No soy creyente, nunca lo he sido, pero ella iba a la iglesia sin falta cada domingo, nos conocimos incluso frente a la catedral, ella salía de confesarse y consultar algunas cosas con el cura, ella pensaba en ser monja, y yo que caminaba sin pensar, choque con ella, no sabría decir si fue amor a primera vista, pero si recuerdo la sensación de un rayo que me robaba algo del pecho, como si alguien hubiera cosido mi alma a la de esa pequeña dama que levantaba su bolso del suelo y se iba sin siquiera mirarme, que no paraba de disculparse por alguna razón.
yo me quede hipnotizado viendo como se iba, una falda larga y su cabello cubierto, era cautivante, cuando volví a mi intenté seguirla, pero una multitud salida de la absoluta nada se puso en medio, recuerdo haber rodeado la cuadra para alcanzarla, pero ya era demasiado tarde, marque la hora, todo había pasado para las 10:00 de la mañana un doce de marzo, nunca olvidaré ese día, porque dure una semana esperando a esa hora que ella saliera de la iglesia, hasta que un día, lo hizo, lo que no imaginé es que me iba a tomar otros seis meses el que me aceptara un tinto, o un almuerzo, o que me dejara acompañarla a caminar, porque me decía "ahora no" y se iba.
Por ese entonces, me pidieron en el trabajo que fuera por dos semanas a un pueblo cerca a Tunja, ya ni me acuerdo del nombre, pero me acuerdo que al volver pasé a una cuadra de la catedral, tomando un tinto, viendo gente pasar, entonces sentí que alguien se hacía a mi lado, cuando me dí cuenta, era ella, tenía una canasta que había puesto entre nosotros, no la saludé, ella a mi tampoco, sólo nos quedamos ahí un rato hasta que ella empezó a caminar, la seguí, obviamente, ella caminaba despacio incluso para mi, parecía que flotaba, desde entonces la acompañaba de la iglesia hasta su casa, bueno, hasta una cuadra antes de su casa, a veces dos, yo siempre me quedaba en la esquina esperando a que entrara a la casa, ella giraba para despedirse con una mirada fugaz y desaparecía atravesando el umbral, había días en que no parabamos de hablar, y otros en los que lo único que queríamos era acompañarnos, ella era muy inteligente, en esas conversaciones me enteré de su idea de ser monja, le rogué que no lo hiciera, después me contó de sus ganas de ser profesora, era una amante de la literatura, habían veces que mencionaba libros que ni conocía, o que no estaban en el español moderno, le pedí ser mi novia más de una vez aunque ni me dejaba tocarle el hombro, la única vez que lo hice me dejó de hablar por tres días, y la tuve que seguir como perro disculpándome hasta que la cuarto volvió a dirigirme la palabra, recuerdo vernos a los ojos apenas dos o tres veces en esos tiempos, nunca me dejó hablar con sus padres, presentarme formalmente, hasta que después de nueve meses, me quedé en la esquina pero quise acercarme un poco más, quizá tocar finalmente a la puerta después que ella entrase.
Pero algo no estaba bien ese día, ella no giró, no sé movió siquiera, creí que era porque me había visto acercarme, estaba por volver a la esquina mientras me preparaba para otros tres, quizá cuatro días de súplica, hasta que la escuché gritar, corrí a ver lo que pasaba y había un tipo saliendo por la ventana rota de enfrente de la casa con un cuchillo y una bolsa, él la tomó de un brazo y la tiró al suelo, yo sólo pensaba "llevo nueve meses ofreciéndole mi alma a esta mujer y ni puedo verla a los ojos, y este bruto se atreve a lastimarla frente a mi", a decir verdad no recuerdo mucho de lo que pasó, fue muy rápido, pero el servicio militar finalmente me sirvió de algo, el tipo estaba en el suelo, y el grito hizo que algunos vecinos llamaran a la policía y a los padres de ella, si algo nunca olvidaré es que cuando llegaron el padre se me acercó para agradecerme con un apretón de mano, yo lo miré a los ojos y le dije "con todo respeto, señor, quiero casarme con su hija" él se quedó pasmado, lo había tomado por sorpresa, para él yo era un extraño, un loco, sólo me dió la mano, me agradeció y luego se fue, después de tres meses de cenas y de que me investigaran, varias veces, pudimos casarnos, el primer año fue el mejor, ella era apenas un poco más relajada pero era suficiente, hablábamos, yo la escuchaba cuando leía de noche, salíamos cada que se podía, me acompañaba a los viajes de trabajo, era bello, pero cuatro años después cambió todo, ya no había chispa, no leía más, no me acompañaba a los viajes, no salíamos, y yo sólo pensaba que ya no me amaba, que la había decepcionado de alguna forma, que se había aburrido de mí, y por más que le intentaba hablar no respondía, me evitaba, dejó de mirarme, pensé en divorciarnos, dejarle la casa, y desaparecer de la ciudad, que la gente creyera que morí, así no la tacharían mal, ella merecía alguien mejor, que la hiciera realmente feliz.
Sólo faltaba firmar y eso sería todo, llegué un poco antes a la casa el día que tuve los papeles, quería hablar con ella, decirle que lamentaba no ser suficiente para ella, que la amaba, pero si ella a mi no, no la iba a sentenciar a una vida de infelicidad, y la encontré en el altar que había en la casa, uno pequeño, ella rezaba y yo me quedé en la puerta escuchando, extrañaba tanto su voz, y entonces dijo algo que me dejó helado, "te pido por mi esposo, que su fe a ti crezca y podamos ir a misa como esposos, que me vuelva a amar como antes, y que podamos crear una familia guiada por tí" rompí las hojas de inmediato, y llorando abrí la entré a ese pequeño cuarto, ella estaba asustada cuando me vió así, yo sólo la miraba con los ojos llenos de lágrimas, me arrodille frente a ella "yo a usted la amo" le dije, con la voz quebrada, ella me abrazó, después de asimilar un poco la situación, "yo también lo amo" susurró.
Desde ese día empezamos a ir a las mismas de los domingos, ella empezó el proceso para ser profesora de español en el colegio del barrio, cada que podía ella iba a la iglesia, yo la acompañaba siempre que podía, como dije, no soy creyente, pero ella era feliz, y eso valía todo. Ya tengo noventa y ocho años, ella murió hace unos días, a los noventa y seis, y un matrimonio de sesenta y siete años, ella se confesó, obviamente, el día anterior yo no recuerdo la última vez que lo hice, al día siguiente, yo estaba junto a ella en la sala, tomaba su mano, ella apretó mi mano con sus últimas fuerzas, "lo espero" me dijo, le dí el último beso en los labios, en la frente, y me miró con tanto amor, que cuando cerró los ojos seguí sintiendo su mirada, sé que seguro hice mal, pequé al igual que cualquiera, pero le dí a ella la mejor vida que pude, y si me arrepiento de algo es de todo lo que no me permite estar con ella si al final de cuentas si hay algo más allá, perdóneme padre, he pecado, pero quizá al igual que ella, creo que mañana será el gran día, y si hay algo que quiero ver es a mi esposa esperándome para pasar la eternidad juntos.
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Relatos, Cuentos y Azares
SonstigesLa siguiente es una compilación de textos que he escrito y voy escribiendo, espero les guste ❤️ Recuerden seguirme en Instagram como @mateo.salazar_22