El presente es un reflejo del pasado, un pasado turbio y sospechoso, en el que la verdad se torna cada vez más dudosa. Teniendo esto en cuenta, no es extraña la pregunta: ¿Quiénes somos? Si no conocemos a ciencia cierta nuestro origen es imposible dar una respuesta a esta pregunta que retumba en los pasillos y rincones de nuestro ser. Para iniciar se debe definir qué es la identidad, según el diccionario de la Real Academia Española, "es el conjunto de rasgos propios de un individuo o una colectividad que los caracterizan frente a los demás"; siguiendo la parte que nos atañe, pues si un rasgo crea una colectividad, se genera convivencia, y así se crea la historia, ésta según la misma RAE es el "conjunto de los sucesos o hechos políticos, sociales, económicos, culturales, etc., de un pueblo o nación". Teniendo esto en cuenta, podría decirse que ambas definiciones se complementan, y es la historia la que crea tradiciones, así que un pueblo que no conoce su historia no entiende sus tradiciones, por ende, no tiene identidad. He aquí un problema, pues al sólo conocer los fragmentos de historia que se imparten en el proceso de formación temprana no se fortalece nuestra identidad, pues faltan piezas que nos podrían ilustrar el panorama completo de lo que pasó a lo largo de la formación de nuestro país.
Resulta entonces pertinente intentar reconstruir esta historia fracturada ¿Quién inició la revolución? ¿Fueron esclavos o indígenas? Debemos pensar entonces, el problema de la identidad, eje principal de este ensayo, y para responder debemos preguntar ¿Quiénes tenían una identidad más maleable? ¿Los nativos indígenas? ¿Quizá los esclavos africanos arrancados de sus pueblos? Fueron los criollos, quienes iniciaron la llama independentista, aquellos que respetaban en su tierra natal pero que eran despreciados en la de sus padres, pues gracias a la maravillosa creación de la iglesia católica, la raza los alcanzó a ellos por el hecho de nacer en tierra de nadie, con nombre pero sin gentilicio, pues aberrante era imaginar en esa época el nacer en tierra tan indigna, bendecida, según ellos, y muchos hoy en día, por la civilización, tampoco he de afirmar que la época pre conquista fue un paraíso, hubo guerras, cómo es natural en el ser humano, además de un sin fin de ya olvidadas historias que se perdieron en los anales de la historia, pero al ser los únicos que no tenían un lugar al que pertenecer, los nacidos en tierras ajena, sin sorprender en sus tácticas, reclamaban ser tanerecedlres de estás tierras como sus padres e incluso los nativos, "Si dejáis perder estos momentos de efervescencia y calor, si dejáis escapar esta ocasión única y febril, antes de doce horas seréis tratados como sediciosos; ved los grillos, los calabozos y las cadenas que os esperan." Gritó Don José Acevedo y Gómez intentando dar paz a los confundidos corazones que esperaban las consecuencias de aquel grito de independencia "ocasionado" por un quizá inexistente florero. Veamos entonces las cosas un poco después de la triunfante independencia, se alzan banderas y suenan trompetas en celebración, pero permanece la pregunta ¿Quiénes somos? En el afán de encontrarle respuesta aparece "La Victoria de Junín" (J. J. Olmedo 1826).
"O libertad, el héroe que podía
Ser el brazo de Marte sanguinario".
Es aquí donde podemos encontrar el resultado de no tener una identidad propia, hemos de seguir el ejemplo romano, recurrir a los clásicos y hacer un plagio de los relatos griegos, y ya en esto ¿Por qué no embellecer un poco las cosas? Esto es algo que J.J. Olmedo tuvo bastante presente al escribir sobre la victoria de Junín en su canto a Bolívar y aún para aquella época era de esperar la cantidad de discursos y alabanzas que dieron en su honor, narraron una y otra vez la batalla de Boyacá, y demás hazañas de "la guerra de Colón", cornetas y festejos en conmemoración de un mito. A la primera figura paterna de este país huérfano y sin memoria, que busca aceptación en sí mismo idolatrando la voz que más suene, quien más prometa y persuada; partidos que se pelean por suplir vacíos royendo los huesos de conflicto para echar culpas. Héroes y herejes formando nuestra historia, personajes que vienen y van en un país tan cansado que no lucha para ayudarse a sí mismo, idolatría que trascendió todo arte. Hoy en día aún se sorprenden al ver que en realidad nuestro libertador no era caucásico de ojos azules y de altura y musculatura considerables, pero esto lo hablaremos más adelante. Por ahora, solo dejo la reflexión de cómo un relato épico crea un héroe, y no digo que Bolívar no sea admirable, a parte de lo que haya hecho, ser el rostro de una independencia es algo que se debe tener en cuenta al momento referirse a él, pero es cuestionable que lo hayan transformado en una deidad libertadora aun cuando volvió al esclavismo poco después de tomar el poder.
Analizando los hechos con cuidado, se puede también entender el porqué de estos cambios y censuras a la historia patria, debemos recordar que era también un evento político, y que varias sociedades se estaban beneficiando del mismo. Lo que más tiene sentido es el recorte del origen de Bolívar, era más fácil seguir a alguien similar a uno mismo que a alguien que "compartía el pan del enemigo", recordemos que la formación y gran parte de la vida de Bolívar fue en España; la confianza es mayor, lo que realmente estuvo mal fue divinizarlo hasta el nivel de creerlo perfecto, un segundo mesías que apiadado de un pueblo miserable decidió luchar por su libertad como vimos en el canto de Junín, olvidando todas la consecuencias, como el ya mencionado retorno al esclavismo por su afán de conseguir ingresos para continuar con su enfermiza idea de ser "el único libertador de las Américas", por suerte fue un poco más altruista que Corazón de León, y por desgracia esa imagen se replica aún hoy en día, y hablaremos de ello más adelante, por ahora, sigamos recordando las inmensamente serias contradicciones que se arraigaron a nosotros desde la formación de nuestro "gobierno autónomo", al estar a merced de un loco arraigado a la ley de una forma inhumana, y el loco dictador que cerraba leyes para ignorar (cualquier paralelismo con la actualidad, es culpa del pueblo ignorante que no sabe reconocer al diablo aunque este le clave los cuernos), lo que es difícil de comprender es el que se hayan demorado tanto las comunidades indígenas en tumbar las estatuas de sus captores, pues siendo francos, de tanto sufrir ellos junto con los chocuanos los mayores horrores de la guerra, y la misma lógica independentista, no tiene sentido que hayan permanecido tales monumentos.
Pero esta no es una crítica despiadada contra la imagen de Simón Bolívar, sino a la forma en la que se enseña la historia, dejando pedazos flotantes, no sólo del libertador ¿Quién puede explicar lo que pasó en el pantano de Vargas? ¿Y los desaparecidos de la toma del palacio de justicia? Como éstas hay cientos de preguntas, la masacre de las bananeras, los desaparecidos de la plaza de toros, los pueblos devastados, el Aro, el río Magdalena y los mitos que lo rodean, incalculable es la sangre con la que se ha escrito desde La Nueva Granada, que respondiendo a la incongruencia al final del párrafo anterior, no fue independiente en primera instancia, en cambio dejó de ser virreinato a una suerte de embajada respondiendo directamente a la corona española hasta la patria boba, y aún en 1819 habían opciones en la mesa para crear otras actas de independencia, pues como es de esperarse, no había forma de estar realmente de acuerdo ni para ser un país independiente.
Y es la divinización algo que se sigue viendo en la Colombia actual, por ahora, un ejemplo conocido por todos, como es el ex-presidente, Álvaro Uribe Vélez, y el ex-alcalde de Bogotá, Gustavo Petro. El punto de esta comparación, es que ambos son seres humanos y aún siguen presentes en la escena política, social y cultural del país, pero se han vuelto dioses, fantásticos marchan para darles tributo, los defienden a capa y espada en las plazas públicas, campeones de movimientos, dividen al país que quieren gobernar. El primero se prostituye utilizando incluso la fé de todo tipo de creyentes, repartiendo un discurso de odio mientras busca desesperado la forma de volver a imponerse, subastando promesas al mejor postor, pues se desmorona su imagen con cada nuevo proceso en su contra y que solo le llena cada vez más las manos de sangre y el repudio del pueblo. Y por el otro lado tenemos una utopía ilusoria que sólo se puede conseguir si él la lidera, dándose a sí mismo como mesías salvador, caudillo de pobres y desamparados, dando a entender que cualquiera que no esté con él, es el verdadero enemigo, ocultando en pregones un nivel tal de ineptitud que lo llevó a unirse a un grupo que pensaba que Bolívar era un verdadero héroe, y su espada un símbolo de voluntad divina, dioses sin culto ni clero, y aún así, siguiendo un mito mal contado, se grita hoy por independencia y libertad, lo que se ignora es que del grito sigue la guerra, y yo que en veinte años, nunca he visto paz en este país, no quiero imaginar lo que puede venir.
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Relatos, Cuentos y Azares
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