Dedicado a SandraMilenaSolis
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Si algo había aprendido Hana en sus dos primeros días de trabajo, era que esos cabrones sí que sabían cómo gastar el dinero que le habían robado a su familia. El edificio no era demasiado grande, pero estaba ubicado en una muy buena área de la cuidad. Además, las oficinas poseían muebles caros y estaban exquisitamente decoradas.
Todo en ese maldito lugar olía a éxito. Pero no sería por mucho tiempo, ella se encargaría de eso.
En su primer día la había recibido Haru, que de los dos directores parecía ser el más cercano a los empleados. O eso quería hacerles ver, y era realmente bueno fingiendo. Era un joven alto y de porte atlético, con facciones bien marcadas en su rostro y una voz muy masculina y sensual. Debía reconocer que llamaba la atención, sobre todo sus labios carnosos y sus ojos achinados e intensamente oscuros, al igual que su cabello.
Por otro lado, estaba el otro: Tadashi. Solo lo había visto un instante y sabía que había sido muy grosero, a pesar de que solo conocía unas pocas palabras en japonés gracias a la obsesión de su madre —que, ingenuamente, siempre le había parecido injustificada—. Él también era alto, pero más delgado que Haru. Barnes le había explicado que eran primos, aunque ella lo hubiera notado sin su ayuda. El parecido físico entre ambos era innegable.
Ella había llegado demasiado temprano a la primera junta de dirección en la que participaría, por lo que estaba sentada sola en la sala de reuniones. No obstante, su falta de compañía no se extendió por mucho tiempo.
«Genial... El cara de mierda llegó primero», se dijo.
Al parecer, Tadashi siempre llevaba su brillante cabello negro perfectamente peinado, un lujoso traje oscuro y el ceño fruncido. Era atractivo, pero la mirada dura y despectiva de sus ojos negros era capaz de cortar cualquier acercamiento.
Él ni siquiera se inmutó por su presencia en la habitación. Pasó de largo hasta sentarse en una de las dos sillas a la cabecera de la larga mesa de madera. Hana se aclaró la garganta en caso de que él hubiera estado demasiado ensimismado y no la hubiera visto, pero eso no lo hizo mover siquiera un músculo. Ese idiota la estaba ignorando a propósito.
—Buenos días... —dijo Hana finalmente.
Tadashi alzó una ceja y la observó por un momento. Ella no sabía descifrar su expresión, no tenía idea de si era sorpresa o simplemente desprecio lo que reflejaba el rostro del chico. Y eso la desconcertaba y la irritaba a la vez.
—Me gustaría pensar que acabas de saludarme, pero tu acento apesta tanto que ni siquiera estoy seguro de que hablaste en japonés —respondió él con sarcasmo, sin suavizar la expresión de su rostro. Hablaba haciendo demasiado énfasis en los sonidos, por lo que su español no sonaba natural en lo absoluto.
«Tu acento también da asco, imbécil», pensó Hana. No obstante, mantuvo la compostura y se limitó a sonreírle.
—Solo estaba tratando de ser amable y no sabía si usted hablaba español.
—Detente entonces. Viniste aquí a trabajar, no a ser amable.
—Siempre he pensado que mantener relaciones cordiales con los compañeros es una parte muy importante del trabajo, señor.
—Pues, déjame aclararte que hay dos fallas en tu argumento —dijo él con dureza—: primero, no soy tu compañero, soy tu jefe; segundo, me importa un carajo lo que piensen mis empleados. Son material remplazable, después de todo.
—Pues, creo que debería repensar su segundo argumento, señor —respondió ella con un tono de voz calmado, pero firme—. Sus empleados pueden llegar a sorprenderlo...
Él se dispuso a responderle, pero la puerta se abrió interrumpiéndolo. El segundo primo entró y los miró a ambos por un momento. Al parecer, notó la tensión en el ambiente. No obstante, los saludó y prosiguió a tomar asiento en la silla restante a la cabecera de la mesa. El resto de los miembros comenzó a unirse y no tardaron en comenzar la reunión.
Hana trataba de concentrarse en el tema debatido. Sin embargo, sentía el peso de la mirada del jodido Tadashi sobre ella. La escrutaba abiertamente, y una parte de ella estaba deseando con todas sus fuerzas plantarle cara y mostrarle que no la intimidaba en lo absoluto.
¿Quién diablos se creía ese cabrón de mierda que era? ¿Material remplazable? Su sangre hervía solo de pensarlo. Iba a encontrar pruebas de que eran parte de la mafia y de que todo ese negocio de la construcción era solo una farsa para lavar dinero, y luego hundiría el apellido Miyasawa. Nadie los recordaría por nada más que por ser unas jodidas ratas.
Haru pareció percibir el naciente interés de su primo en ella y también comenzó a mirarla en ocasiones. Él era mucho más discreto que Tadashi y, en lugar de recelo, solo había curiosidad en sus ojos.
Ambos eran muy diferentes entre sí. No obstante, ella los odiaba cada día más y los destruiría a los dos por igual.
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La flor del ocaso © [✓]
Mystery / Thriller"Hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuanto más cercanos son, más sangrientos". -William Shakespeare. ** Hana Langford no conoció a su padre. Él murió en un accidente de tránsito antes de que ella naciera, o al menos eso le han contado. Sin...