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Emilio caminaba a casa con las manos en los bolsillos de su sudadera y la música viajando por sus audífonos, viendo la calle mancharse y agrietarse por cada paso que daba

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Emilio caminaba a casa con las manos en los bolsillos de su sudadera y la música viajando por sus audífonos, viendo la calle mancharse y agrietarse por cada paso que daba. Hasta que de pronto una pequeña criatura marrón con una correa roja corrió por sus pies hasta poder enredarse en ellos. Miró al cachorro sentarse a gusto sobre la calle gris y mirar al frente.

Donde un chico corría desesperado hasta ellos. Se detuvo una vez llegó frente a Emilio, sosteniéndose con sus rodillas mientras trataba de recuperar aire. El chico tenía peculiares cabellos castaños, que le quedaban perfectos con el tono crema de su piel, sus mejillas estaban rosadas y pequeñas perlas salían por su frente. Sus labios eran gruesos y estaban entreabiertos, y sus ojos eran pequeños.

- Lo... Lo siento - dijo, con una voz medio chillona -... Él... Él se escapó cuando yo... Me distraje.

Emilio no dijo nada, se limitó a mirarlo sin expresión. Sacó un audífono de su oreja y le dedicó un ceño fruncido.

- ¿Y bien? ¿No piensas sacarme de aquí? - dijo, mirando al cachorro echarse sobre el suelo.

El chico asintió rápido, moviéndose tan veloz como podía, teniendo que dar vueltas a su alrededor para poder desenredar la correa de sus piernas. Emilio lo miró girando, aplanando los labios y teniendo que apartar la vista para no mirar otra cosa. Porque sí, cuando pasaba por sus piernas podía ver lo bien porpocionada que estaba la retaguardia. El chico acabó, mirándolo con una sonrisa apenada y enredando la correa en su mano, haciendo una inclinación exagerada.

- Lamento las molestias.

- Ajá, no hagas eso - miró a los lados, teniendo suerte que sólo un par de vecinos hubiesen visto la escena.

El chico volvió a sonreír, haciendo que sus ojos se escondieran detrás de un par de mejillas rosadas.

- Este amigo fue un poco problemático ¿cierto? - miró al cachorro.

¿Por qué no se ha ido? ¿Por qué siguió hablando con él?

- Ajá.

- ¡Oh! - el chico desvió la vista al árbol tras Emilio, abriendo mucho los ojos de una forma graciosa.

El azabache se giró con el ceño fruncido, mirando en la misma dirección. Un pequeño gatito maullaba asustado, aferrado en una rama alta de aquel manzanero. El chico le tendió la correa a Emilio, quien la tomó con torpeza y miró al chico más ceñudo que antes.

- ¿Qué crees que haces? ¿Por qué me das esto?

- Voy a bajar al gatito - le dijo obvio.

- Chico, no. Yo no...

No le prestó atención. Se dedicó a acercarse al árbol, subir las mangas de su suéter y sus jeans, frotar sus manos y balancearse en el suelo unos segundos antes de saltar y aferrarse de una rama baja. Escalando con agilidad, como si lo hubiese hecho mil veces antes, hasta llegar al pobre gatito que seguía maullando.

Emilio lo miró más ceñudo. ¿Por qué tendría que haberse preocupado por ese pulgoso gato? Simplemente no lo entendía. Era un gato, volvería a subir.

- Ya estás - le dijo al gato, colgándose con una mano y dejándose caer de pie. Por suerte el árbol no era tan alto -. Toma.

Le tendió al animal, por lo que Emilio lo sostuvo confundido, mirándolo extraño. El chico le quitó la correa, hizo una inclinación y empezó a alejarse.

- ¡Oye, niño! ¿A dónde crees que vas? ¿Qué se supone que haré con... - miró al gato gris con manchas blancas como botas -... Esto?

- Cuida de él o encuentrale un dueño - se encogió de hombros.

Frunció todavía más si era posible. ¿Cuidar de él? No. Nunca.

- No, no puedo hacerlo. Llevatelo.

- Vamos hombre, sólo es una indefensa criatura en un mundo cruel. ¿En serio lo dejarás a su suerte? - lo miró suplicante. Lo pensó.

- Sí.

- Vamos hombre.

- Escucha... Tú... - entrecerró los ojos.

- Joaquin, Joaquin Bondoni.

- Ajá sí. Joaquin Bondoni, no puedo cuidar de él.

- Sí puedes... Tú...

- Emilio Osorio.

- Emilio Osorio - repitió, con una sonrisa amplia -. Nos vemos amigo, cuida bien de él.

- ¡No, espera! - pero se alejó, dejándolo con una bola de pelos que se había acurrucado en sus brazos.

« Mocoso insolente. »

Empezó a acariciar casi inconscientemente al animal escuchando sus ronroneos mientras miraba al tal Joaquin Bondoni alejarse hasta hacerse una mancha gris.

- Miralo... Se cree la gran cosa - chasqueó la lengua -. Es perverso.

Miró el animal unos segundos, antes de empezar a caminar con él en brazos.

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Portada hecha en TheAlphaGroup por TaeKookDesigne

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