Llueve en la Estación

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Te juro que intenté cambiar la clase, de corazón, pero es que no había en otro horario, y enserio que esa noche salí tan rápido como pude, tan rápido como la  fila me permitió; corrí tan rápido como un cuerpo cansado puede correr y me apresuré en subir por el lado de la estación que tú sueles ignorar, recordé por suerte en qué parte del bus te gusta viajar para hacerme loas lejos posible, pero no conté con que ya has cambiado, no conté con que ahora subes por otro lado y que ahora tomas otro bus, no esperaba verte pasar frente a mi esforzándote tanto por no mirarme aún estaba escondido en tanto lugar como una estación vacía de te puede dar.

Pero ya que me viste, ya que estamos aquí, te veo pasar y pienso que tan mala idea sería acercarme, que tan mala idea sería preguntar porqué me dejaste de hablar, o mero si nunca me dices con la condición de volver a hacerlo, de volver a reír juntos, sin mi miedo a incomodarte, sin el impulso de correr si te veo venir, te alejas a pasos sin prisa, y en el tablero se ve que aún faltan cuatro minutos, tiempo suficiente para una disculpa, te veo llegar a tu parada y ahora son tres, sólo podría ser un saludo mal improvisado si corro un poco, pero mis pies no se mueven, el impulso acelera mi corazón pero las piernas no responden, la próxima semana, quizá, con un poco más de tiempo y menos cobardía, pienso en cómo sería el mensaje que te escriba, pero algo así solo sería peor, definitivamente debo hablarte, pero ahora es un minuto y cuando logró dar el primer paso veo que se acerca mi bus, y detrás está el tuyo, ¿No es mejor? Más dramático, al estilo Casablanca, doy un segundo paso y ya no estás, así que el tercero es en otra dirección, y en el bus empiezo a idear poemas para mandarte indirectas, vaya noche fue aquella, pero te juro que fue sin intención.

Relatos, Cuentos y AzaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora