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Reino de Grinberryall

Días antes que el reino de "La Hoja" obtuviera a su futuro rey, en la casa Grinberryal, celebraban el mismo suceso. Un hermoso bebé de pelo negro venía al mundo acompañado de un largo llanto. Tanto tiempo esperando y al fin lo lograban.

Todo el reino se alegraba por tal dicha, e incluso numerosos regalos fueron entregados de parte del pueblo. Quizás era un lugar frio ya que predominaba el clima nevado, pero su gente era muy cálida.

Unos días después, un incidente tuvo lugar en los bosques cercanos al castillo. Al parecer algún animal estaba matando parte del ganado, lo que ponía en un aprieto a los campesinos. El rey terminó por enviar un patrulla para que encontraran al culpable y se deshicieran de el, sin embargo nunca hubieran imaginado aquello.

Tras un tiempo rastreando huellas, llegaron a la cercanía de una cueva donde unos lobos comenzaban a gruñir debido a la presencia de ambos hombres. En ese momento tendrían que actuar con cautela, puesto que un paso en falso, ocasionaría que una pequeña jauría de lobos se les tirara encima. Serían unos cinco, los que allí se encontraban, o eso pensaban al principio, pero todo cambió cuando el pequeño bulto que se encontraba tras el que parecía el líder,, se despertó y levantó para abrazar al mismo. Los guardias no podían creer lo que veían, un pequeño con cabello blanco y ojos rojos los observaba, y lo que era más extraño aquellos animales no le hacían nada.

Tras esto, decidieron dejar allí uno de los abrigos y marcharse. Pensaron que de esta forma aquel pequeño podría calentarse, además dentro de uno de los bolsillos había algo de comer que esperaban le sirviera de alimento mientras solucionaban la situación. No era mucho, pero al menos con ello, esperaban que los lobos no fueran hostiles la próxima vez que se acercaran.

Informaron al rey, y se decidió que llevarían al pequeño al castillo para criarlo, ya que siendo un niño no sobreviviría mucho tiempo en aquellas condiciones.

Al final consiguieron llevarse al pequeño con algunas dificultades, tuvieron que hacer que tanto los lobos como el pequeño durmieran con ayuda de un somnífero mezclado con la comida, cuyo olor debía ser disimulado para que los animales no se percataran. Era un plan algo peligroso, pero dio resultado.

Cuando el pequeño estuvo en el castillo, comprobaron su estado de salud y si llevaba consigo alguna cosa para poder identificarlo. Por suerte estaba bien, pero lo único que sacaron en claro fue que se llamaba Razor. Nombre que hallaron en un colgante de colmillo que llevaba atado al cuello.

Cuando al fin despertó, hizo todo un escándalo. No dejaba que nadie se le acercara y comenzó a correr para escapar del lugar. En algún punto de la huida, llegó hasta la habitación donde estaba el pequeño príncipe que dormía plácidamente. Se acercó a la cuna y lo observó curioso. Intentó tocarlo poniendo su dedo en la mejilla del bebé, y este sonrió. Al parecer esto calmo la inquietud del pequeño Razor. Una figura femenina que escasos minutos antes entró al cuarto, miraba la escena con ternura. En cuanto el niño se percató, la miró fijamente. Estaba asustado, quería salir corriendo, pero pareciera como que no quería dejar solo al bebé al lado suyo.

- Tranquilo, no voy a hacerte daño. - Con un expresión dulce a la par que calmada se sentó en el suelo extendiendo su mano para que el pequeño se acercara con confianza. Y como lo planeó así ocurrió. Lentamente Razor se iba a acercando a esta sin parar de mirar de reojo al pequeño príncipe, quien seguía plácidamente dormido. Una vez que llegó a la altura de la mujer, esta subió su mano. El chico cerró sus ojos por acto reflejo, como si de un animal salvaje se tratara tenía miedo, pero no atacaría ya que no notaba malas intenciones, sino todo lo contrario. Ella acarició la mejilla del mismo así que abrió sus ojos, y para su sorpresa esta seguía con la misma expresión de antes.

Rato después, el rey llegó a la misma habitación, en la cual encontró a su esposa tarareando una nana, y al pequeño durmiendo con su cabeza apoyada en el regazo de la misma. Esta sonreía a su esposo mientras le hacía un gesto con la mano para que se mantuviera en silencio.

Ciertamente no sabían de donde había salido, lo único que tenían claro era que con el tiempo pertenecería a su familia, y que lo cuidarían con cariño al igual que a su propio hijo.

Brillo destinadoWhere stories live. Discover now