Capítulo 12

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Dedicado a VianneyNava

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Dedicado a VianneyNava

***

El reloj marcaba las tres de la mañana.

Haru estaba acostado bocarriba con ambas manos bajo la cabeza. La habitación estaba sumergida en la penumbra y el único ruido perceptible era el del viento moviendo las ramas de los árboles afuera.

Sin embargo, —como casi todas las noches— no lograba conciliar el sueño. Tenía demasiadas preocupaciones como para poder dormir en paz.

Por un lado, estaba la gran responsabilidad sobre sus hombros de sacar a flote los negocios y la empresa. Su primo tenía razón: de eso dependía el futuro de toda la familia, y él le había prometido a su tío que lo haría a cualquier costo. Si fallaba no solo lo decepcionaría, sino que también lo pondría en riesgo. Pocas personas conocían el estado real de salud del gran líder de los Miyasawa. Su corazón estaba cada día más débil y solo por eso les había cedido a sus dos descendientes parte del control. No resistiría un golpe como ese.

Pero también estaba el «otro tema», que lo mantenía alerta todo el tiempo. La desesperación lo estaba consumiendo.

No obstante, durante el tiempo que había pasado con Hana todo había sido relegado a un segundo plano. Ella lograba enfocar todos sus pensamientos y sentidos en su simple presencia. Sus ojos, sus labios, su olor... todo le hacía distraerse a tal punto que le preocupaba. Sabía que debía controlarse y mantenerse lejos de ella, pero muy pocas cosas en la vida le habían resultado tan difícil como eso.

«¿Qué diablos estás haciendo, Haru? —se dijo—. Concéntrate de una vez».

Luego se incorporó en la cama y se restregó el rostro. Era demasiado tarde, pero no podía posponer la llamada que llevaba horas deseando hacer. Si no tenía noticias le sería imposible dormir.

Salió de la habitación descalzo y en ropa interior. A esa hora ninguno de los empleados domésticos estaba despierto, de cualquier modo. Cuando estuvo frente a la puerta de Tadashi se detuvo un instante. Dentro todo estaba silencioso, parecía dormir, por lo que continuó moviéndose sin hacer ningún ruido. Mantenerlo todo a espaldas de su primo estaba siendo un reto, pero no era algo en lo que pudiera involucrarlo.

El teléfono estaba en medio del salón principal. Se acercó sin encender las luces y marcó el número que ya conocía de memoria. Pasó su mano libre por su cabello en varias ocasiones mientras esperaba que contestaran al otro lado de la línea.

—Soy yo —dijo con alivio—. Siento llamarte tan tarde, pero durante el día se me hace demasiado complicado. Siempre hay mucha gente a mi alrededor... ¿Tienes alguna novedad? —Suspiró con frustración al escuchar la respuesta negativa—. Sé que lo que te pedí no es nada sencillo, pero realmente «necesito» encontrar a esa persona... Sigue buscando, por favor, jamás olvidaré todo esto que estás haciendo por nuestra familia...

Luego de colgar se recostó ligeramente en la pared. Los días seguían pasando sin ningún progreso y sabía que tarde o temprano ese asunto le causaría problemas.

Pero no pensaba rendirse, buscaría debajo de las piedras si era necesario.

«Puedes dar por seguro que voy a encontrarte... —prometió al vacío—. Y esta vez voy a terminar lo que comenzaron mis padres hace tantos años...».

»

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La flor del ocaso © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora