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Mientras el tiempo avanzaba y los pequeños crecían, el pequeño zafiro lo hacía simultáneamente. Su paradero sería desconocido, llegando a pensar que el mismo había perecido. Más, lejos de que aquello fuera cierto, este se encontraba en cierta región independiente del reino del Trébol denominado: Majo no Mori o Bosque de las brujas .

Era un lugar extraño, las personas que allí habitaban, se dedicaban al estudio de las estrellas. Era un pueblo de astrólogos, pero no todos se dedicaban a esto. Se necesitaban muchos recursos para poder vivir tan apartados, sin embargo ya habían desarrollado un sistema por el cual les era bastante rentable.

Su sociedad a diferencia de las normales, se dividía en:

+ personas que tenían el don de ver el futuro, un muy pequeño porcentaje.

+ personas cuyo propósito era ser mercader, algunos con talento para la misma actividad. No abundaban, pero si solían obtener muy buenos resultados.

+ personas dedicadas al espectáculo. Gracias a los mercaderes, una cuarta parte de la población se dedicaba de lleno al entretenimiento, en numerosas ocasiones, eran parte de las familias de los comerciantes.

+ granjeros y agricultores resto de la población. Se especializaban en la cría de algunos animales, y el cultivo, sobre todo de cereal (trigo, arroz, cebada, etc...).

Otra diferencia notable, era que el futuro de cada persona no se le era impuesto desde su nacimiento, sino todo lo contrario. En las familias que habitaban aquel lugar no era raro que los progenitores se dedicaran al cultivo, mientras los hijos se convertían en mercaderes o artistas y viceversa. Lo único que si estaba destinado, era el echo de que los sucesores del jefe, serían personas con el don de ver los acontecimientos que vendrán independiente mente del sexo del mismo. Era por ello, que ya fuera mujer u hombre debía tener este don. De esta forma se aseguraban de proteger sus intereses por encima de todo, y así podían llevar una vida pacífica dentro de sus posibilidades.

Gracias a esto Naruto, quien había sido escondido de las garras de sus perseguidores años atrás, acabó siendo recogido por uno de ellos y llevado hasta la aldea. Allí fue entregado a la reina para que decidiera que hacer con el mismo, pero por el momento debido a que era muy pequeño se decidió guardar silencio sobre tanto sus orígenes como su futuro venidero.

Años después, comenzaría a aprender distintos oficios. Eran conscientes de que no tenía ningún lazo sanguíneo, cosa que nunca le ocultaron, pero de lo que si estaban seguros, era que tenía una gran suerte ya que atraía el dinero allá donde fuera. La reina quien parecía bastante contenta, le daría un regalo, pero este, decidiría que sería mejor dejarlo para cuando creciera un poco. En esos momento todavía seguía siendo un niño, y para su pesar sabía perfectamente que incluso consiguiendo la información que deseaba, (siendo esta la correspondiente a sus orígenes), no podría hacer nada ya que necesitaba ser capaz de defenderse por si solo.

Con los años y algunos viajes, conoció a diferentes personas las cuales le ofrecían el unirse a ellos, para conseguir mayor fortuna y vivir aventuras. Naruto dudaba siempre si estaba o no preparado, pero si era cierto que aún quería saber que pasó con su verdadera familia. No es que no apreciara lo que la aldea hacía por él, pues le habían dado asilo y cariño a un pequeño que poco o nada tenía que ver con ellos. Pero, siempre había una parte de él que necesitaba completar, una pieza de ese puzle que estaba difusa sin dibujar, que no existía. Esto lo entristecía, quería respuestas y a cada momento su paciencia llegaba a su límite.

- Su majestad . - Llamaba la atención de la reina, quien tenía entre manos papeles que revisar. - Se que quizás no sea el mejor momento, pero necesito que me conceda el regalo que antaño me dio. - Esta sonrió, sabía que la ocasión llegaría antes o después, y marcaría el momento en el que el pequeño niño que se convirtió en un joven un tanto desvergonzado cuando de negocios se trataba, partiera en busca de su pasado para poder emprender una vista hacia su futuro.

- Ya veo, esta bien. Como sabes te recogimos en un lugar lejano, y te trajimos aquí hace ya más de quince años. El tiempo ha pasado y te has convertido en todo un hombrecito. - Comenzó a pronunciar la reina las palabras que ya tenía en su mente de antemano. Ante ella se podía observar a aquel muchacho de figura delgada y esbelta, ojos azules opacados como si de un zafiro sin pulir se tratara y cabello rubio.

La conversación avanzó, algunos detalles como eran sus orígenes no quedaban del todo claros, puesto que la reina solo podía ver ciertas escenas donde el muchacho aparecía, pero nada más. Al menos ya sabía que su lugar de origen era el Reino de La Hoja, y que su madre ya no estaba en este mundo, pero la situación de su padre no era clara. La única advertencia que le dio la misma antes de marcharse, era que tuviera cuidado con los portadores de ojos rojos de aquel lugar.

Para su suerte, podía viajar a donde fuese, pero no las tenía todas con él, ya que según rumores que corrían entre comerciantes, toda persona con ojos distintos a los comunes no podrían traspasar la frontera. Se había decretado años atrás por varios motivos que no quedaban totalmente claros, solo aquellos que fueran expresamente de parte de los jefes de estado tendrían oportunidad de poner un pie dentro.

Quería respuestas, pero iba a ser difícil debido a esta restricción, aunque claro está, no se daría por vencido, ese no era su estilo. Al final terminó por partir de la aldea, despidiéndose de todos, aún no tenía seguro como llevar a cabo su empresa, sin embargo era algo que averiguaría sin falta.

Brillo destinadoWhere stories live. Discover now