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Joaquin Bondoni caminaba tranquilamente por los pasillos del instituto, saludando amablemente a las personas que lo hacían primero, con aquella sonrisa tímida y mejillas rosadas

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Joaquin Bondoni caminaba tranquilamente por los pasillos del instituto, saludando amablemente a las personas que lo hacían primero, con aquella sonrisa tímida y mejillas rosadas. 

Emilio lo veía caminar del otro lado, sentado en las sillas de piedra bajo el árbol más grande que había en el jardín trasero. 

- Miralo siendo lindo y adorable - murmuró, achicando sus ojos hacia él -. Es perverso. 

Su mejor amigo Alejandro no pudo evitar reírse, mientras miraba también a Joaquin del otro lado hablar con una chica que se había tropezado. La ayudaba a levantarse, incluso empezó a caminar junto a ella, seguramente para asegurarse de que llegase a su salón sana y salva. 

- De verdad que no entiendo tu odio hacia ChimChim- comentó el rubio, llevándose una papa frita a la boca. 

- ¿ChimChim? - repitió el pelinegro, mirándolo confundido. 

- Ah, es su apodo. Sus mejillas siempre se hinchan, por eso ChimChim. 

Emilio hizo una mueca.

- Que tonto.

Alejo volvió a reírse.

- Sí, ultra tonto. Mailo. 

El aludido rodó los ojos. 

- Deberías de darle una oportunidad, no es mala persona. 

- ¿Has hablado con él? 

- No... 

- Buen muchacho - se levantó, colgando su mochila negra en su hombro -. Nos vemos.  

Pateaba una lata vieja por su camino a casa, con las manos en los bolsillos y la vista fija en el concreto, repitiendo los trabajos que tenía para esa semana

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Pateaba una lata vieja por su camino a casa, con las manos en los bolsillos y la vista fija en el concreto, repitiendo los trabajos que tenía para esa semana. El proyecto de química, el resumen de historia y el examen de inglés. 

Ser estudiante era duro. 

Pateó más fuerte aquella lata, apretando los puños y cerrando los ojos un momento. Pero un pequeño quejido lo hizo regresar a la realidad. Un chico en cuclillas a unos pasos de él se encontraba tallando su cabeza. Emilio se acercó, viendo la lata a un lado. 

- Hey chico, ¿estás bien? - preguntó, mirando la cabellera rubia. 

El chico lo miró sobre su hombro, para luego levantarse y darse la vuelta para verlo. Tenía a un gatito en sus manos. 

- Eh sí, gracias - sonrió con timidez.  Claro, por supuesto, tenía que ser. Joaquin Bondoni frente a él con aquella estúpida sonrisa. No tenía nada en contra del chico, pero tanta felicidad no era normal. Nadie podía estar sonriendo todo el tiempo. 

- Ajá. Yo lancé esa lata - la apuntó -. No te vi, así que lo siento.

Joaquin miró unos segundos la lata vieja antes de volver a los ojos felinos frente a él. Asintió lento, intentado no mirarlo a los ojos, porque entonces se pondría nervioso. Pero sus mejillas lo traicionaron, pues se habían encendido. 

- No hay problema - volvió a sonreír -. Creo que yo no debí haberme puesto en tu camino. Encontré a este amigo aquí solito - acarició el gato - y no me pude resistir a sus encantos. Así que la culpa es mía, lo siento. 

¡No! Él no tenía la culpa, ¿por qué carajos se disculpaba? Emilio aplanó los labios, mirándolo sin expresión. 

- Ajá. 

Dio una leve inclinación para pasarlo de largo y retomar su camino. 

- ¡Que tenga un buen día! - escuchó su dulce voz detrás. 

Por lo que aceleró el paso sin mirar atrás.

Por lo que aceleró el paso sin mirar atrás

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✩Sweetie✩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora