Dedicado a MiriamGarciaRodrigue
***
Un imbécil alcoholizado reía y se ahogaba con su propia saliva haciendo el ridículo al otro extremo de la terraza. No obstante, Haru solo podía mirar a Hana. ¿Qué diablos estaba haciendo ella ahí? ¿Lo había seguido acaso?
Caminó entre las pocas personas que había hasta llegar a ella. Sus ojos azules reflejaban algo que él no era capaz de descifrar. No sabía si se trataba de sorpresa o de nerviosismo.
—¿Hana? —le preguntó—. ¿Está todo bien? ¿Qué haces aquí?
—Eh... sí, está todo bien... —respondió y bajó la mirada. En ese instante le pareció que estaba algo angustiada.
—Ven aquí.
Se atrevió a tomarla de la mano para alejarse de los demás y ella no opuso resistencia. Haru miró alrededor para asegurarse de que su contacto entre los accionistas ya se hubiera marchado. Él había sido el encargado de darle las indicaciones para su próximo encuentro con sus socios de negocios y de dejarle una tarjeta con la dirección del nuevo lugar. Nunca se encontraban en el mismo sitio dos veces para no levantar sospechas.
Cuando se alejaron lo suficiente, soltó la mano de la chica y se recostó al balcón para darle su espacio. Lucía especialmente hermosa esa noche. Le había sido casi imposible resistirse a mirarla y aún estaba enojado con Tadashi por utilizarla de ese modo para molestarlo. Ella sí que era deslumbrante, pero eso no la convertía en un simple accesorio de lujo. Sin embargo, esperaba que eso fuese todo y que su primo no tuviese planes más siniestros con ella. En ese caso él se aseguraría de que se vieran frustrados.
—¿Seguro que estás bien? —se atrevió a preguntarle. La mirada de ella estaba perdida en algún punto de la iluminada ciudad que se alzaba frente a ambos.
Hana respiró profundo antes de voltearse a mirarlo.
—Sí. Solo necesitaba un poco de aire. No era mi intención encontrarme contigo. De hecho, prefería estar sola...
—Bueno... supongo que mejor vuelvo abajo, entonces —dijo él y dio un paso. Ella lo tomó por un brazo y lo detuvo.
—No. Quédate... por favor.
Haru asintió y volvió a su posición anterior.
—¿Mi primo te hizo algo? —preguntó y sintió su sangre hervir solo de pensarlo—. ¿Acaso fue rudo contigo o te avergonzó?
—No, no es eso —se apresuró a aclarar ella—. Él no ha sido desagradable conmigo en lo absoluto. —Levantó una ceja y ella sonrió—. Es decir, no más que de costumbre. No te preocupes.
—¿Qué te ocurre entonces?
—Ya te lo he dicho, solo necesitaba aire. Tengo muchas cosas dándome vueltas en la cabeza últimamente y creo que lo poco que bebí no me hizo nada bien.
—De acuerdo —dijo él y permaneció en silencio un instante. Sin embargo, había algo que no podía dejar de preguntarle—: Sé que ese no es mi asunto, pero... ¿Por qué accediste a venir con él? ¿Es solo trabajo o... hay algo más?
—¿Qué? —dijo, sorprendida—. Por supuesto que no. Solo... es decir, yo... En fin, la verdad es que yo ni siquiera quería venir.
—¿No?
En ese momento el sorprendido fue él. No era un secreto para nadie que ese tipo de reuniones podía ser muy provechoso sobre todo para personas jóvenes como ella. Allí podían conocer personas influyentes y poderosas. Eran una puerta para nuevas oportunidades de trabajo.
—En esa sala hay mucha gente rica e importante. Si tú objetivo es llegar a ser una abogada reconocida en todo el país, creo que no está mal que te conozcan.
—Lo sé. No me malinterpretes, no se trata de eso. En realidad, he sido muy afortunada al ser aceptada en el bufete de Barnes y luego en tu empresa. No quiero abusar de la confianza.
—No estás abusando de nada. Si Tadashi te invitó eres totalmente bienvenida.
—Sobre eso... —Lo miró a los ojos—. Aún no me queda muy claro por qué tu primo decidió traerme.
«Somos dos», se dijo él.
—Quizás porque sabe que tienes potencial. Tadashi puede ser muy necio, pero no es ciego.
Hana soltó una risa sarcástica.
—¿Potencial de qué? —preguntó con amargura. Parecía herida—. ¿De abogada o de zorra caza fortunas?
—¿Qué? ¡Por supuesto que no!
—Yo no soy estúpida, Haru. He visto la forma en que todos ahí dentro me miran. Piensan que no soy más que una trepadora y que por eso me estoy acercando a él. Y, ¿sabes qué? ¡No quiero estar aquí, él no me dejó otra opción!
«Lo sabía», se dijo y soltó un bufido. Ese imbécil la había amenazado con despedirla o algo semejante. Respiró aliviado al saberlo, pero su cuerpo se tensó al ver la frustración de Hana y sentirse impotente de actuar.
—¿Sabes qué? —dijo él finalmente y la tomó de la mano con delicadeza—. Esta farsa se terminó.
—¿De qué hablas? —preguntó ella, pero dejó que él la guiara hasta bajar las escaleras y pasar por el salón principal.
No obstante, él no se detuvo hasta estar frente al empleado que atendía la puerta del restaurante.
—Por favor, discúlpeme con el resto de los invitados de la cena privada y con el personal —le dijo al hombre—. Todo estuvo magnífico, pero la señorita no se siente bien y necesitamos marcharnos.
El empleado asintió y les deseó a ambos las buenas noches. Luego siguieron avanzando hacia el aparcamiento para buscar su auto. No esperaría siquiera que se lo llevaran.
—Haru, ¿qué piensas hacer? ¿Nos marcharemos de este modo, sin despedirnos siquiera?
—Tú misma lo dijiste, Hana, no te sientes bien aquí y no voy a permitir que mi primo te moleste solo por uno de sus caprichos.
—Pero, ¿qué dirá él? —preguntó ella con preocupación mientras él le abría la puerta del auto—. Va a enojarse.
—Hana —dijo con seriedad y mirándola directamente a los ojos—. Escúchame bien, me importa una mierda lo que pueda decir Tadashi, y tú no tienes nada por qué preocuparte al respecto, yo me las arreglaré con él después. Solo te preguntaré esto una vez y eres libre de decidir: ¿quieres terminar con todo este teatro y que yo te lleve a casa o quieres volver ahí y fingir que disfrutas ser su acompañante por otras dos horas?
Ella dudó un instante, pero su única respuesta fue subirse al auto y cerrar la puerta. Y eso fue suficiente para que él hiciera lo mismo.
—Listo —le dijo—. Él puede haberte traído, pero seré yo quien te lleve a casa.
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La flor del ocaso © [✓]
Mistero / Thriller"Hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuanto más cercanos son, más sangrientos". -William Shakespeare. ** Hana Langford no conoció a su padre. Él murió en un accidente de tránsito antes de que ella naciera, o al menos eso le han contado. Sin...