Salí de la casa abrumada, con los auriculares puestos, escuchando Soledad mía de Bruses, aún pensando en lo que Asier me pidió hacer. No sé qué tanta sed de justicia haya en mi interior o cuánta sinceridad como para ser capaz de delatar a mi padre, en el hipotético caso de que él tenga algo que ver con los desvíos de fondos, porque si eso es así, es muy probable que hayan muchas cosas más oscuras alrededor de él, y eso me da miedo.
El reloj da las 17:03 de la tarde, mis hermanos están viendo una película, y básicamente obligaron a Lisenda y a Antonio a ver con ellos.
La mayoría de los empleados están en su día libre, por lo que el patio está vacío, y no voy a negar que esta es una de las razones principales por la que salí, busco la soledad... o un pretexto, un capricho del mundo para que termine poniendo a Eire en mi camino.
<<Busca y encontrarás>>
El chico estaba en el depósito guardando algunas cosas, se nota que acaba de salir del baño, pues sus largos cabellos están húmedos.
Me retiro los auriculares y camino sigilosa hasta el depósito ingresando con cuidado junto a Eire.
El chico levanta la vista y me analiza, suelta un suspiro, niega con la cabeza y vuelve a lo suyo.
—¿Ya se te pasó el mal humor?—pregunta guardando unas tijeras en una caja de herramientas.
—Sí...
—¿Y vienes junto a mi por?
escondo mis manos en las mangas de la campera y mi cabeza en la capucha, la verdad es que estoy nerviosa, y me siento mal, porque todo resulta ser una porquería, quisiera gritar, llorar y correr, pero no puedo hacer todo al mismo tiempo.
—Por que... necesito a alguien que me escuche...
—Pensé que no era digno de ello, mucho menos luego de esta mañana en donde parecía que te avergonzaba.
—¿Qué dices?—pregunto algo molesta.
Eire se sienta sobre la caja de madera y me mira con algo de indignación, la verdad que con más dolor y enojo que otra cosa.
Me desordeno el cabello, porque Eire tiene mil motivos para estar así de enojado, camino hasta él y me siento a su lado, no se inmuta tan siquiera a moverse, sólo juguetea con sus manos y eso provoca en mi que me vuelva loca al recordar como me acariciaba con ellas.
—Debo contarte algo...
—¿De verdad? pensé que sólo era tu juguete, con el que te besuqueas, pero que no te entiende, como tus amigos los riquillos que si te comprenden.
—Siento mucho haberte hecho eso Eire, o debería juzgar, al fin y al cabo, de seguro yo tampoco tengo idea de lo que es sufrir de verdad, y el tiempo se me acaba aquí, así que, no quiero desperdiciarlo.
Eire se muerde el labio, pero su expresión se ablanda al cabo de un rato, creo le preocupa más mi reacción de ahora que otra cosa.
—Es algo tremendamente malo ¿No es así?
Sin más comienzo a llorar, sentía que todo se desbordaba en mi interior, que nada podría soportar mi pena, pensé que estaba hecha pedazos, hasta que Eire me tomó en sus brazos y el llanto se intensificó, como si eso fuera justo lo que necesitaba, quitarlo todo de mi ser.
Mis sollozos se hacían fuertes mientras Eire intentaba calmarme, pero no puedo parar, porque adentro hay tanto, tanto que siento que no voy a dejar de llorar nunca.
—Shhhh, Gala, respira, respira nena—Su voz sale gruesa en un susurro que me calienta el ser, como si eso fuera suficiente para recomponerme, y aunque parezca una tontería, me encanta escuchar su timbre de voz tan cerca de mi oido.
ESTÁS LEYENDO
Harta de las alas (LIBRO 1)
Teen FictionGala De la Sierra Kempre, es la hija de Martsa Kempre De la Sierra y Danico De la Sierra, dueños de la más grande constructora de toda Latino América. Su vida y la de sus hermanos fue planificada y diseñada para alcanzar la perfección. Sin embargo...