo a la familia? Pero las cosas no se quedarían de ese modo. Su tío se enteraría de todo, y sería él mismo quien se lo iba a contar.
Cuando volvió a casa, aparcó el auto y entró caminando como por inercia. Sentía que todo se estaba saliendo de su control y no sabía cómo había llegado a ese punto.
Sin embargo, apenas abrió la puerta vio a Hana. Estaba sentada en uno de los sillones y clavó sus ojos azules en él.
«Lo que me faltaba», pensó y se restregó los ojos. Estaba exhausto.
—Y bien —le dijo a la chica con algo de hostilidad—, si estás ahí es porque evidentemente esperas noticias sobre el cargamento, ¿no? ¿O es acaso que esperabas que la policía tirara abajo la puerta y viniera a salvarte? Pues déjame informarte, mi querida Hana, que fue un éxito, ¡que me voy a hacer mucho más rico y nadie va a impedirlo! ¡Y que tampoco nadie vendrá por ti!
Su gritó rompió el silencio de la noche y la sobresaltó un poco. Él soltó una risa amarga al ver la expresión de decepción y sorpresa en la cara de la chica.
—¿Por qué te sorprende tanto, Hana? ¿Qué? ¿Te preguntas cómo un imbécil como yo logró jugársela a la policía? Ese es el maldito problema de todos ustedes, ¡todos me subestiman y piensan que soy estúpido! ¡Estoy harto de todos y estoy harto de ti y de tu actitud de mierda!
—¿Y por qué no me dejas ir de una maldita vez entonces? —respondió ella y se levantó para encararlo.
Haru volvió a reír, pero esa vez con ironía.
—¿Irte? No, Hana, tú no irás a ningún sitio. —La señaló con el dedo—. Tú elegiste tu camino el día que decidiste entrar a la empresa de mi familia para destruirnos. ¡Ahora nos salvaremos juntos o nos hundiremos los dos!
—¡Prefiero morir antes de que tener que aguantar estar contigo, Haru Miyasawa!
—¡Pues ten mucho cuidado con lo que deseas! —la amenazó y se dio la vuelta. No perdería más su tiempo intentando hablar con ella.
—¿Ya lo sabes, no? —escupió ella con desdén—. Eres tan patético que hasta tu propio primo decidió traicionarte. ¿Te preguntabas por qué le disparé? Exactamente por eso, porque descubrí que no es más que una rata e intentó matarme por eso. Todos ustedes son iguales: unos pedazos de mierda.
Él sintió su mandíbula tensarse y su respiración volverse pesada. No obstante, mantuvo la calma.
—Yo voy a demostrarte quién es el verdadero pedazo de mierda, Hana Sakura —dijo entre dientes—. Cuando sepas toda la verdad tu castillo de naipes se desmoronará sobre ti. Y, créeme, voy a estar ahí para verlo y disfrutaré más que nadie cuando tengas que tragarte cada una de tus palabras.
ESTÁS LEYENDO
La flor del ocaso © [✓]
Misterio / Suspenso"Hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuanto más cercanos son, más sangrientos". -William Shakespeare. ** Hana Langford no conoció a su padre. Él murió en un accidente de tránsito antes de que ella naciera, o al menos eso le han contado. Sin...