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Joaquín acomodó su mochila sobre sus hombros mientras pasaba una mano por su castaño cabello, saludando con educación a las personas que pasaban por el mismo camino

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Joaquín acomodó su mochila sobre sus hombros mientras pasaba una mano por su castaño cabello, saludando con educación a las personas que pasaban por el mismo camino. Ese día habían salido temprano y se había dirigido directo a su casa, pese que sus amigos pidieron una salida por el centro comercial, él se sentía cansado, sólo quería llegar a tirarse a la cama y dormir. 

Soltó un suspiro y agachó la mirada a sus tenis, notando que uno de sus cordones estaba suelto. Se detuvo y agachó, sin verificar primero si venía alguien detrás. Empezó a amarrar sus cordones cuando una voz rasposa se aclaró detrás. 

- ¿Me das permiso? 

- Ah sí, claro... - giró para ver a esa persona. 

Emilio Osorio lo miraba aburrido. Joaquín tragó saliva, se levantó y se hizo a un lado, dejándolo pasar con una sonrisa tímida. El pelinegro hizo un pequeño gesto con la cabeza, retomando sus pasos. Joaquín lo miró hacerse pequeño hasta que se convirtió en una mancha oscura. 

Todos los días lo veía caminar a casa por esas mismas calles, todos los días compartían una que otra palabra, o incluso se iban juntos en el mismo autobús. Pero como siempre, era difícil para Joaquín mantener una conversación con ese chico, pues parecía odiarlo. Su rostro siempre era inexpresivo, era cortante, incluso podría decir que lo ignoraba en ocasiones. ¿Habrá hecho algo que le molestase? No lo recordaba.         

Salió de casa por el mandado a la tiendita de la esquina que le había encargado su hermano

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Salió de casa por el mandado a la tiendita de la esquina que le había encargado su hermano. Sacudió su playera sin mangas y empezó a caminar hasta dicha tiendita, que, literalmente se encontraba en la esquina. La señora Choi era una mujer mayor con una sonrisa amable que siempre atendía a sus clientes de buena forma, incluso llegó a tener una pequeña amistad con ella. 

- Joaco, que bueno verte por aquí - saludó la señora llevando una caja de cartón grande fuera de la tienda. 

- Buen día señora Choi - saludó amable -. ¿Necesita ayuda con eso? Se ve pesado. 

- Oh no, no, no quiero importunar. 

- No es ningún importuno señora Choi, me gusta ayudar - le sonrió. 

- Bueno, está bien. Allá atrás hay otras tres cajas - señaló la puerta. 

Joaquín rió, entrando a la pequeña casa de la señora Choi y cargando una caja verdaderamente pesada entre sus brazos. Hizo una mueca, tomando una respiración para luego empezar a caminar hacia la salida. La dejó sobre la otra, sacudiendo sus manos, volviendo entrar para buscar la otra caja. La cual era más pesada. Quiso preguntar, pero lo veía irrespetuoso. 

- ¿Joaquín Bondoni? 

Esa voz lo detuvo, mirando al chico pálido frente a él con semblante confundido.

Joaquín parpadeó varias veces, recordando que seguía cargando la caja, entonces la dejó en el suelo junto a las otras dos y miró al chico. 

- Oh, hola Emilio hyung - saludó con una sonrisa amable. 

- ¿Qué haces? 

- Ayudo a la señora Choi con unas cosas - se encogió de hombros -. Listo señora, ¿hay algo más en lo que pudiera ayudar? 

- No cariño, está bien - respondió ella saliendo para atender a los dos jóvenes -. ¿Qué necesitan? 

- Tú primero - Joaquín se hizo a un lado. 

- Tú llegaste primero. 

- Pero quiero que tú vayas primero - insistió con sus manos. 

Emilio no le dio más vueltas al asunto, por lo que dio dos pasos al frente y miró los productos de la tienda. 

- ¿Me da el paquete de frituras de siempre, extra grande? 

- Claro cariño - la señora Choi se giró para alcanzar el pedido. 

Joaquín se paró junto a Emilio , apoyando sus brazos medio sudados en la ventanilla de piedra, mirando a la señora Choi. 

- Apestas. 

Miró a Emilio con desconcierto.

- ¿Eh? 

- Que hueles mal - lo miró de reojo. 

- Ah... ¿En serio? - se olió con disimulo - Ah sí... Lo siento... Señora Choi, ¿puedo agarrar servilletas? 

- Sí Joaco. 

El castaño agarró un par de servilletas, pasándolas por su frente y brazos descubiertos para intentar secar el ligero sudor que el haber cargado cajas había provocado. Sintió la mirada fija de Emilio en él, sintiéndose nervioso. 

- Aquí tienes cielo - la señora Choi le entregó el paquete de frituras al pelinegro.

- Gracias - entregó el dinero, se inclinó y entonces se dio media vuelta para irse. 

- ¡Ten un buen día hyung! - se despidió Joaquín, que como siempre, fue ignorado.

- ¡Ten un buen día hyung! - se despidió Joaquín, que como siempre, fue ignorado

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✩Sweetie✩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora