CAPÍTULO 11: La ballena

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NUEVE AÑOS ANTES

Helena

― ¡Lena! ― gritó mi madre escaleras abajo ―. ¡Apúrate o vamos a llegar tarde!

― ¡Ya voy! ― contesté y alisé mi falda frente al espejo. Recogí mi cabello en una coleta y respiré hondo.

Solo un día más.

Solo un día más y sería fin de semana de nuevo. Normalmente no me emocionaba tanto, pero esta vez era diferente. El sábado por la mañana partiría a visitar a mis abuelos y por fin podría alejarme de él.

Ya podía saborear la comida con la que mi nonna estaría esperándome y hasta podía oler el aroma de su salsa de tomate. Me esperaría para ir juntas a su huerta y juntar albahaca fresca, y luego me dejaría picar el ajo. Me pasaría el aceite de oliva para echarle solo un pequeño chorrito y me guiñaría un ojo cuando le pusiera una cucharada de azúcar para evitar la acidez de los  tomates. Sabía todos los pasos de memoria, pero nunca podría replicarla. La salsa de mi nonna era única y por eso disfrutaba tanto prepararla con ella.

No podía esperar para estar allí.

De seguro el nonno había comprado cerezas para el postre y ya se me estaba haciendo agua a la boca. Siempre las compraba para mí, su reina, como le gustaba llamarme.

Por supuesto que yo no iba con las manos vacías, había aprendido una nueva receta de una torta de frutillas que quería practicar por la tarde con la nonna. Iba a encantarles.

― ¡Nos vamos! ― volvieron a insistir los gritos de mamá. Era obsesiva de la puntualidad y podía caerle un rayo antes de dejarnos tarde en el colegio ―. ¡Wes!

Tomé mi mochila y la colgué sobre mi hombro, me di un último vistazo en el espejo y salí al pasillo. No pude evitar poner los ojos en blanco al notar a Weston todavía en la cama al pasar por su habitación, lamentablemente vecina a la mía. Mamá se pondría furiosa. Bajé las escaleras y sin importarme la integridad de mi uniforme me desplomé en el sofá. Después de todo esto iba a llevar un rato.

― ¿Y tu hermano? ― preguntó mi madre impaciente mientras se ponía su chaqueta. Yo sólo levanté mis hombros. Si se ganaba unos gritos por mí mejor ―. ¡Weston mejor que estés listo! ― Mamá subió de dos en dos las escaleras y yo eché la cabeza contra el respaldo.

Solo un día más.

Odiaba que lo llamara así. Weston era todo menos mi hermano. Por más de que nuestros padres se esforzaran, jamás estaría conforme de vivir bajo el mismo techo que mi hermanastro.

Desde el día en que nuestros padres nos presentaron, sentí su desprecio. Es decir, teníamos apenas 5 años en ese entonces pero juro pude sentirlo. Contrario a papá, era un niño malvado y mezquino. Nunca quiso jugar conmigo, ni cuando le ofrecí que su Max Steel sea el novio de mi Barbie Playera. En vez de eso, se escabulló en mi cuarto para decapitar a Barbie.

Mamá hizo de cuenta que no había pasado nada e intentó arreglarla, pero el pegamento no fue suficiente. Ese día lloré toda la noche.

Papá y mamá realmente intentaban que nos lleváramos bien, pero él solito eligió su destino al hacerse amigo de Aiden Reeves.

Por separado ya eran malos pero juntos eran mi peor pesadilla. Weston hacía todo lo que Aiden le ordenaba, sobre todo cuando se trataba de mí. Se las ingeniaban para hacerme las peores bromas aún estando en la falsa seguridad de mi casa.

Luego de haber decapitado a mi muñeca y ver mi reacción, Aiden le dijo a Weston que lo llevara más lejos. Un viernes entré a mi habitación emocionada por la nueva ropa que la nonna me había tejido para mis muñecas y encontré a cada una de ellas decapitadas sobre una laguna de ketchup en mi cama.

Lo que hubiésemos sidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora