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Después de aquel raro encuentro con su tío, parecía que el enojo de Joaquín había desaparecido, pues sonreía hacia los chicos e incluso reía junto con ellos

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Después de aquel raro encuentro con su tío, parecía que el enojo de Joaquín había desaparecido, pues sonreía hacia los chicos e incluso reía junto con ellos. Sin embargo, Emilio sabía que sólo estaba ocultando algo. Ahora comprendía por qué siempre estaba sonriendo, porque las personas le creían a una sonrisa, sin darse cuenta que hay mucho más escondido detrás de ella.

Normalmente, obviaría el asunto y seguiría con su vida como si nada hubiese sucedido, le valdría tres hectáreas de mierda si Joaquín se estuviera sintiendo de lo peor y no se acercaría, porque no era de su incumbencia, porque no era su asunto. Pero era Joquin y por algún motivo sintió la necesidad de consolarle. Porque cuando alguien le importaba lo suficiente siempre veía por su bien. Aunque él lo negara, era muy protector con sus amistades y bastante bueno escuchando, era alguien que disimuladamente se preocupaba por ti e intentaba hacerte sentir un poco mejor. Alejo lo sabía, Camilo lo sabía. Él lo sabía.

Por eso, sin pensarlo le había sujetado de la mano tentado a entrelazar sus dedos y lo había llevado casi arrastrándolo, alejándose del bullicio que hacían los chicos. Llegando hasta una parte más alejada del río Han, donde habían menos personas. Joaquín miraba sus manos, esperando que Emilio dijera algo.

- ¿Quieres hablar de eso? - murmuró, sentándose en una banca. Joaquín lo imitó.

Negó.

- Está bien, no te presionaré.

Silencio.

Emilio miró las palomas caminar por ahí, las cuales salieron volando cuando un pequeño niño corrió entre ellas, riéndose de su acto de maldad. Su madre llegó hasta él y lo cargó en brazos, enviándole una dulce sonrisa para luego caminar hasta un puesto de globos de colores.

- Mi historia, si es que se le puede llamar así... - murmuró. Emilio le miró, sus ojos pequeños observaban al niño señalando un globo azul y a su madre comprándolo - No es la más triste de todas, pero es mía después de todo.

Un joven señor se acercó a ellos, sonriéndole a ambos.

- En resumen. Mi padre murió cuando era un niño, fue un accidente en su trabajo. Ese señor, el de la heladería, fue nuestro soporte en aquellos tiempos, durante años, cuando mamá no podía sola con los gastos.

Emilio se acercó, todavía con su mano entre la suya, entrelazando sus dedos lentamente y acariciándole con suavidad sin decir nada. Cuando Joaquín sintió sus manos unidas casi de inmediato había dado un pequeño apretón, fortaleciendo la unión de sus dedos.

- Mamá estuvo tan deprimida, tanto que dejó de comer y sonreír... Dejó de darnos cariño y comenzó a descuidarse. Se había enfermado tanto que un día, simplemente nos dejó... M-me asusté tanto hyung, tanto que sin pensar le hablé a ese señor... Nos culpó por no haberla cuidado como debíamos y nos corrió de la casa que ni siquiera era suya...

Emilio pegó la cabeza a su hombro, sin detener las caricias en el dorso de su mano, escuchando la respiración de Joaquín hacerse pesada. Sonriendo sutilmente al notar lo pequeña que se veía a comparación de la suya.

- Ella siempre fue tan dulce y amable con todos, siempre te sonreía y trataba de hacerte sentir bien aún cuando ella se sentía peor... - murmuró con voz queda, pegando su cabeza con la de Emilio y cerrando los ojos, disfrutando de las caricias que el mayor le propinaba -. Cuando mi hermano y yo nos mudamos aquí, no teníamos mucho dinero y apenas nos sosteníamos entre los dos. Pero entonces conocí a Dylan, gracias a él tengo un techo donde vivir y comida para los dos... La familia de Dy es como la nuestra, siempre nos hicieron sentir en casa y nunca nos dieron la espalda, aún con nuestras preferencias... No como ese señor.

Silencio.

Uno en el cual Emilio le giró, para envolverlo mejor entre sus brazos, importándole poco que algunas personas los mirasen. En ese momento, justo ahí, lo único que importaba era Joaquín. Sólo Joaquín.

- No puedo devolverte a tu madre y regresarte la felicidad - murmuró mientras tanto acariciaba su cabello con suavidad -, pero puedo intentar hacerte feliz todos los días para que aquella hermosa sonrisa nunca se borre.

- ¿En serio lo harías hyung? - murmuró contra su pecho, haciéndole cosquillas cuando le sintió aspirar su aroma.

- En serio lo haré.

- Eres el mejor hyung, tengo suerte de tener un amigo como tú.

La cagas Bondoni .

¿Por qué eres así?

¿Le pegas tú o le pego yo?

Me dueles.

...

¿Y si lo tiro al agua y me hago el pendejo frente a los chicos?

- Sí, para eso estamos.

- Sí, para eso estamos

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✩Sweetie✩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora