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El río Han era iluminado por las luces de colores del puente, que también regaba agua de un lado a otro, convirtiéndolo en una hermosa vista

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El río Han era iluminado por las luces de colores del puente, que también regaba agua de un lado a otro, convirtiéndolo en una hermosa vista.

Joaquín caminaba junto a Emilio, mirando las luces y las personas que paseaban por ahí. Habían muchas parejas, haciendo sentir un poco incómodo al azabache al ver tanto contacto físico.

- Oh - Joaquin se detuvo, mirando el carrito de churros. Donde varias personas se encontraban.

- ¿Quieres un churro? - ofreció, apuntando el puesto.

- No, la pareja de allá... - apuntó a una chica de cabellos largos y un chico con gorra. El chico era bastante familiar a decir verdad.

- Ajá...

- La chica que te comenté, es ella.

Emilio miró la pareja que reían, para después regresar sus ojos a Joaquín, su expresión se había puesto triste. Mordió su labio, no sabiendo qué hacer.

- Joaquín...

- Ella me dijo que estaba soltera y que le gustaba...

- Oye, no te desanimes - estás conmigo.

Joaquin bajó la mirada, apretando los puños. Emilio le miró, sus mejillas enrojecer y sus ojos cristalizados. No, ese niño no podía llorar ahí, por una chica que no valía la pena.

Sin pensarlo mucho, le sujetó de la nuca y lo envolvió en un abrazo, dándole pequeñas palmaditas en la espalda. Joaquín tardó unos segundos en reaccionar ante la repentina cercanía, pero terminó envolviendo sus brazos en su cintura, olfateando la exquisita colonia del azabache, causándole cosquillas. No le gustaba mucho contacto físico, pero justo ahí, mientras le abrazaba y acariciaba la espalda con sumo cuidado, dejaba descansar el mentón en su cabeza y sentía el calor de su cuerpo, supo que le gustaba. Le agradaba esa sensación de tenerlo envuelto entre sus brazos y sentir los suaves latidos ajenos contra su pecho.

- Ella no vale la pena - le susurró -, habrá muchas otras personas que querrán salir contigo.

- ¿Cómo tú?

Emilio lo pensó unos momentos. Quizás sólo era un buen chico con un gran corazón, que las personas aprovechaban su amabilidad para su beneficio y pasaban sobre él como si fuese una vil cucaracha. Quizás, sólo quizás, empezó a sentir algo por aquel chico de ojos pequeños y sonrisa brillante.

Por esa misma razón, alejándose un poco, acunando sus mejillas teñidas y mirando directamente sus ojos brillosos para así murmurar: - Como yo.

- Gracias por el pastelito - agradeció, dándole un mordisco al cupcake de chocolate con mucho glaseado encima

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- Gracias por el pastelito - agradeció, dándole un mordisco al cupcake de chocolate con mucho glaseado encima.

"Una de las cosas más clichés pero súper tiernas es limpiarles las mejillas cuando se baten de comida ¡es realmente adorable y te deja con el corazón acelerado!"

- Tienes... - Emilio señaló su labio - Déjame...

Acercó su pulgar, quitándole el glaseado que había manchado la comisura de su labio. Joaquín le miró atento, sin decir ni una sola palabra.

- Cielos, debería enseñarte a comer - le tendió una servilleta.

Joaquín sonrió escondiendo sus ojos, sus mejillas se tiñeron ligeramente mientras pasaba la servilleta por sus labios.

Se quedaron en silencio, comiendo sus cupcakes. Estaban realmente cerca, incluso sus rodillas se tocaban, pero ninguno parecía querer alejarse. Joaquín dejó su mano en la banca, sintiendo la mano de Emilio bajo la suya. Observó sus manos, su mano viéndose pequeña a comparación de la ajena, para luego subir al perfil de Emilio, quien no parecía inmutarse por ello.

- Es... - aclaró la garganta - Una bonita noche.

Emilio asintió, admirando el lienzo oscuro sobre ellos decorado con miles de manchas blancas.

- Nunca había visto tantas estrellas antes.

- Mi madre una vez dijo que las personas que morían se convertían en estrellas.

Emilio le miró.

- ¿Crees que esté escondida entre ellas?

El corazón del azabache se contrajo unos instantes, observando la sonrisa melancólica del pelirosa. Sus ojos brillaban, mirando todas aquellas relucientes estrellas. Apartó la vista, con los ojos muy abiertos, atrapando su labio inferior entre sus dientes.

- Sí... - murmuró - ¿Ves esa de allá?

Apuntó a una muy grande y brillante que podría opacar a las demás. Joaquín asintió.

- Estoy seguro de que es ella. Hermosa y brillante, iluminando tu camino todo el tiempo. Siempre protegiéndote. Tan perfecta y reluciente. Siempre acompañándote. Y estoy completamente seguro de ello, porque cuando miro tus ojos veo... Miles... De millones y brillantes... Estrellas...

Silencio.

Emilio le observó, sorprendiéndole con ojos acuosos, sus mejillas teñidas al igual que su pequeña nariz, contemplando la caída de una lágrima que se había escapado para resbalar por su mejilla derecha.

- Joaquín, no llo...

- ¡Emilio Osorio hyung! - se abalanzó sobre él envolviéndolo en un abrazo casi haciéndolos caer a ambos.

Emilio se sorprendió, apenas dándole tiempo de sostenerse de la banca con una mano mientras que la otra sostenía la cintura ajena.

- Nos vamos a caer...

- Eso es lo más lindo que alguien me ha dicho nunca - murmuró sobre su cuello apretando sus dedos en su chaqueta, enviándole escalofríos -. Gracias hyung, por ser mi amigo.

Amigo.

"Y si por alguna razón te manda a la friendzone... Te jodiste wey, game over. Una patada en los huevos duele menos (¡Park Soora!)."

- Sí... Eso... Eso hacen los amigos.

 Eso hacen los amigos

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✩Sweetie✩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora