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Habían pasado algunas horas desde que Levi se fue de su casa, tenía que ir al trabajo a cuidar que todo marchará bien, porque tenía pendientes las firmas de algunos artistas que pronto debutarían. Se marcho no sin antes decirle a la azabache que volvería a las 8:00 pm para llevarla a cenar junto a sus hijos y celebrar ese mes tan fantástico.

Mikasa se encontraba vistiendo a Murat, Aiko corría de un lado para otro sacando ropa de algunos cajones pero a ella no parecía convencerle ninguna, la azabache se acerco a su hija para acariciarle dulcemente el cabello.

-¿Quieres lucir preciosa?-pregunta, al mirar los ojitos llorosos de la niña lo entendió, quería que su padre estuviera orgulloso de la hija que tenía.

Pero algo detrás de eso existía, solo Aiko sabía la sorpresa que su padre le daría a Mikasa.

La azabache busca bien, hasta encontrar un vestido rosa, un rosa tan delicado, tan dulce que luciría genial en su hija, lo acerca a ella que le sonríe agradecida.

-Quedará genial con tus zapatos blancos
-sugiere Mikasa

La mujer se muestra insegura al momento de decidir su ropa, su querida hija interviene, se coloca frente a su closet, ve detalladamente cada una de las prendas, hasta indicarle a su madre un top negro era de mangas largas, tipo cuello en v, Aiko estaba muy segura de que se le vería demasiado precioso a su madre. Pero ella niega con la cabeza, no tenía la seguridad de ponerse algo tan atrevido como eso, ni siquiera sabe porque lo acepto cuando Pieck se lo regalo.

Aiko toma el top, un pantalón negro ajustado, busca en la parte de los zapatos hasta encontrar los indicados, unas zapatillas negras de un tacón grueso y algo bajo, tenía que ayudar a su padre con eso.

La niña mira a su hermano levantando la ceja constantemente indicándole que hacer, Murat corre hasta la azabache, ahora ellos se encuentran arrastrándola al baño, dejan en sus manos la ropa para enseguida cerrar la puerta.

Están esperándola, caminan de un lado a otro desesperados hasta que escuchan que se abre lentamente la puerta, dejando a la vista la hermosa mujer que siempre había existido pero que jamás nadie la había dejado ser, desbordar su belleza, hasta que él llego.

Los niños están sorprendidos, emocionados de la madre tan preciosa que tenían, celebran, saltan de alegría, la azabache los mira atenta, realmente la entrada de ese hombre había cambiado sus vidas para bien, segura de si misma caminaba al tocador de madera que tenía en la habitación, toma un mechón de cabello de ambos lados para unirlos, no sabe mucho de maquillaje, lo intenta se aplica algo de rímel, un poco de brillo labial, solo algo básico pero bonito y natural.

Se encuentra viéndose fijamente en el gran espejo, llegan a su mente un sinfín de recuerdos que la hacen sentirse aterrada, sus manos temblorosas se colocan en el espejo, toca inútilmente su reflejo, ¿porque se permitió sufrir de esa manera?¿porque dejo que alguien más llevara las riendas de su vida? Perdió tanto tiempo junto a esa hombre, seguía estancada aunque no lo dijera, se odiaba por no haber reaccionado a tiempo, pero es que las cosas eran así...enamorada eres una tonta, tienes una venda en tus ojos, lo excusas por todas sus malas acciones contra ti, incluso te culpas por todo...desearía con toda su alma volver al pasado, hacer todo bien, así evitaría que sus padres murieran, así se aseguraría de no volver a cometer los mismos errores.

Pero no se podía, ahora lo único que estaba en sus manos era el presente, y el futuro, se aseguraría de disfrutar cada momento con su familia para no lamentarse después. Sonríe con gran sinceridad, mira su reflejo una vez más-Hoy te amo, he aprendido por fin a hacerlo...discúlpame por hacerte pasar por todo esto, estas heridas que cause.

Se escuchan algunos suaves golpes en su puerta, sabe de quien se trata, sus hijos corren hacía la puerta para abrir, al verlo gritan de felicidad, él les sonríe, enseguida lo abrazan siendo correspondidos al instante.

𝙈𝙞𝙨 𝙝𝙚𝙧𝙞𝙙𝙖𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora