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Escucha y mira atentamente a ese hombre, es de baja estatura, delgado, una mirada intimidante, sus ojos azules con un toque grisáceo observan con desinterés todo lo que le rodea, al terminar la canción baja de ahí, los aplausos no se hacían esperar, él toma asiento en una mesa frente al escenario donde están un rubio y una castaña. Se encuentran charlando o es lo que puede deducir no logra ver con exactitud. El joven que las atendía se acerca a llamar a la azabache para que suba pronto.

El presentador la nombra con emoción, como si supiera de quien se trata, como una famosa o algo así, aplausos para ella que ahora se encuentra asustada subiendo al escenario bajo la atenta mirada de un azabache que no tarda en reconocerla y sorprenderse, esa chica simplemente no era la misma, desprendía seguridad, no era igual que esa que lloraba hace unos años atrás de manera desconsolada que realmente le hizo recordarse a si mismo la crueldad de la vida, unos nacen, unos mueren, es un ciclo que no debería ocurrir tan pronto, ahora es diferente pero su mirada inocente y llena de vida no se va.

La música comienza a sonar, enseguida reconoce la canción, se acomoda para poder verla bien, las manos de la chica sostienen el micrófono tal y como la primera vez, esta vez consigue soltarse porque no hay nadie que la conozca excepto su hermana y amigas o eso es lo que cree.

La joven canta, canta demasiado hermoso eso atrae aplausos, miradas, admiración, él la mira impactado como si fuera la primera vez que escucha esa voz, la mira detenidamente, es algo raro para él no mirarla con esa pancita, el cabello que hace mucho estuvo hasta los hombros ahora era largo y brillante, se encontraba feliz de que su existencia sirviera para algo, ayudo aunque fue en lo más mínimo a esa mujer a salir de ese infierno. No se había percatado de que su atenta mirada fue captada por la azabache que le dedico una sonrisita fugaz.

Luego de algunos segundos la mujer baja del escenario, se ve en su rostro la emoción, nunca pensó que cantar le aliviaría todo ese estrés que tenía acumulado, la música la hacía feliz, mediante ella podía comunicar lo que sentía. Pasan 30 largos minutos para que Pieck decida que es momento de ir a casa. Se encuentran pagando la cuenta, él esta tomando la valentía necesaria, pero al ver que están a punto de irse no lo duda ni un segundo más y se acerca a la azabache. La toma del brazo para hacer que esta la voltee a verlo.

-¿Te gustaría ir a cenar?-pregunta inmediatamente haciendo que la azabache se sorprenda, la observa negar con la cabeza.

Una risa sale de la mujer que acompañaba a la azabache.

-¿Esa es tu manera de pedirle una cita a una chica?
-pregunta Pieck-Pregunta su nombre antes de...

-No, es algo tarde. Tengo que irme
-Responde tímidamente la azabache.

-Dame tu número-ordena

-"Oye linda señorita, te vi y me llamaste la atención , ¿podría obtener tu número"-sugiere Pieck intentando imitar la voz del hombre frente a ellas.

-Dame donde apuntar-ordena la azabache

Su hermana la mira impresionada, no se lo podía creer su hermana menor se estaba dando la oportunidad, lo mejor de todo fue algo planeado y resulto, Hange capto su mirada celebraba silenciosamente dando saltitos, ella estaría igual pero no podía porque Mikasa era inteligente.

Anotaba su número en el teléfono de él, se lo devolvió algo cabizbaja, tenía las mejillas totalmente sonrojadas, no podía permitirse que la miraran de esa manera. Incluso no se lo podía creer, lo que ahora mismo sucedía, un extraño que era totalmente apuesto le pedía su número. Estaba emocionada, su corazón revoloteando. Él mira el teléfono con una sonrisa, y luego a la mujer que la dejo encantado.

La observa salir, quiere perseguirla, hacerle saber que la conoció antes, hace años pero no, era mejor que lo descubriera luego, sus amigos llegaron hasta donde él estaba parado, para empezar a hacerle burla.

Mikasa va en el asiento de copiloto ignorando a su hermana, todos sus comentarios ahora mismo no tenían espacio en su mente, solo esa mirada intimidante que se fijo en ella durante esa presentación, no lo podía creer, se sentía como una chica de escuela secundaria conociendo a su primer amor. Y es que aún lo era, tenía una alma tan inocente, que tenía miedo que se aprovecharan de eso.

Al día siguiente
Mikasa prepara el desayuno para todos, se a quedado la noche anterior a dormir en casa de su hermana, Aiko le ayuda acercándole las cosas que su madre ocupa. Están algo apuradas porque se levantaron un poco tarde, teme a que su hija llegue tarde y pierda la puntualidad que las caracteriza.

Por la mente de la mujer cruza el azabache de ayer, ¿porque aún no le llama? Para que le pidió su número si no lo haría, estaba apunto de perder sus esperanzas hasta que su teléfono comenzó a timbrar.

Corrió hacia la mesa en donde lo había dejado para tomarlo entre sus manos, se lleno de valentía aunque por dentro estuviera muriendo de nervios y contesto con normalidad, como si fuera una llamada más.

-¿Quien es?

-Levi Ackerman, te pedí tu número anoche, agrégame a tus contactos.

-¿Quien es mami?-se escucha la voz de Aiko

La recordaba totalmente, esa niña tan simpática que hizo que la cargara para ver a su hermano menor.

-Lo haré, me tengo que ir Levi-menciona apenada la mujer

-Quisiera saber si...¿quieres salir?

No sabía porque se encontraba ahora yendo hasta el lugar en donde él estaría esperándola, ni siquiera le dio chance de negarse o explicarle algo. Así que iría le diría que tiene 2 hijos y que no puede darse la oportunidad de estar en una relación pasajera.

Pero al verlo ahí sentado en una mesa que se encontraba a unos cuantos pasos cerca, la hizo dudar de lo que deseaba, su mente decía algo pero su corazón latía fuertemente al verlo posar su mirada en ella, la miraba atento, como si estuviera apreciando algo tan bello. Camina tranquilamente aunque quisiera huir ahora mismo, era torpe para hablar, no quería arruinar nada. Lo miraba y analizaba demasiado bien, un traje color negro, un portafolio del mismo color, ese porte que haría enloquecer a cualquiera. Pero de pronto lo ve buscar algo a su lado, los sillones son extensos así que no podía deducir que era. Hasta que la mira una bella rosa color roja, él se levanta para saludarla y le extiende tímidamente el detalle.

𝙈𝙞𝙨 𝙝𝙚𝙧𝙞𝙙𝙖𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora