Llamé a Antonio con el llanto entrecortado, y pedí que se presentara al colegio por mí. Nunca hice algo así, por lo que al cabo de 40 minutos ya tenía al chofer en la puerta, el problema, era que debía hablar con Alanis y no le daban permiso para hacerlo.
Yo estoy con mi mochila a cuestas mirando hacia el portón viendo como le niegan el pase hasta mi profesora guía, el problema es que no estoy para los juegos estúpidos de alguien que ni siquiera es profesora de verdad.
Volteo sin medir mi impulso y camino hacia la oficina de la misma, a grandes zancadas, no me importa con quien me cruzo, quien me ve, o si los profesores me llaman o no, abro la puerta de Alanis con fuerza y me encuentro con ella realizando una llamada, mirando hacia la ventana dónde se encuentra Antonio.
—Olvidalo, ya lo voy a resolver ahora— dice mientras hace un gesto de sorpresa y fastidio al verme— Señorita De la Sierra.
—Sin rodeos Alanis... ya sé qué eres, y juro que me importa un pepino, vas a dar permiso a Antonio de ingresas y retirarme.
Alanis me sonrie, se cruza de brazos y niega mientras vuelve a tomar asiento, sus ojos están cargados de furia, poder y burla.
—¿Qué te crees Gala? ¿Que te mereces todo por ser millonaria? ¿Qué vas a pasar sobre mí sólo por unos dólares mal habidos en tus bolsillos?
Le ofrezco una media sonrisa mientras golpeo con fuerza la mesa del escritorio y ella se sobresalta por mi reacción.
—Tú no me conoces Alanis, porque tu por estos años viste sólo a la niña buena y aplicada, no te imaginas lo que puedo ser rebelde y desaliñada... pero sabes cuál es la mejor parte, que ni tú te crees tu amenaza, porque eres consciente de que no puedes retenerme, soy menor de edad... y eso te metería en problemas... ¿Mala praxis le llaman? —inclino la cabeza y chasqueo la lengua—¿Sabes por qué me vas a abrir ese portón? porque no te conviene que la directora se entere de quién eres, porque mantenerte aquí es tu misión, y que una niña de 15, corrijo, casi 16 años te descubra sería humillante para ti ante tus colegas ¿No es cierto?
Alanis se acomoda el cabello tras la oreja, arruga la nariz y observa con asco mi amenaza mientras juega con un boli entre los dedos.
Alza el celular, disca un número y lo lleva hasta la oreja.
—Gala De la Sierra tiene permiso para retirarse—Dice entre dientes—. Sí, no, no hace falta, no necesito hablar con el chofer, ya confirmé su salida, ok, va en 5 minutos.
Alanis cuelga la llamada y queda observando con más odio del que podría imaginar. Parpadeo un par de veces y me desconecto de su mirada para poder retirarme, sin embargo ella vuelve a alzar la voz provocando que me voltee a verla:
—No será muy fácil la vida que tengas cuando tu padre esté tras las rejas y te quedes sin ni un peso en la tarjeta, cuando eso paso, no va a importar lo que digas o pretendas decir de mi.
—¿Crees que sólo es el dinero lo que me da poder de doblegarte ahora Alanis?—pregunto furiosa ella cambia la mirada a una de sorpresa y frustración—. No, no es eso lo que te hace retroceder, es el hecho de que estás usando a un menor de edad, es hecho de que has trabajado en negro, de que se nota lo hacer por odio, o rencor tal vez...lo que sea, es por algo personal y no por justicia, y yo estoy sobre eso, yo te doy miedo, porque soy inteligente, por que conozco mis derechos y porque soy mejor persona que tú.
>>Mientras a ti te interesa derrocar a mi padre a base de conjeturas y poca evidencia, yo resolví un problema, y sabes cuál ¿Verdad? Solo espero Alanis, que cuando metas a mi padre a la carcel, sea porque de verdad hizo algo malo, y no por tu simple odio a la gente que tiene dinero, porque dejame decirte que se te nota el resentimiento.
—Tu padre es un narcotraficante eres la única ciega que no lo ve...no tienes amigos, no tienes gente que te quiera, los adultos evitan que sus hijos se junten contigo, ¿En verdad crees que es sólo envidia?—pregunta con una risa socarrona al final.
Doy pasos firmes hacia ella y cuando estoy enfrente, la apunto con el dedo, mandíbula está tensa, y a duras penas puedo evocar las palabras, pero estas salen con odio y rabia profunda.
—Primero pruébalo, y luego habla...
Me volteo para ir, esta vez decidida a no volver a girar, cuando ya estoy cerca de la puerta tira su último veneno.
—Disfruta mientras puedas Gala.
Caminé a pasos agigantados, sosteniendo mis lágrimas, mi ser, mi alma y todo lo que me mantenía cuerda, esto no puede estar pasando, mi vida no puede ser tan de juguete como me lo están pintando, ¿Tantas falacias me rodean en verdad? Sólo espero que si ese es el caso, me tengan bien lejos de esa loca.
Cuando llego al portón me dejan salir sin problemas, Antonio no para de preguntar una y otra vez qué es lo que está ocurriendo, pero me guardo al silencio, al fin y al cabo es lo único que puedo gobernar, el resto ahora es incertidumbre.
Subo al auto con el alma destrozada, con la piel apagada y con el corazón roto, porque mi realidad, mi esperanza y mi vida se hizo cenizas en pocos segundos. Imagino que el corazón de Asier también está así, a pesar de que quiero odiarlo, no puedo... es que pienso que es su posición, por mi padre, quizás también sería capaz de hacer cosas así, pero no es motivo para destruirme en el proceso.
El auto se pone en marcha, ya con el silencio de Antonio que dejó de realizarme preguntas, las lágrimas caen y ni siquiera me duele, ni siquiera me nacen los sollozos, sólo cae el agua salada que recorre mi mejilla, mientras intento no pensar en el rencor y el odio que me genera esta situación.
Seco mis lágrimas, cuando en el móvil me suena la notificación de un mensaje, el único contacto que no silencié, acaba de enviarme un mensaje.
Aaron Burró 11:09
—Listo, el pago ya está hecho y ya conseguimos que la empresa que nos recomendaste apadriene la escuela. Gracias Gala.
Gala 11:09
—Gracias a tí por hacer las gestiones por mi. Manda saludos a Zelaia de mi parte.
Salgo del mensaje y voy hasta la app del banco, reviso la transacción, fue realizada con éxito y me preparo mentalmente para la llamada que ingresará en unos minutos de mi madre reclamandome por qué me gasté tanto dinero.
El teléfono suena, tal como lo predije, pero nunca en la vida imaginaría lo que mi madre me diría a continuación.
—¿Estas con Antonio?—pregunta con la voz agitada
—Sí...—respondo extrañada.
—Vayan por Josias y Mirtsa, nos vemos en el aeropuerto...
—¿Cómo?—pregunté con el corazón palpitando a mil por segundo.
—Acaban de aprehender a tu padre... no hay tiempo para explicar, si no nos vamos ahora, lo único que haremos será echar a la basura el trabajo de años... cuando estemos en vuelo, te lo explico mejor.
Ella colgó la llamada, mi corazón ya no existe...
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Harta de las alas (LIBRO 1)
Genç KurguGala De la Sierra Kempre, es la hija de Martsa Kempre De la Sierra y Danico De la Sierra, dueños de la más grande constructora de toda Latino América. Su vida y la de sus hermanos fue planificada y diseñada para alcanzar la perfección. Sin embargo...