En contra

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—¡Qué no Gala! No vas a volver a ese colegio—grita mamá con fuerza.

—¡Te odio! Odio que quieras hacer de mi vida un cofre, que quieras que me vista de oro, que intervengas cada paso. ¡Odio el puto gimnasio! ¡Odio la dieta baja en carbohidratos! ¡Odio la ropa fina!

—Por eso regalaste tus vestidos más caros en la loca feria de tu hermana, es evidente que no tienes buen gusto, mucho menos sabes ser agradecida con la suerte que corres.

—Me basta con tener una vida normal...

Me levanté de la mesa, sin importar que mis hermanos estuvieran mirando con la boca abierta. Tiré la servilleta sobre la mesa, y observé el lugar vacío de papá.

—¿A dónde vas?—pregunta con ira.

—Lejos de tí.

Salí al patio, estaba segura de dos cosas, mamá no saldría a buscarne, y yo no quiero volver a casa.

No saque mi celular, no traje nada, de hecho, aunque tenia intención de llamar a Asier y contarle todo, desde que mi madre me está prohibiendo ir a su fiesta hasta que me está enjaulado, también es verdad que quiero un toque de realidad lejos de la pantalla.

Sin pensar caminé hacia la casa del servicio, a ver si doy al menos con Lisenda y hablo de banalidades o lo que sea.

Mientras camino, con rapidez, el viento se va haciendo más fuerte, alzó la cabeza hacia el cielo, para darme cuenta que se avecina una tormenta.

Mi cabeza en verdad está hecha un lío, solo tengo en la cabeza una cosa, odio esta vida, odio no tener libertad, odio esta estupidez.

El olor a cigarrillo se me metió en la nariz cuando estaba llegando a la casa, la tenue luz que salia de los focos de las murallas iluminaba el rostro de Eire y dos personas más.

Él estaba fumando, mientras los otros dos estaban hablando mientras lavaban cosas en la bacha, al parecer herramientas de jardinería.

Reían y hablaban, se los veía tan natural, a Eire se le veía más seguro, sin esa timidez que lo invade cuando hablamos.

Él se quitó la parte de arriba del mono de trabajo, mientras en sus labios sostenía el cigarrillo, quedándose solo con una musculosa que dejaba al descubierto su brazo, y ahí pude ver que traía todo el brazo derecho de negro, imagino lo que habrá dolido.

—Eire—Lo llamo.

Los tres giraron, de inmediato Eire tiró el cigarrillo y los otros dos se pusieron a lavar con mayor espero sus instrumentos.

—Ga... Gala—Tartanudeó, y ahí está el nervioso niño de nuevo—¿Qué haces aquí?

—Estoy huyendo de mi madre, iba a hablar con Lisenda—Contesto y las gotas comienzan a caer.

—Señorita Gala— habla el mayor de los tres—Metase bajo el balcón que se viene la lluvia—Eire, anda ayuda a la señorita.

Empuja al chico, quien viene a mí lado, cuando la lluvia se hace más fuerte, y el viento golpea con fuerza.

Comenzamos a correr bajo la lluvia, invadidos por risas, como si lo que hiciéramos fuera extremamente gracioso, la verdad es que el agua estaba muy fría, que iba gritando por ello, y Eire ríe por el acto.

Al fin llegamos al balcón de la casa, nos miramos y estallamos en risas, y ahí mismo se abrió la puerta.

—¿Qué haces aquí Gala?— pregunta Antonio en lo que nos invita a pasar—¿Eire? ¿Qué sucede? ¿Pasó algo malo?

—¿Siempre eres así de estresado Antonio?

Lisenda se une a la escena, tanto Eire como yo estábamos en la sala y al vernos empapados fue por algunas toallas, las que nos pasó, realmente nos envolvió en ella.

Harta de las alas (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora