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Reino de Grinberryall

Un par de jóvenes se podía observar, el uno leía sin apartar la vista de aquel libro que tan interesante parecía, mientras el otro sin mucho esfuerzo, balanceaba la espada para terminar cortando a la mitad varios obstáculos que le servían a modo de maniquíes.

- Como siempre aquí os encuentro... - decía un hombre de cabellos rojos y ojos azules, cuya barba no era abundante, pero si desaliñada. - Señorito Yuno, estoy de acuerdo en que lea en su tiempo libre, pero también debería entrenar un poco, ¿no lo cree?. Y tú Razor, deberías probar a coger algún libro de vez en cuando. - La expresión de ambos lo decía todo, no estaban interesados en su opinión, ante esto no pudo más que rascar su cabeza y suspirar con el pensamiento de que no tenían remedio.

- De todas formas, Fanzell, has venido aquí a buscarnos para algo, ¿no?. - El nombrado no se asombraba, sabía que aquel joven de ojos dorados mostraba como siempre una buena intuición.

- Si, así es. Vuestro padre quiere veros de inmediato, al parecer ha llegado una invitación del reino del Trébol. - Por un lado esto captó la atención del moreno, si se trataba del reino del Trébol, conociendo a su soberano actual sería un completo dolor en el trasero. Ya lo había conocido con anterioridad, por lo que, cuando demostró ese entusiasmo con el que mostraba esa cara de idiota la cual lo caracterizaba, se dijo a sí mismo que cuanto más lejos permaneciera de dicho sujeto mejor. Y es que esta persona era famosa por interesarse por lo que los jóvenes hacían en esos días, se podría tomar como un tipo de acoso, pero sus intenciones no eran malas.

- Si tengo que mezclarme de nuevo con esa persona, dile a mi padre que no estoy interesado. - Tajante se negó, sin embargo no pudo negarse a ir a hablar con el mismo, ya que su siguiente frase sobornó al joven de espada en mano.

- Supongo, que la celebración con manjares de distintos reinos, tendrá que ser disfrutada por otro... - Como si de un animal se tratara su orejas se movían y se acercaba hasta los otros dos, portando en su rostro un brillo ilusionado y un rastro de baba que salía de sus labios.

- Quiero ir. - Decía mirando a los ojos del joven príncipe quien maldecía por tener un hermano tan fácilmente convencible.

- Imposible. - Fue lo único que pudo decir con un rostro de derrota total ante aquella carita a la que no podía negar nada. Fanzell sabía que era su punto débil, ese junto con el echo de que no le gustaba perder, fueron el detonante perfecto para hacer de este un excelente caballero, pero aún le faltaba madurar, cosa que esperaban que con el viaje avanzara un poco.

Salvo por Razor y los más allegados a él, Yuno no se relacionaba con nadie más, cosa que tenían en cuenta cuando accedieron a la invitación de Julius a tomar parte de aquel evento. El echo de que Fanzell fuera a informar a los jóvenes, tan solo era para que al momento del viaje no hicieran alboroto encerrándose en algún lugar, o desapareciendo para no tener que ir. Ya lo habían hecho antes, incluso en más de una ocasión, tomó varios días encontrarlos, ya que aprovechaban la amistad que seguían manteniendo con los lobos que en principio cuidaron a Razor en su niñez.

Dichos animales, tras la desaparición del pequeño, en lugar de marcharse en busca de un hogar, fueron a buscarlo sin importarles que los guardias intentaran echarlos. En cuanto se acercaron al castillo, aullaron y el pequeño salió corriendo a buscarlos. Antes de que nadie pudiera tocar un pelo de aquellas hermosas bestias, Razor se interpuso gruñendo y abrazando posteriormente a los suyos. Desde aquel día, nadie tuvo nada que objetar cuando el rey decidió tomar bajo custodia a esta jauría, pues ya que el pequeño no podía separarse de ellos, ellos no se separarían del mismo.

Muchos no estaban convencidos de que aquellos animales no fueran una amenaza, puesto que un lobo siempre será un lobo, y sus instintos tarde o temprano saldrán a la luz. Tras un tiempo, como era de esperar así fue, sin embargo nadie sospechó que el resultado sería muy distinto a lo que algunos afirmaban.

En una de esas tardes que la reina cantaba una nana para que su pequeño durmiera, alguien intentó deshacerse del mismo. En un descuido de la misma un extraño se adentró a la habitación, y tomo al bebé para marcharse del lugar. Para su mala suerte, Razor, quien se había encariñado con él, fue a verlo mientras dormía, y al no encontrarlo, tomó una gasa con el emblema familiar que el pequeño siempre tenía consigo.

Con dicha prenda, fue en busca de los lobos, quienes enseguida olisquearon aquello y comenzaron a rastrear al extraño. En poco tiempo dieron con este y tras tumbarlo, olfatearon al bebé en busca de alguna herida existente.

Algunos soldados ya por el lugar, puesto que se alarmaron al ver al pequeño corriendo con algo en su mano conocido para ellos, decidieron ir tras él. Cuando llegaron a la escena no podían creer lo que sus ojos veían. Dos de los lobos estaban en guardia entre el hombre y un bebé que se hallaba en el suelo, mientras otro lamía el rostro del pequeño, y este reía mientras acariciaba al mismo.

Los otros dos restantes estaban con Razor, quien se acercaba al pequeño y lo tomaba entre sus cortos brazos. Este no tenía más que cuatro años, sin embargo parecía mayor cuando de proteger a su querido hermano se trataba. Incluso no compartieran sangre, este ya lo atesoraba como tal.

Desde ese día, aquella pequeña manada permaneció cercana a la familia real, de esta forma se volvió común que los niños corretearan con ellos, incluso adquirieran ciertos hábitos al principio, que con la edad fueron perdiendo, aunque con algunas dificultades.

Brillo destinadoWhere stories live. Discover now